
En una economía como la de Venezuela pequeña, abierta y muy debilitada por décadas de inestabilidad política, económica y social– los efectos de la restitución de las sanciones petroleras y financieras anunciada por el nuevo gobierno estadounidense van a tener un impacto profundo y duradero.
Por The Conversation
Ahora, además, se añaden nuevas restricciones al comercio con terceros países (“aranceles secundarios” los ha llamado Donald Trump) y el retorno forzado de cientos de migrantes que difícilmente podrán ser absorbidos por la economía interna.
Suspensión y caída
El sector petrolero representa más del 15 % del PIB total de la economía venezolana, y el peso de las exportaciones petroleras en las exportaciones totales es de un 80 %. Con estos datos, es evidente que estamos en presencia de un choque negativo extraordinario que, desde luego, perturbará el nivel de la actividad económica interna y el ya muy deteriorado nivel de bienestar social.
La suspensión de las operaciones de Repsol, ENI y Chevron Corporation –por citar algunas de las operadoras extranjeras más importantes– hará caer la producción de hidrocarburos entre un 20 y un 30 %. Y los ingresos externos asociados a las exportaciones petroleras, entre un 35 y un 38 %.
En lo inmediato, se espera que –en el mejor de los escenarios– el producto interno bruto caiga entre un 2,5 y un 3,5 %, cuando en la última década el mercado interno de Venezuela se ha reducido un 70 %.
Mal momento global
El comportamiento esperado de la economía global tampoco será favorable. Confluyen una previsión de crecimiento económico moderado, la tendencia a la baja de los precios del petróleo, la mayor oferta y mayor competencia en el sector de la energía, y la profundización de las políticas proteccionistas. La agresiva alza de aranceles anunciada desde el gobierno de EE. UU. se traducirá en menores volúmenes de comercio internacional y mayores presiones inflacionarias globales.
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