Una paz impuesta a Ucrania por Trump y el reparto de Ucrania entre Rusia y Estados Unidos, algo parecido a lo que hicieron Hitler y Stalin al repartirse Polonia, empezando la segunda guerra mundial. Israel vuelve a ganar otra guerra y “neutraliza” por un tiempo indeterminado a Hamas y Hezbollah. Toma el control militar de Gaza, Sur del Líbano, amplía su posesión de las alturas del Golán, se ubica a 60 kilómetros de Damasco y avanza en la “colonización-ocupación” de Cisjordania, que ahora llaman Samaria y Judea, y el proyecto de un estado-palestino se aleja cada vez más.
Irán es el gran derrotado estratégico, pierde el control e influencia en Irak, Líbano y Siria. El otro triunfador regional es Turquía, el nuevo gobierno en Siria es formado y protegido por Turquía y ésta vuelve a la idea de un nuevo imperio otomano. Su influencia se proyecta sobre Siria, Irak, Libia, Argelia, el Mar Negro, el Cáucaso y Asia Central, hasta la frontera y territorio chino, con los Uigur, chinos de origen y tradición turca e islámica.
Estados Unidos e Israel se consolidan en el cercano y medio oriente como las potencias dominantes, aunque no hegemónicas. La influencia rusa en la región retrocede y disminuye. Si no fuera por las armas nucleares, Rusia sería una potencia de segunda categoría. Basta ver su pobre desempeño militar en su invasión a Ucrania, un país mucho más débil y vulnerable, aunque en su invasión, gracias a Trump, aparece como ganador.
Este es el mundo en proceso, de reordenamiento global. Es lo que refleja la geopolítica, siempre dinámica y cambiante, aunque actualmente pareciera estar acelerándose, básicamente por efecto mediático y propagandístico, porque Trump no puede vivir sino frente a las cámaras y con sus “reality show”.
Riesgo de guerra nuclear, en el corto y mediano plazo, luce improbable. Lo que seguiremos viendo, como siempre ha sucedido: crisis, conflictos, guerras, cambios violentos de gobierno, en diversas partes del mundo y una guerra comercial despiadada, ya en curso y con consecuencias imprevisibles. Porque si hay algo con lo que no se puede jugar es con la economía y las armas.
En esta coyuntura 2025 y con la política migratoria del gobierno Trump, su guerra declarada al narcotráfico, asumido como guerra al terrorismo y la nueva alianza con Putin, la probabilidad de cambios políticos en el Caribe aumenta. En particular en los tres regímenes de retórica anti-norteamericana: Cuba, Venezuela, Nicaragua.
El futuro no es predecible, están los imponderables, pero puede ser proyectado, con algunas hipótesis de probabilidad racional. La teoría es necesaria para “comprender” pero es la praxis lo que define la “realidad-real”.