Proclamado Maduro: ¿Cuánto vale el show?

Proclamado Maduro: ¿Cuánto vale el show?

Por primera vez, en muchos pero muchos años, se realiza este pretendido acto de posesión, en un ambiente reducido, desagrado como el Salón Elíptico.

Por Elsa Muro





En un ambiente lúgubre, de rostros adustos y actitudes artificiosas, Nicolás Maduro intentó juramentarse en un acto que careció de solemnidad. Lo que debería ser un procedimiento formal en un régimen democrático se convirtió en un discurso cursi, repleto de galimatías.

La puesta en escena de esta farsa tuvo como principales testigos a personajes conocidos por su apego al autoritarismo, como Daniel Ortega de Nicaragua, Miguel Díaz-Canel de Cuba y Manuel Zelaya de Honduras, quienes representaron a las llamadas “grandes democracias” de la región. Una pobre representación de gobiernos extranjeros.

El evento fue una pobre improvisación, plagada de vacíos conceptuales, contradicciones básicas e imprecisiones, que no hizo más que consolidar la violación sistemática y continua de la Constitución Bolivariana de Venezuela.

Lejos de ser un acto solemne, fue un espectáculo lamentable: un stand-up comedy vergonzoso, desconcertante y doloroso, una vitrina que refleja con crudeza la realidad de una dictadura.

Entre los anuncios predecibles destacó:

1. La elección de la Asamblea Nacional en febrero de 2025, con la asunción de sus funciones en febrero de 2026.

Los anuncios predecibles continuaron con una retórica vacía y un esquema de control disfrazado de democracia:

2. Elección de gobernadores, diputados regionales, alcaldes y concejales. Se planteó como parte de una “nueva etapa” hacia una supuesta gobernabilidad y democracia, acompañada de grandilocuentes promesas de construcción nacional y consolidación de un “bloque histórico”.

3. Una nueva Constitución en el marco de un diálogo ficticio. Este anuncio incluyó la celebración vacía de una mesa de diálogo, bajo el pretexto de buscar reconciliación y paz. Sin embargo, el verdadero objetivo parece ser legitimar la dictadura, con la participación de una representación empresarial carente de legitimidad, o por lo menos no mayoritaria, sectores partidistas colaboracionistas y observadores complacientes.

4. La presentación de un “plan de futuro” lleno de demagogia. Prometieron “grandes realizaciones”, pero no fue más que un reciclaje de promesas vacías, empaquetadas en folletos de papel inútiles, carentes de sustancia intelectual, y acompañadas de un manual de populismo y demagogia voraz.

5. Más “cuadrantes de represión”. Bajo el pretexto de garantizar la paz y la seguridad, se anunció la intensificación de los mecanismos de control y persecución social a cargo de los padrinos del régimen: Padrino López y Diosdado Cabello.

6. Consolidación de instrumentos de dominación social. Las misiones, que alguna vez se presentaron como programas de apoyo social, se confirmaron como herramientas de dominio político y control sobre la población más vulnerable.

7. Profundización de las comunas y la democracia popular. En un intento por enterrar definitivamente la democracia representativa, se propuso intensificar el poder popular y las comunas, con el propósito de consolidar un sistema que enfría cada vez más el control político y sofoca las libertades democráticas del país.

Cada uno de estos anuncios refleja una estrategia calculada para reforzar el autoritarismo y mantener la fachada de legitimidad mientras el régimen afianza su dominio sobre todos los aspectos de la sociedad.

8. “La revolución de 2025 será la revolución democratizadora.” Este será el lema que busca maquillar de democracia un régimen que, en la práctica, profundiza el autoritarismo. Una frase que intenta legitimar acciones represivas y centralizadoras bajo el discurso de una supuesta transformación democrática, pero que solo refuerza el control absoluto del poder.

9. El fortalecimiento del Estado comunal como eje central del poder. Se insistió en consolidar el modelo comunal, presentado como la máxima expresión de la “democracia participativa”. Sin embargo, este esquema sigue siendo un mecanismo diseñado para desmantelar la democracia representativa, concentrar el poder en estructuras verticales y garantizar el control político sobre las comunidades, eliminando cualquier posibilidad de pluralismo o autonomía local.

Este pobre acto, este lamentable episodio en la historia del país, no fue más que la materialización de un fraude electoral y la consumación de la usurpación del poder. Un evento carente de legitimidad, que no trascendió más allá de ser un stand-up comedy político, lleno de artificios, vacíos conceptuales y un descarado desprecio por los principios democráticos.

La Constitución y su reforma serán el gran trapo rojo que embestirán algunos sectores, olvidando el gran fraude.