El País: Seis meses de huida hacia adelante de Maduro

El País: Seis meses de huida hacia adelante de Maduro

Nicolás Maduro celebra después de que las autoridades electorales lo declararan ganador, el 29 de julio de 2024.
FERNANDO VERGARA (AP)

 

Las caras son de asombro. A medida que reciben las actas de votación desde todos los puntos de Venezuela, tras las elecciones celebradas el 28 de julio, las personas encerradas en el edificio descubren que ocurre algo grave de lo que hay que informar al presidente. Nicolás Maduro había recibido en campaña electoral decenas de dosieres con estudios, sondeos, focus groups y todo tipo de métodos sofisticados avalados por las universidades más prestigiosas. En todos, la victoria era suya. Entre esos consejeros hay uno que ofrecía su mano a un serrucho si se demostraba que estaba equivocado. Sin embargo, las comunicaciones que llegaban al Consejo Nacional Electoral (CNE), en Caracas, demuestran que los asesores estaban equivocados, siempre según una fuente del máximo nivel. Esta persona llevaba días observando con sorpresa el autoengaño al que se sometía la cúpula del Gobierno. Ahora, la verdad se ha revelado y todo es congoja y turbación. En ese instante de shock comienzan seis meses de huida chavista hacia adelante con un único propósito: mantener el poder. Cueste lo que cueste.

Por JUAN DIEGO QUESADAFLORANTONIA SINGERALONSO MOLEIRO | El País





En los días siguientes, Maduro apenas duerme. Multiplica sus apariciones públicas. Se muestra ojeroso, irritado, con un tono grave que sus más allegados conocen bien. Solo se relaja por momentos, cuando intercambia miradas y gestos de complicidad con el amor de su vida, Cilia Flores. Las elecciones debían servir para legitimarlo a ojos del resto de presidentes del mundo. Para que Estados Unidos levantara las sanciones al petróleo y el oro y la economía venezolana, que había crecido en los dos últimos años, se disparara de una vez. Era la oportunidad de pasearse por las multilaterales sin que le hicieran el vacío ni cuchichearan a sus espaldas. De paso, había llegado la hora de torcerle el brazo al reverso de Cilia, es decir, a la mujer que más odia en este mundo, la opositora María Corina Machado. En su presencia, sus asesores se referían a ella como “esa”, “la innombrable”, “la loca”. Había que destruirla, acabar con Machado, fumigarla en las urnas. Pero los planes no habían salido bien.

Se suceden 160 días de conflicto entre el Gobierno y la oposición ante los ojos del mundo. Esa controversia por ver quién es el verdadero ganador de las elecciones tiene su momento culmen este 10 de enero, el día de la toma de posesión. Maduro ha reiterado que nada le impedirá cruzarse en el pecho la banda presidencial y mantenerse otros seis años en el Palacio de Miraflores, una casona de estilo neoclásico en la que duerme a menudo por miedo a que lo maten. Ha desplegado tropas por el país, ha mandado inspeccionar cuarteles y buscar debajo de los colchones signos de traición. Edmundo González Urrutia, que se encuentra desde este fin de semana de gira por América, ha asegurado que será él quien el viernes salga al balcón recién nombrado presidente, porque así lo han dictado las urnas. Estados Unidos sostiene que le ayudará a lograr su cometido, pero no ha revelado la manera. En Venezuela, en las calles, se respira que algo grande va a ocurrir.

La sospecha de que Maduro cometió un fraude comienza a los pocos minutos de que se anunciase su victoria, a la medianoche del 28. En los primeros minutos del 29. El presidente del CNE, Elvis Amoroso, un amigo cercano del matrimonio Maduro-Flores, estaba obligado por ley a mostrar las actas, pero ni lo hizo en esos días ni lo hará nunca. Eso echa a las calles a decenas de miles de venezolanos, disgustados con el rumbo que han tomado las cosas.

Se derriban estatuas de Hugo Chávez a golpe de martillo, se pisotean sus bustos, se queman llantas. El ambiente está envenenado. Se desató entonces la represión más grande que ha vivido el país en los últimos 60 años. Las autoridades detienen a más de 2.000 personas, muchos manifestantes, pero también gente que se ha burlado del chavismo en TikTok. La policía y el servicio secreto derriban puertas de pescadores y vendedores ambulantes a los que su vecino los ha denunciado, ya por ser antichavistas o por algún ajuste de cuentas. Reina la locura.

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