La Constitución bolivariana, aprobada en el primer año de mandato de Hugo Chávez, dice así: “El candidato elegido tomará posesión del cargo de presidente de la República el 10 de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional (AN)”.
Por: La Nación
Por eso, en la Venezuela de 2025, todo pasa por el 10 de enero. El chavismo ha apostado a sangre y fuego por la “coronación” de Nicolás Maduro pese a su estrepitosa derrota electoral. El llamado “presidente pueblo” por la propaganda revolucionaria (obtuvo cuatro millones menos de apoyos que el opositor Edmundo González Urrutia, según las actas de la oposición y los datos de organismos internacionales) es un experto en juramentaciones fraudulentas. Ya lo hizo en 2019 tras las cuestionadas elecciones del año anterior, boicoteadas por la oposición y sin el reconocimiento de las democracias del planeta.
Incluso en 2013, el “hijo de Chávez” ordenó al Consejo Nacional Electoral (CNE) que ignorara los recursos electorales de Henrique Capriles tras su muy polémica victoria con el 50,61% de los votos frente al 49,12% del opositor, para la que contó con todo el ventajismo del Estado y con la alteración de resultados en zonas alejadas de las grandes ciudades, donde no había testigos de la oposición.
Todo indica que el 10 de enero repetirá parecida escena, para lo que el chavismo se prepara extremando la represión contra dirigentes opositores y con el despliegue de una extensa campaña de propaganda, con canciones pegadizas de pocas palabras y remeras con la banda presidencial.
“¡Juro que la oligarquía no volverá, juro que la victoria nos pertenecerá por siempre y el 10-E saldremos por millones a las calles a jurar por Venezuela!”, dijo Maduro hace días rodeado de su alto mando militar y político y apoyado por un grupito de seguidores.
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