Venezuela tiene marcada una fecha en el calendario en la que una parte del país anticipa un cambio de rumbo. María Corina Machado y Edmundo González, los líderes de la oposición, han insistido esta semana en que el segundo será investido presidente el 10 de enero de 2025, cuando acabe el actual periodo presidencial. “Hay una convicción absoluta en que va a ser así, ahora estamos más convencidos que nunca”, dice una fuente de la oposición, que no explica de qué modo ni en qué términos podría enfundarse González la banda presidencial en el Capitolio, en Caracas.
Por Florantonia Singer y Alonso Moleiro | EL PAÍS
La firmeza de los opositores ha generado preocupación entre el chavismo, que ha endurecido todavía más su discurso contra Machado y González, a los que acusa de promover un golpe de Estado. A su vez, el oficialismo ha aprobado una ley, la Bolívar, que contempla la inhabilitación para cargos públicos y penas de cárcel para quienes apoyen las sanciones internacionales que le aplica Estados Unidos a Venezuela. La Administración estadounidense de Joe Biden ha alimentado esta narrativa, asegurando también que los días del chavismo están contados. Y que el próximo secretario de Estado con Donald Trump sea Marco Rubio, un halcón del que se espera una postura inflexible con el chavismo, ha entusiasmado a un sector de la oposición que cree que la transición en Venezuela se encuentra cercana.
El Edmundo González que se ha visto esta semana luce muy distinto al que salió al exilio a España a principios de septiembre, casi dispuesto a ser olvidado. Ha endurecido el tono y ha mostrado con determinación su disposición a ser nombrado presidente por el mandato que le conceden los votos que recibió el 28 de julio, día de las elecciones presidenciales. Los testigos electores opositores recabaron miles de actas que demuestran que la victoria de Edmundo frente a Nicolás Maduro fue avasalladora. González asegura que tomará posesión del cargo y, si no, se encuentra “moralmente preparado” para ser detenido. Esta afirmación contrasta con la moderación con la que suele expresarse en público.
No está claro cómo podría ser su regreso a Venezuela, de donde se marchó bajo coacciones tras una intensa persecución judicial. El número dos del chavismo, Diosdado Cabello, le ha respondido el arrojo mostrando en su programa de televisión el par de esposas doradas que le pondrá si pisa Venezuela. “No hay ni una sola posibilidad de que Edmundo González venga a Venezuela a juramentarse”, advirtió esta semana el también ministro de Interior y Justicia.
El candidato de la Plataforma Unitaria, sobre la que se aglutinaron los partidos opositores mayoritarios, ha aprovechado su salida del país para sumar aliados internacionales a la causa y pedir que le reconozcan una vez el 10 de enero inicie un nuevo periodo presidencial en el país. Un compromiso firme sobre su reconocimiento no ha conseguido todavía del hasta ahora jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Este, sin embargo, ha insistido en la necesidad de “hacer cumplir la voluntad del pueblo venezolano el día de las elecciones”.
Como parte de la cruzada diplomática para mantener el tema vivo, Venezuela fue señalada como una “crisis regional” en la reciente cumbre en Italia del G-7, que se ha comprometido en apoyar a sus socios a lograr una transición, lo que supone una llamativa declaración. El regreso de González estaría precedido por una gira por América Latina, según anunció el político la semana pasada. Estados Unidos, el principal aliado de la oposición, con la Administración de Biden de salida y que ha desconocido oficialmente la autoridad de Maduro, ha dicho esta misma semana que consideraría darle alguna asistencia para el regreso del opositor si así lo solicitan. Un funcionario de la Casa Blanca, en conversación con periodistas, dijo: “Si recibiéramos una solicitud de él, la consideraríamos”.
Lea más en EL PAÍS