El complejo gasífero de Muscar, operado por PDVSA y ubicado en el estado Monagas, sufrió una devastadora explosión el pasado 11 de noviembre de 2024.
Por lapatilla.1eye.us
Este incidente no solo dejó al gasoducto completamente destruido, sino que también generó un impacto significativo en la infraestructura energética de la región, resaltando la fragilidad del sistema gasífero venezolano en los últimos años.
El impacto de la explosión
La explosión sacudió la ciudad de Punta de Mata y sus alrededores, causando alarma entre los residentes debido a las llamas y al estruendo que acompañó el evento. Aunque las autoridades de PDVSA no han confirmado si hubo víctimas, las consecuencias estructurales son evidentes en las imágenes que circulan. Se observa un panorama desolador: tuberías retorcidas, instalaciones irreconocibles y edificaciones destruidas.
El complejo gasífero de Muscar era una pieza clave para la producción y distribución de gas natural en el país, siendo parte fundamental del sistema energético nacional. Este accidente representa un golpe crítico para el sector, que ya venía enfrentando desafíos como el deterioro de las instalaciones, falta de mantenimiento y carencias presupuestarias.
Una crisis anunciada
El incidente en Muscar no es aislado. En los últimos años, Venezuela ha experimentado múltiples accidentes industriales en instalaciones operadas por PDVSA, lo que refleja un patrón de decadencia atribuible a la falta de inversión y supervisión técnica. El gasoducto afectado era crucial para abastecer tanto a usuarios industriales como domésticos, y su destrucción tendrá repercusiones inmediatas en la distribución de gas en el oriente del país.
Las imágenes que han salido a la luz muestran la magnitud de la destrucción. Desde tuberías corroídas y fragmentadas hasta edificios calcinados, el lugar parece un campo de ruinas. Testimonios de trabajadores anónimos señalan que las condiciones del complejo ya eran precarias, con varios equipos reportados como obsoletos.
Este accidente en Muscar no solo refleja los problemas internos de PDVSA, sino también los desafíos energéticos que enfrenta Venezuela en su intento por mantener operativa una infraestructura vital pero deteriorada. El incidente pone de relieve la necesidad urgente de invertir en mantenimiento, modernización y gestión adecuada para evitar futuras tragedias de esta magnitud.