El Síndrome de Procusto, por @ArmandoMartini

El Síndrome de Procusto, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Concepto fascinante, desde sus raíces en la mitología griega hasta las guaridas de la sociedad moderna. Según la leyenda, Procusto, un posadero que ofrecía alojamiento a los viajeros, pero con un giro macabro: todos debían caber en un único catre. Si alguien era demasiado alto, cortaba sus extremidades; si era muy bajo, lo estiraba brutalmente. Su objetivo no era la hospitalidad, sino imponer una semejanza destructiva. Un mito que deja una enseñanza simbólica: el rechazo o castigo de cualquier diferencia o particularidad sobresaliente que desafíe al statu quo.

En psicología social, el comportamiento se identifica como un fenómeno en el que se desprecia o sanciona lo que se destaca, posee habilidades excepcionales o ideas innovadoras. Describe una actitud regresiva y temerosa: la incomodidad hacia quienes rompen la norma, no para proteger una estabilidad genuina, sino por aversión irracional a la diferencia y excelencia.

No es un mal extraño ni aislado; al contrario, es un elemento arraigado en la estructura social, desde el sistema educativo y laboral, hasta la política y cultura. El temor a lo diferente o a lo sobresaliente ha acompañado a la humanidad desde siempre. Las colectividades que adoptan esta actitud limitan su crecimiento y capacidad de creación, ya que aquellos que contribuyen al progreso son obstaculizados o, en el peor de los casos, silenciados.





En la educación, se observa cuando los alumnos que destacan son percibidos como “diferentes” y se sienten presionados a “encajar”. En lugar de estimularlos, se les insta a reducir su curiosidad o entusiasmo para evitar distinguirse en exceso. Perdiendo la oportunidad de desarrollar líderes, pensadores críticos y creadores. Una muestra de cómo el Síndrome de Procusto es una trampa de la mediocridad: que encierra a los individuos a un nivel estándar, negando el crecimiento colectivo.

En lo profesional, se convierte en barrera contra la renovación. El talento excepcional no siempre es reconocido; al contrario, provoca envidia, repulsión. Aquellos que proponen nuevas ideas, desafían la lógica establecida o presentan habilidades destacadas, enfrentan resistencia, incluso hostilidad, por parte de quienes los perciben como amenaza para su posición o permanencia del grupo. Mentalidad que genera cultura de conformismo y restringe las oportunidades de cambio y mejora. La uniformidad se convierte en el único estándar, mientras que la creatividad y disrupción son vistas como problemas, en lugar de motores para el progreso.

En política, es exageradamente pernicioso. Los mastuerzos bobalicones contagian. La comunidad exige líderes capaces de romper esquemas, actualizar y guiar a sus naciones hacia nuevas y mejores realidades. Sin embargo, los sistemas políticos donde predomina el temor a la disidencia o a la originalidad promueven una cultura de aversión a los líderes transformadores. Así, la pluralidad de voces se sofoca y el pensamiento moderno queda relegado en favor de una estabilidad superficial. Las ideas radicales o líderes visionarios son observados como amenazas y, en lugar de abrir un debate, el sistema los margina.

Encierra la capacidad de las democracias para adaptarse a nuevas situaciones, porque cada vez que una voz disidente o rejuvenecedora intenta cambiar la narrativa, se enfrenta a los parapetos de un sistema construido para premiar la conformidad. En lugar de enfrentar los desafíos con ideas frescas y soluciones audaces, el liderazgo cae en una monotonía cómoda, donde las decisiones responden a mantener la armonía de cogollos que a satisfacer las necesidades de una sociedad en constante transformación.

Combatirlo demanda una evolución cultural profunda. El entorno debe aprender a valorar las diferencias, estimar y apreciar los desacuerdos, no solo como forma de enriquecer la diversidad, sino como herramienta esencial para el desarrollo. Significa establecer espacios donde el talento y excelencia sean celebrados, alentados, y no entendidos a manera de amago perverso. Implica construir un saber en la que ideas disímiles y enfoques originales sean recibidos con estima, respeto y curiosidad. Fomentar la democracia pluralista, en la que voces contrarias y dirigentes inquietos y soñadores, aporten ideas sin temor a represalias.

En última instancia, es una lucha contra la transición hacia la sustitución. Es un miedo atávico que busca proteger, salvaguardar el statu quo, incluso cuando no beneficia al ciudadano. Para evolucionar, se debe rechazar esta mentalidad y abrirse a la inteligencia y discrepancia. Solo así se destroza la estafa de la mediocridad y se avanza hacia una sociedad en la que talento e innovación encuentren su lugar natural, impulsando hacia un futuro mejor de verdadera excelencia.

@ArmandoMartini