La historia de Emma Carrero, periodista de formación, pero barista de corazón, tiene aroma de perseverancia y sabe a dedicación. Todo comenzó como un simple empleo para pagar sus estudios en Maracaibo y se convirtió en el sorbo más dulce de su carrera que la llevó a explorar los secretos del café de especialidad en distintos rincones del mundo. “Las cosas con pasión siempre llegan al lugar correcto”, aseguró la estrella del “Latte Art”.
Quería ser parte de % Arabica y alcanzó un sueño que parecía lejano. Ahora, desde Nueva York, es parte de la icónica cafetería donde también lidera la presencia digital de la marca. Más que dominar la técnica y estética detrás de la barra, mezcla sus saberes con destreza, al demostrar que, cuando el éxito se trabaja grano a grano, el resultado puede ser un espresso bien logrado.
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Maracaibo no solo es conocida por su Lago o el Relámpago del Catatumbo, sino también por ser la ciudad donde nació y se formó Emma Carrero, una venezolana que le dio un giro a su vida que muchos describirían como una taza de café: intensa, aromática y sorprendente.
Emma, quien inició su carrera en el mundo del periodismo y los medios audiovisuales, encontró su vocación entre aromas de granos de café en una cafetería local, “Brew”, que marcó el principio de una pasión inesperada.
“Me interesaba mucho el periodismo, la radio, la fotografía y por lo tanto, tenía que conseguir un trabajo para poder pagar la universidad y conseguí este empleo en un ‘coffee shop’ que se llamaba ‘Brew'”, dijo.
Añadió que “en ese momento, era uno de los más populares de la ciudad y pionero en Venezuela del café de especialidad”. Pero lo que comenzó como una labor sencilla, poco a poco avivó la curiosidad de esta joven criolla y empezó a inmiscuirse en cada detalle del barismo, como quien disfruta cada sorbo de un “marroncito” por la tarde.
“Al final veía siempre al barista haciendo café y concentrado, recibiendo personas que lo entrenaran y también venían personas que hacían diferentes tipos de cosas como copings y cosas que no sabía que estaban haciendo en ese momento y me interesó muchísimo”.
Posteriormente, una oportunidad tocó su puerta y decidió recibir entrenamiento como barista al sentirse atrapada en un mundo que para ella aún tenía muchas facetas y posibilidades.
“De ahí comenzaron mis entrenamientos con baristas de Maracaibo. Fueron demasiado profesionales detrás de la barra, exigentes, serios. Me enseñaron más que café de especialidad, me enseñaron muchísima disciplina, amor y respeto por lo que es el café. En ese momento, obviamente, ya no había vuelta atrás de pensar solamente en la universidad, era algo en lo que estaba leyendo día y noche queriendo practicar y mejorar”, contó.
Una pasión inesperada
Emma explicó que su amor por el néctar oscuro comenzó al darse cuenta que “la gente se toma su tiempo, su espacio y delicadeza cuando de café se trata. Eso fue lo que me atrajo al principio y pues todavía me tiene aquí”.
Sin embargo, la situación en Venezuela la llevó a buscar nuevos horizontes. Primero en Colombia y luego en México, Emma encontró que el café seguía siendo su ancla y en esa bebida halló un rincón para adaptarse y encontrar comunidad en cualquier lugar.
Cada país le ofreció una perspectiva única sobre el elixir matutino. Colombia, con su orgullo por el café de origen, le mostró la profundidad cultural detrás de cada grano. México le presentó un sistema más dinámico y una comunidad robusta, pero diferente. No obstante, Nueva York se convirtió en la joya de la corona donde su pasión se amplificó.
“Fue como una fiesta de cafés de todos lados del mundo en un solo espacio. De culturas diferentes, y creo que esa es mi parte favorita de haber estado en otros lugares y de pronto conseguir esto acá. Es lo que me encanta más, enamorarme muchísimo más de esto, porque por ejemplo, en los festivales de café no te imaginas la variedad de personas que hay, de los diferentes cafés que puedes probar, es una mezcla de todo al mismo tiempo, y eso lo hace sentir muchísimo más especial”, mencionó.
Café americano
Sin embargo, el proceso de adaptación en cada país tuvo sus desafíos, especialmente en Estados Unidos con su idioma y cultura. “Lo único que ha permitido que se me abran las puertas, es que de aquí al otro lado del mundo el servicio al cliente es súper importante. Eso sí te lo podría decir, que en cualquier parte del mundo, no importa la lengua, una sonrisa y el servicio al cliente siempre te van a abrir las puertas, a trabajar y a tener oportunidades”, remarcó.
La llegada a Estados Unidos fue un desafío, como lo es para muchos migrantes. Aún así, para Emma, Nueva York ofrecía una dinámica diferente, casi una danza, como ella misma lo describe.
“Cuando llegué, aprendí que es una ciudad universal que te enseña a adaptarte, tienes que ir fluyendo con ella. Es como una danza, porque en otras ciudades de Estados Unidos no es lo mismo. Podría costar más adaptarse en otras ciudades que en Nueva York”, compartió.
Ese vaivén cultural que caracteriza a la Gran Manzana fue crucial en su proceso de adaptación. “En Nueva York hay muchas personas que hablan español, que han crecido con otras culturas y las personas que saben que no eres de aquí te ayudan mucho a adaptarte, especialmente sabiendo que todos aquí casi todos somos migrantes. Y eso es algo que también me dio más que un soporte, me dio una ayuda emocional muy grande”, detalló.
La diversidad de la ciudad le permitió ampliar sus horizontes y crecer como persona. Conocer a migrantes de distintos rincones del mundo fue una lección de vida. “Eso me dio la oportunidad de también abrir más mi mente, ser más abierta”.
Un sueño cumplido
Pero la Gran Manzana no fue solo un refugio multicultural, también fue el escenario donde Emma amplió su amor por el café de especialidad. El giro inesperado en su carrera comenzó con un encuentro fortuito en 2017.
“Cuando entré al mundo del café, estaba obsesionada buscando referencias de cuáles eran los mejores cafés a nivel mundial en cuestión de estética, sabor, historia, de todo lo que yo quería o lo que veía en el café de especialidad y lo que me inspiraba a llegar a hacer en un futuro, entonces me topé con la cuenta de Arabica”.
Guardó una publicación en Instagram de la marca desde sus primeros días y desde entonces, Emma soñaba con unirse a sus filas. Era más que una simple cafetería; representaba un ideal de perfección, minimalismo y dedicación al detalle. “Arabica fue un pilar en mi comienzo con el café de especialidad. En ese momento lo dije como un sueño: ‘¡Wow! Me encantaría trabajar en Arabica’”, recordó.
Lo que comenzó como un deseo lejano, finalmente se materializó de forma sorprendente. La oportunidad llegó, pero no sin obstáculos. A pesar de su preparación técnica y su destreza en el arte del latte, una barrera por poco le frustra sus planes. “Casi no me dan la oportunidad por el idioma”, confesó.
Pero su habilidad detrás de la barra fue el pasaporte que necesitaba para cruzar esa frontera lingüística. “Recuerdo que en la prueba de latte art hice un cisne, y eso fue lo que me ayudó a entrar sin hablar, básicamente”, relató.
“Casi que no duermo estudiando inglés y practicando todas las noches. Significó mucha enseñanza, mucha presión para aprender, me hizo sentir tan feliz de saber que no había trabajado tantos años en vano, que encontré la oportunidad y estaba lista para dar el 100 por ciento”, señaló.
Detrás de la taza
Cuando Emma pisó suelo estadounidense, nunca imaginó que su vida cambiaría de rumbo de forma tan radical. Pero la extensa comunidad de baristas y amantes del café le ofreció un refugio y una escuela sin igual. Ahora, domina el arte de preparar una taza perfecta y además guía a nuevos baristas que, como ella alguna vez, aprenden a comunicarse a través del café.
“El mundo del café es una montaña rusa que no se detiene, diría que aún sigo aprendiendo muchas cosas. Tenía mucho miedo cuando llegué a Estados Unidos, pero después de conocer la comunidad, de aprender con ellos, de conocer los baristas de Arabica de Estados Unidos y de otros países, de estar en eventos en Nueva York, ver otros cafés, y cómo la gente es tan apasionada también ha sido una experiencia única”, resaltó.
Aun así, la joven criolla admitió que los cambios fueron retos en su camino. Pasar de la inseguridad de no poder expresarse en otro idioma a liderar con confianza es, sin duda, uno de sus mayores logros. Más allá del idioma, lo que le ha permitido destacar en su nueva faceta es la capacidad para conectar a las personas a través de esta bebida milenaria. “Ver el mundo a través del café, para mí es no sólo viajar, sino aceptar personas de todos lados, de dar oportunidad a todo el que tenga pasión, de mostrar que tienes para dar y que la pasión por el café te lleva lejos”.
Asimismo, manifestó que su aptitud para contar historias, una de las razones por las que eligió el periodismo, nunca desapareció del todo. De hecho, pudo fusionar sus dos pasiones: los medios audiovisuales y el café. “Quiero compartir historias de baristas, de los clientes, cómo todo se combina, que la gente pueda apreciar la perspectiva tan bonita que veo del café detrás de la taza”.
Experiencias que conectan
Luego de comenzar su trabajo en % Arabica, Emma encontró otra oportunidad para sacar a flote sus talentos. Con naturalidad y entusiasmo, le comentó al dueño de la cafetería sobre su experiencia como periodista y el deseo de crear contenido para la marca. “Creo que lo dije más en chiste, como que sería un sueño para mí, pero él me escuchó y me dio la oportunidad. Hice de todo para mostrarle que de verdad quería hacerlo, y desde hace dos años manejo las redes sociales tratando de comunicar este mismo mensaje que quería comunicar desde hace mucho tiempo”, aseveró.
Uno de los hitos más importantes de su carrera fue su participación en el documental “Cómo el café de Nueva York cambió el mundo”. Para Emma, esta vivencia superó sus expectativas. “Es hermosísimo y tuve la oportunidad de colaborar realizando visuales allí. Me parece que es increíble esa combinación, especialmente hablando de Nueva York. Creo que ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en Estados Unidos, sigo diciéndolo y me parece un sueño”.
“Siempre creo que mientras hables desde lo que sientes todo va a conectar”, reflexionó Emma. Para ella, el café es mucho más que una bebida, es un puente cultural que le permite expresar quién es y de dónde viene. En % Arabica, donde el lema es “ver el mundo a través del café”, aprendió de expertos de todos los rincones del planeta. Esta diversidad ha sido su fuente de inspiración para compartir sus propias vivencias.
“Ellos nos dieron ejemplos de su experiencia en sus países, manteniendo disciplina, fue muy inspirador para mí a la hora de crear mi camino”, enfatizó.
Nuevos aromas
Emma, quien ahora se dedica a capacitar a otros, encontró una forma única de integrar su cultura venezolana en cada taza que sirve. “Quise mantener los ejemplos de Venezuela, Colombia y México, hablar de los inicios, un poco de Venezuela y el café, y mantener las mismas características de la primera persona que me enseñó a hacer café”.
“Me encanta tener la libertad de hablar no solo desde una sola parte del mundo, sino hablar del café en general y contarlo desde la experiencia, y poder representarlo porque me dieron la oportunidad”, agregó.
Pero su aventura no termina aquí. El futuro de Emma promete tantas sorpresas como el presente. Aunque disfruta del día a día entre el aroma y sabor del café, no descarta tomar nuevos horizontes. “El mundo del café es una montaña rusa, quiero explorar y aprender todo lo que pueda”.
A largo plazo, la idea de abrir su propio rincón es una posibilidad. “Eventualmente me imagino abriendo mi espacio, pero aún defino los detalles, ya tengo nombre y todo”, compartió emocionada. Como toda criolla, es cauta y sabe que, antes de lanzarse a esta travesía, prefiere tomarse el tiempo necesario para prepararse más, evolucionar y triunfar.