Agustin Urreiztieta: A 80 años del desembarco en Normandía

Agustin Urreiztieta: A 80 años del desembarco en Normandía

El primer asalto en la playa Omaha fue a las 6 y 30 de la mañana. No habían bajado aun de las embarcaciones y ya muchos caían. Se oía claramente el traqueteo incansable de las ametralladoras alemanas en la playa. Las balas rebotaban y producía el tintineo característico del metal contra metal. Luego del primer asalto, el reguero de cuerpos inertes lamidos por las olas… El agua teñida de rojo.

El 6 de junio de 1944, 160 mil soldados cruzaron el Canal de la Mancha junto con el mayor despliegue anfibio jamás registrado en la historia. Los recibían ráfagas feroces de ametralladoras MG 15. Solo ese día murieron 4.440 soldados aliados y se registraron 5.800 heridos o desaparecidos.

A 80 años del desembarco, es necesario recordar que los soldados aliados no solo estaban liberando a Francia y Europa del dominio nazi; también estaban poniendo las bases para un nuevo orden mundial que prevalecería por las décadas. El viejo orden colonial finalmente volteaba su página en la historia.





Hoy, ese orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial está desmoronándose. Esto se debe tanto a los ataques de sus adversarios revisionistas como a los cambios en el mundo.

Como lo marca la tradición, el 6 de junio pasado los líderes presentes en Normandía emitieron una declaración transatlántica, renovando los principios y valores sobre los que se fundó el orden internacional de la posguerra. Aunque fue un gesto positivo, no trajo novedades.

El problema radica en que representan un mundo occidental que era dominante en 1945, con el imperio soviético como único competidor. Hoy, Occidente enfrenta cuestionamientos a nivel global, y sus valores están siendo disputados incluso dentro de sus propias sociedades. Solo basta observar cómo se cuestiona el poder tradicional en los Estados Unidos, como la extrema derecha toca las puertas del poder en Europa y como potencias emergentes desafían el orden post guerra. Solo por citar algunos ejemplos.

Por ello, es crucial recordar el contexto del mundo al final de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, los grandes imperios coloniales seguían siendo poderosos. Las Naciones Unidas se fundaron en 1945 en San Francisco con solo 50 Estados miembros; hoy son casi 200. Enorme diferencia.

Asimismo, el Consejo de Seguridad fue diseñado en torno a los “vencedores” de la guerra, con cinco miembros permanentes: China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y la URSS. Casi 80 años después, la jerarquía económica y política ha cambiado drásticamente, y los países emergentes como India o Brasil, así como una potencia económica como Japón, quedan al margen. Cambiar esta estructura anquilosada ha sido imposible durante décadas, ya que se requiere unanimidad para modificar la Carta de la ONU.

Además, las instituciones financieras, comerciales y políticas internacionales como el FMI, el Banco Mundial, la OMC y tantas otras, llevan la impronta de este orden occidental, lo que genera un resentimiento palpable creciente.

Salir de esta situación es aún más complicado porque potencias como China y Rusia aprovechan este resentimiento, presentándose como defensores de un cambio en el orden mundial, incluso mediante la fuerza. Así, vemos a China, penetrando a través de su nueva ruta de la seda, las economías y sociedades de otros países, notablemente en África. Del mismo modo, la Rusia de Putin ofrece asesorías en seguridad y envía tropas “privadas” para asegurar sus intereses en la región, invade a Ucrania en una guerra de agresión y desafía a sus, otrora, aliados. Hay que recordar que tanto China como Rusia son miembros del Consejo de Seguridad. ¿Son necesarios otros ejemplos para sentir la magnitud del cambio?

Los occidentales se encuentran en una posición incómoda, ya que se les acusa, con razón, de ignorar los valores que reafirmaron en Normandía cuando les conviene. La guerra de Gaza ha intensificado este sentimiento de doble estándar, creando un abismo profundo que es difícil de entender en el mundo occidental.

Entonces, ¿cómo avanzar? Primero, reconociendo que el mundo ha cambiado y que, aunque estos valores siguen siendo relevantes, la organización mundial ya no puede ser la de 1945. No hacerlo significa dar la razón a las potencias totalitarias que buscan volcar la mesa a su favor.

Los herederos de los aliados del 6 de junio deben reflexionar sobre la creación de un mundo más equitativo, en lugar de mantener la dominación occidental. Esta es una cuestión existencial.