El aroma del éxito huele 100 % a maíz fresco, y Kelly Alfaro lo sabe bien. Esta abogada que creció entre los fogones de un restaurante familiar en Puerto Ordaz cambió las leyes por un delantal. Después de emigrar a Estados Unidos su vida dio giros inesperados, pero nunca dejó de trabajar hasta encontrar una estabilidad para ella y su familia. Aquella odisea la llevó a transformar su amor hacia la comida tradicional en un emprendimiento muy popular en Florida: “Manos Criollas”.
La respuesta a la innovadora propuesta fue tan satisfactoria que ahora es un negocio demandado gracias a sus auténticos sabores. El cuidadoso proceso del grano a la masa de los productos congelados y su toque de sazón casera han llegado a diferentes ciudades. Sin embargo, la aventura apenas empieza. Con una visión firme y planes de expansión, la venezolana se alista para conquistar más paladares y estar presente en todos los hogares del país norteamericano.
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Con 37 años, Kelly se convirtió en una embajadora de los sabores venezolanos en Estados Unidos, pero detrás de esta hazaña, hay una historia que se preparó a fuego lento en su natal Puerto Ordaz, estado Bolívar, donde la joven emprendedora se involucró de lleno en la pasión culinaria de su familia, al administrar el restaurante “Manos Criollas”.
“En Venezuela era la gerente general del restaurante de mi familia, que también es ‘Manos Criollas’. Ese restaurante tiene 25 años, o sea, toda mi vida he trabajado ahí”, compartió la guayanesa.
Sin embargo, a pesar de tener una Licenciatura en Derecho y continuar en el negocio familiar, la situación económica y social de Venezuela la llevó en 2018 a tomar una decisión que cambiaría su rumbo para siempre: emigrar.
Un reto con “Manos Criollas”
La travesía de Kelly y su familia al llegar a norteamérica comenzó en Chicago, donde trabajaron en aplicaciones como Uber para subsistir. “Llegué con mi esposo y mis dos hijos. Mi hijo mayor tenía siete años y mi bebé tenía un año”, recordó. Adaptarse a una nueva ciudad fue un gran reto, y en 2021, tras una larga pandemia, optaron por mudarse a Florida para buscar otras oportunidades.
Llegar al “estado del sol brillante” significó una segunda migración para Kelly, un desafío lleno de dificultades. “Estábamos acostumbrados a Chicago, que el poder adquisitivo era más fácil. Aquí en Florida es un poquito más rudo”, admitió. La incertidumbre por la falta de permisos de trabajo complicó aún más la situación, pero esta criolla nunca se dio por vencida. Cuando las puertas parecían cerrarse, un consejo materno le planteó una alternativa.
“Mi mamá me decía: ‘regrésate a Venezuela’, y yo: ‘no, no quiero regresarme a Venezuela, ya estoy aquí, tengo que continuar’”, relató Kelly. Fue entonces cuando su madre, viendo su determinación en conseguir el anhelado “sueño americano”, le sugirió algo inesperado: “Pero mija, ponte a hacer empanadas”.
Con ello en mente, aún Kelly estaba renuente porque adentrarse en el mundo gastronómico requiere un esfuerzo mayor. “Toda mi vida vi lo que era un restaurante, el sacrificio que tenían que hacer, como familia no teníamos tiempo porque todo giraba en torno al restaurante y a lo que estaban haciendo mis padres en ese momento. Pero claro, gracias a Dios y a ellos, nos dieron educación por su trabajo. La familia creció como creció por ese negocio, y todo lo que salió y surgió de ahí. Se pagó el precio, pero también se gozó”.
La inversión audaz
Entonces, a Kelly se le ocurrió realizar empanadas congeladas. “Aquí en Estados Unidos toda la comida es congelada, impresionantemente, pero esas comidas le echan químicos, le echan muchos aditivos que hace que la comida pierda sabor”.
Pero admitió que su visión era diferente, pues quería ofrecer comida congelada auténtica y sin aditivos, que recordara a los venezolanos el sabor de casa. “Estuve tanto tiempo trabajando en el negocio de mis padres, yo no me involucré en la parte de la cocina, yo no hacía la producción, ayudaba una que otra vez a mi mamá, pero no cocinaba”.
El apoyo de su madre y su esposo, quien también tiene talento culinario, fue crucial. “Llamaba a mi mamá todos los días: ‘mami, este guiso lo hice así, esto me quedó rico, esto no’, y mi esposo me ayudó muchísimo a perfeccionar estos guisos y bueno, comenzamos”, explicó.
Juntos, empezaron a elaborar empanadas y a regalarlas para darse a conocer. La respuesta fue abrumadoramente positiva. “A mucha gente le encantó, la gente me decía: ‘Continúa, no vayas a parar, las estás haciendo buenísimas, no he probado unas empanadas así, saben mucho a mi país, saben mucho a mi tierra’”.
Las primeras ventas se realizaron de manera sencilla al usar bolsas Ziploc compradas en Walmart. “No tenía los recursos, así que lo hice con lo que tenía al momento. Era algo que representara lo que quería manifestar para el futuro”, detalló. Y es que esa humildad inicial no detuvo su avance, e incluso, su esposo llevaba las empanadas a cualquier reunión y permitía que más personas probaran el sabor a casa.
“Creo que esa fue la mayor inversión que pude haber hecho”, reflexionó Kelly. La estrategia funcionó. Pronto, las empanadas de “Manos Criollas” se convirtieron en un producto deseado por la comunidad en Florida. Cada venta y paquete entregado, representaba un paso más hacia la consolidación de su sueño.
La integridad de un producto
El principal obstáculo para Kelly como emprendedora fueron sus miedos, aunque se apresuró en creer en su potencial para romper esa barrera y sacar a flote los conocimientos que la acompañaron desde el restaurante de su familia. Pero para dar a conocer su negocio, debía encontrar la manera de conectar con la comunidad, a pesar de no hablar inglés.
“Comencé con las redes sociales y ahí de verdad me hice viral con los primeros vídeos, a la gente le gustaba”, compartió Kelly. Gracias a TikTok, logró aumentar su clientela y relacionarse con personas en situaciones similares al transformar sus experiencias cotidianas en una fuente de inspiración y apoyo para muchos.
La propuesta de “Manos Criollas” se distingue por su empeño con la calidad. Kelly insiste en mantener sus productos libres de químicos y aditivos, una práctica poco común en el mercado de alimentos congelados en Estados Unidos. “Lo que hace único a mi producto es eso (…) mantener lo artesanal, lo original, lo natural”, afirmó Kelly, quien dejó en evidencia su esfuerzo por ofrecer productos que recuerden a sus clientes los sabores tradicionales de Venezuela.
Garantizar la autenticidad de los sabores no es tarea fácil en un país donde lo natural es escaso. Kelly se esmera en seleccionar los ingredientes más frescos posibles, incluso si eso significa trabajar con productos que se deterioran rápidamente. “Trato de ir a la tienda y comprar lo más natural, eso hace que para mí ese producto sea natural”, aseguró Kelly mientras destacaba su dedicación por mantener la integridad de sus recetas.
El proceso de creación de sus productos es una labor de amor y precisión, lo que le permite tener una aceptación significativa entre los consumidores y consolidarse en el competitivo mercado estadounidense.
“No le echo nada de químicos ni aditivos para que perduren en el congelador, solo trato de mantener lo que hace muchísimos años se hacía en Venezuela, que es lavar, moler, trabajar con maíz, hacer unas arepas de maíz, pero del maíz que nosotros procesamos. Lo único que obviamente no lo trillo, ¿qué es lo que harán para pilarlo? Todo el mundo sabe que para pilarlo utilizan cal y yo trato de hacerle un proceso de limpieza del maíz para eliminar todo esto, y sin embargo lo cocinamos, le quito el almidón. Por eso de alguna forma siempre digo que es ‘gluten free’, porque nosotros le quitamos todo eso”, señaló la venezolana.
Un menú 100 % maíz
La historia de “Manos Criollas” en Florida está estrechamente relacionada con la de su familia. “Manos Criollas 100% maíz es más que un eslogan, es el legado de mi familia”, dijo esta audaz entusiasta. Desde sus inicios en Venezuela, la marca ha mantenido su compromiso con la autenticidad: “Aquí 100% maíz es 100% maíz, no hay otra cosa que tú le combines o le eches al producto”. Este principio se convirtió en la piedra angular en la que Kelly construyó su negocio.
“Cuando nosotros comenzamos el negocio de Manos Criollas, que yo soy fundadora prácticamente también, nosotros trabajamos solamente con maíz, pero en este caso el maíz tierno. Mi mamá vendía la masa para la cachapa, vendíamos bollito de maíz tierno y cachapa también, solamente trabajamos con eso y a medida que íbamos avanzando, pues se fue anexando el maíz pilado, se fue anexando todo lo que se vende allá”, agregó.
Y aún cuando su familia sigue en Venezuela, el apoyo y los valores inculcados por ellos son su motor. “Lo que me hace sentir muy feliz y muy orgullosa es mi familia, de que vengo de allá y de que el nombre, más que el nombre, es toda mi esencia, viene de mis tíos, de mi abuela, de la gente que me vio crecer”, expresó con emoción.
“Resulta ser que he servido de inspiración a otros y es algo muy bonito, algo que está sembrado en mí y que se lo agradezco a toda mi familia, y a mi mamá, que es la base fundamental del negocio de Manos Criollas, que levantó a mi papá (…) quisiera volver a Venezuela y verlos a todos, pero bueno, todo a su debido tiempo”, añadió.
La aceptación del emprendimiento en Florida ha sido notablemente cálida, algo que Kelly nunca imaginó. Si bien hay abundancia de opciones gastronómicas en la zona, sus productos encontraron un nicho especial, al destacarse por su calidad y originalidad. Y ese impacto se extiende a nivel internacional, donde Kelly apoya a otros emprendedores latinos. “Tengo gente en Ecuador, Honduras, y venezolanos en Inglaterra, Canadá, Francia (…) es impresionante cómo están alrededor del mundo”.
Actualmente, “Manos Criollas” opera con tres food trucks en Florida: dos en Orlando y uno en Tampa. Estos puntos de venta además de ofrecer productos listos para disfrutar, también tienen opciones congeladas que facilitan la vida de sus clientes. “Promociono mucho mis congelados porque me parece que esto es una forma de resolver el desayuno y una cena en su casa”.
¿Y su menú?, pues es un verdadero festín de sabores criollos. Empanadas con rellenos variados, desde mechada hasta camarones, arepas, tequeños, y los tradicionales bollitos de maíz tierno son solo algunas de las delicias que se pueden encontrar en sus tres locaciones.
“Del grano a la masa”
El proyecto de la criolla va más allá de vender, pues ahora también enseña a los emprendedores mediante los cursos online “Del grano a la masa” para que lleven el sabor de Venezuela al mundo. Refirió que la idea nació en abril, apenas dos meses atrás.
“Tengo más de un año dándole asesoría de lo que he hecho a personas que me llaman. Durante estos dos años y medio les digo todo porque se encuentran en otros estados o también lo he hecho online, pero sola, individual y se encuentran en otros países”. Lo que comenzó como una respuesta a la disminución de ventas se transformó en una plataforma educativa exitosa.
Aunque su primer curso fue improvisado, rápidamente recibió un alcance inesperado. “Ha sido una experiencia fenomenal. Jamás imaginé que me podía sentir tan bien a la hora de poder compartir esos conocimientos. A mí me fascina dar los cursos. No sabía que tenía ese don”, manifestó satisfecha.
Paralelamente, Alfaro se siente motivada al ver cómo sus estudiantes aplican lo aprendido. “Verlos cómo están haciendo o practicando lo que les enseñé, me encanta apoyarlos en todo”, indicó. Algunos insisten en los temores sobre la competencia en el mercado, pero ella mantiene su filosofía de compartir: “La verdad creo que el sol sale para todos y no tengo absolutamente nada de miedo”.
Para la mente detrás de “Manos Criollas”, la clave en este negocio de la comida radica en la disciplina y la constancia. Su compromiso y dedicación convirtieron una iniciativa temporal en una creciente y prometedora aventura empresarial. Así mismo, mantener viva la esencia gastronómica de su tierra natal en cada platillo no es tarea sencilla, aunque Kelly conoce el secreto.
“Tengo que innovar siempre y uno debe dar un detalle. Siempre debe regalar algo para que la gente no se le olvide de dónde viene, no se le olvide quiénes somos (…) Le tengo muy buena atención a mis clientes, a mi público, a mis seguidores, a todo el mundo. Entonces, creo que eso es lo que hace mantener la esencia de mi negocio”, contó.
En tal sentido, precisó lo que implica llevar un “pedacito de Venezuela” a las mesas americanas. “Me enorgullece muchísimo y sé que vamos a hacer bien grandes en este país. Sé que ‘Manos Criollas’ no nada más va a llegar a cada mesa de cada migrante, de cada latino aquí. Vamos a llegar a todos los norteamericanos y ahora van a comer bien rico y bien sano, y van a saber lo que es bueno, porque ellos de verdad no tienen esa esencia. Lo de ellos son hamburguesas, perros calientes, esas cosas”.
Expansión de la comida venezolana
En cuanto a sus aspiraciones futuras, la valiente emprendedora no se queda atrás. “Tengo planes. De hecho, ahorita creo que me voy a poner a hacer pastelitos”. La necesidad de cambiar de proveedores la impulsó a explorar distintas áreas dentro de su negocio, asegurando que la calidad de sus productos se mantenga siempre en alto.
Su constante búsqueda por innovar y ofrecer productos únicos, llevó a Kelly a contemplar nuevas creaciones. “He creado otro sabor de empanada. Y también quería hacer como unos tequeños pequeños de maíz, o sea que la masa sea de puro maíz con quesito”.
Además, adelantó su sueño de expandirse por todo el país. “Estoy franquiciando mi negocio. Espero tener lista la franquicia, Dios mediante, a finales de este año o comienzos del año que viene. Esa es la expansión que tengo en la primera puerta y la fábrica que estoy formando, estoy sacando los permisos para poder meterme en todos los supermercados a nivel nacional”, reveló.
Si los tacos mexicanos conquistaron a América, ¿por qué no nuestras empanadas y arepas? Los estereotipos culinarios están para romperse y Kelly Alfaro es la mejor muestra de ello, se reinventa en la adversidad para avanzar hacia un futuro próspero y construir un legado criollo que perdure.