Dos años después de que Xi Jinping declarara una asociación «sin límites» con Vladimir Putin, y mientras los líderes se reúnen de nuevo en Pekín los días 16 y 17 de mayo, el mundo está viendo lo que el enfoque de China significa en la práctica. No es bonito. Como explicamos esta semana, las empresas chinas están apoyando la guerra de Putin en Ucrania vendiendo a Rusia artículos necesarios para fabricar armas. Los guardacostas chinos intimidan a los buques en el Mar de China Meridional, haciendo valer sus falsas reivindicaciones territoriales. Y los espías chinos se entrometen supuestamente en Gran Bretaña y otros países.
El desafío de Xi al mundo es más sutil que el planteado por el belicista Putin. Pero sigue siendo un problema. Xi anhela un orden en el que la fuerza imponga el derecho, dejando que China haga lo que le plazca. Su apoyo a los Estados parias pretende desafiar y dividir a Occidente, evitando al mismo tiempo un enfrentamiento directo. Su «coerción de la zona gris» en el Mar de China Meridional no llega a ser una guerra, pero pretende debilitar a sus enemigos. China cree que estas tácticas pueden mantenerse sin llegar al conflicto. La cuestión para cualquier país que apoye las normas mundiales es hasta dónde dejar llegar a Xi.
En lo que respecta a Rusia, el líder chino ya ha ido bastante lejos. Xi hace caso omiso de las peticiones occidentales de que modere su apoyo a Putin, pues considera a Rusia un socio indispensable en su campaña para desmantelar el orden liderado por Estados Unidos. Ambos países han estrechado sus lazos militares y comerciales. Estados Unidos, por su parte, ha endurecido las sanciones e impuesto aranceles a China en otros ámbitos. Lo que más preocupa son los componentes y la maquinaria chinos que llegan a los fabricantes de armas rusos. Antony Blinken, el principal diplomático estadounidense, ha declarado que Rusia tendría dificultades para seguir adelante en Ucrania sin el apoyo de China. China no participa en la crisis, ni es parte en ella, eriza Xi. Pero una guerra larga que ponga a prueba la unidad de Occidente le beneficia.
Al otro lado del mundo, es el riesgo de un conflicto provocado por China lo que preocupa a Estados Unidos y a sus aliados. El Mar de China Meridional es más grande que el Mediterráneo, pero cada vez más difícil de cruzar sin toparse con buques guardacostas chinos haciendo cosas peligrosas. Cerca de dos bancos de arena en disputa, los guardacostas chinos disparan habitualmente a los barcos filipinos con cañones de agua lo bastante potentes como para doblar el metal. Más al sur, los barcos chinos acosan a los malayos que buscan petróleo y gas en la zona económica exclusiva de Malasia, aguas que China considera suyas.
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