Los pasajeros del vuelo 601 de la aerolínea colombiana Sociedad Aeronáutica de Medellín (SAM) aún no habían terminado de desatar sus cinturones de seguridad después de que el Lockheed L-188 Electra despegara del aeropuerto de la ciudad de Pereira cuando escucharon una explosión – como un disparo – en la parte posterior del avión y vieron a dos hombres de pie, encapuchados y con armas en la mano.
Por Infobae
-¡No se muevan, esto es un atraco! – gritó uno de ellos y más de uno de los sorprendidos viajeros creyó que se trataba de una broma. La situación era extraña porque la explosión no había provocado ningún daño visible en la aeronave y la palabra utilizada por el encapuchado – “atraco” – resultaba insólita para anunciar el secuestro de un avión.
Así comenzó la verdadera historia del secuestro del avión HK-1274 de SAM, recuperada y convertida en una “ficción basada en hechos reales” la serie de seis capítulos dirigida por Camilo Prince y Pablo González que se estrenó este mes en Netflix y ya ocupa un lugar en el ranking de las más vistas de la plataforma.
El vuelo 601 de SAM se realizaba todos los días, en una ruta que se iniciaba Bogotá y terminaba en Medellín, con escalas en los aeropuertos de Cali y Pereira. El 30 de mayo de 1973 volaba con 84 personas a bordo entre tripulantes y pasajeros, y estaba realizando el recorrido sin contratiempos hasta la una y media de la tarde, cuando los secuestradores de apoderaron del avión.
Ninguno de los pasajeros imaginó entonces que sería protagonista del secuestro de aviación más largo de la historia en América Latina y uno de los más prolongados de la aeronáutica mundial, durante el cual el avión de SAM permanecería más de 60 horas en poder de los secuestradores, recorrería cerca de 24.000 kilómetros, sobrevolaría varios países, realizaría 12 aterrizajes y otros tantos despegues en medio de tensas negociaciones con la aerolínea y las autoridades para terminar en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en la Argentina, donde sorprendentemente la aeronave aterrizó vacía, sin rastros de los dos secuestradores.
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Los secuestros de aviones en vuelo, generalmente cometidos por comandos guerrilleros, eran moneda corriente en América Latina. Según el escritor y académico italiano Massimo Di Ricco, autor del libro “Los Condenados del Aire”, en el cual se basa la serie de Netflix, entre 1967 y 1973 hubo cerca de 90 actos de piratería aérea en la región, que casi siempre terminaban con el aterrizaje de la aeronave en el aeropuerto de La Habana, en Cuba.
Un destino inesperado
Quizás por eso cuando después de reducir a los pasajeros y a las azafatas uno de los dos encapuchados entró en la cabina de los pilotos y anunció, arma en mano, que se trataba de un secuestro, el capitán Jaime Lucena se confundió al escuchar la demanda que le hizo con un acento que no reconoció como colombiano.
-Esto es un secuestro – le dijo el encapuchado.
-Dígame qué quiere – respondió Lucena.
El secuestrador pronunció una sola palabra:
-Aruba – dijo
-¿A Cuba? – preguntó el capitán, creyendo que había escuchado mal.
-No, Aruba – insistió el hombre.
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