Un buzo se encontraba en el río Cooper, en Carolina del Sur, cuando fue atacado por un cocodrilo. El hombre, que tiene como hobby buscar huesos fósiles en las profundidades del agua, se encontró de frente con el feroz animal, que lo atrapó, lo sumergió y casi le arranca un brazo. “Sabía que iba a morir justo en ese momento y en ese lugar”, recordó en su crudo relato de aquel desesperante momento.
Por La Nación
Will Georgitis aprovecha su tiempo libre para grabar videos en los ríos, mares y lagunas que explora, con el objetivo de hallar restos animales, como dientes de tiburones, tal como muestra en su cuenta de Instagram. Los resultados que aparecen en redes sociales son impactantes: piezas dentales de todo tipo, color y tamaño. De hecho, tiene una colección de más de 10.000 fragmentos que se encuentran a la venta.
El feroz encuentro de un buzo con un cocodrilo en Carolina del Sur
El pasado 15 de abril, Georgitis se hallaba en el río Cooper. Después de una larga sesión de buceo, cuando vio que a su tanque de oxígeno le quedaban solamente 10 minutos, decidió salir a la superficie para prepararse y emprender el regreso a casa. Al salir a flote, se sorprendió al ver a un cocodrilo que nadaba cerca de él. “Se dirigió directamente hacia mí”, le contó a The post and Courier.
El animal lo embistió y, en ese momento, lo único que se le cruzó por la cabeza al hombre era que su cabeza estaba demasiado desprotegida. Por eso, de manera instintiva para protegerse, alzó uno de sus brazos, el cual fue capturado por la mandíbula del reptil.
En ese momento, según aseguró, tuvo un momento de lucidez. Él sabía que el animal intentaría hacer un movimiento brusco, que giraría sobre el eje como un tornado y que trataría de llevarlo al fondo del río para devorarlo. Por lo tanto, utilizó el brazo que tenía libre y sus dos piernas para envolverlo e impedir ese movimiento. No obstante, no lo logró. A pesar de medir 1,88 metros, no logró juntar sus tobillos, lo que sirve de referencia para conocer la dimensión del animal.
La lucha continuó unos segundos más. El cocodrilo estaba decidido a no soltarlo y lo sujetaba con su mandíbula desde la muñeca hasta el codo. Por su parte, Georgitis pudo agarrar el destornillador que usa para sacar los fósiles del lecho del río y apuñaló repetidamente al cocodrilo. No consiguió que lo soltara, sino todo lo contrario: el caimán se enojó, lo sacudió “como a un muñeco de trapo” y lo llevó hasta el fondo del río, a 15 metros de profundidad.
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