A pesar de algunas leves diferencias, Puig siempre fue afable, respetuoso y certero en sus apreciaciones tanto en el trato del CD como en lo personal, dijo lo que pensaba, siempre. Cosa que como universitario le reconozco plenamente. También lo vi en la calle en alguna manifestación política en procura del cambio indispensable. Pero ayer, para mi sorpresa y la de toda la comunidad de la USB, Cristian presentó su renuncia en histórica sesión de ese Consejo. Por pura casualidad, me tocó intervenir en esa reunión histórica, luego de solicitar un derecho de palabra por la defensa de la Casa del Profesor; aproveché de agradecer a Puig, en nombre del profesorado y de la universidad, su paciencia, su accionar de resistencia de todos estos años.
El secretario en su carta señala que se marcha en abril, ya, por razones estrictamente personales. Muchos en la USB conocemos de las distancias enormes, por decir algo, con la “gestión” actual. No puede llamarse gestión a lo que allí ocurre, cuando son incapaces de conseguir gasoil para mover los destartalados buses, por colocar en la palestra un mínimo ejemplo. Obviamente el secretario, quien ha aguantado la actuación que le correspondía por cuatro años y más para llegar a quince, se hartó del “funcionamiento” y de la vivencia triste de la destrucción de nuestra universidad, tomada ahora por el régimen también con la misión Universidad Bella. Esa que hace negocios por una parada de transportes, mientras la institución no consigue como solventar la carencia de lo que nada más a fin del año pasado era de doscientos profesores, entre los que destacan los veinte de matemáticas, imposibles de conseguir con esos sueldos, con esa desprotección social, con esa realidad nuestra del día a día.
Los motivos personales de Puig son la universidad, muy seguramente. Elucubro. También lo que ha entregado de su vida personal, el desgaste. Pero muy seguramente tiene que ver con la incompatibilidad con quienes han entregado la universidad al poder que conforman sin rechistar siquiera.
Lamento profundamente la partida del enjundioso secretario. Última autoridad electa que quedaba. Porque era un símbolo de resistencia absoluta. Pero las dificultades resultan mayores para la acción, cuando se tienen atadas las manos, cuando se reciben golpe tras golpe diario, cuando se ven las marrramucias continuas y los chapuceos. Jamás habrá quien cuestione la ida de Cristian Puig. Jamás. Al contrario, nuestra universidad debe aplaudir su paciencia cuasi infinita, su poder de aguante, su querencia por nuestra institución, que lo llevó a dar de sí todo cuanto fue posible.
Urgen las elecciones en nuestra universidad, aunque al estar tomada, como está, por el poder central, esto resulte utópico. Hoy más que nunca crece la angustia interna por saber cómo desde la ineptitud se va a solventar la renuncia del secretario.
No me queda más que agradecerte Cristian, de nuevo, en nombre de nuestro profesores, en el mío propio, desde el inmenso respeto que te tengo, todo este tiempo vital invertido en el desempeño de tus funciones. Quedará el recuerdo de ello para la historia institucional. Esa que alguna vez se irá construyendo para la memoria de la resistencia y la libertad.