La fabulosa vida del espía travesti del rey de Francia, que durante sus últimos 33 años hizo creer a todos que era mujer

La fabulosa vida del espía travesti del rey de Francia, que durante sus últimos 33 años hizo creer a todos que era mujer

El Chevalier D’Eon en un retrato hecho por Thomas Steward en el año 1792, que se conserva en el National Portrait Gallery de Londres

 

Quién sabe por qué, su padre le puso seis nombres, de los cuáles, tres eran de mujer. Lo cierto es que Charles Geneviève Louis Auguste André Thimothée D’Eon de Beaumont (los femeninos eran Genoveva, Augusta y Timotea) vivió el resto de su vida atado (o atada) a esa ambigüedad. Nació en una familia noble, pero pobre, en Tonnerre, Francia, el 5 de octubre de 1728. No obstante, sus padres, Louis D’Eon de Beaumont y su madre, Francoise de Charanton, estaban bien relacionados. Tres de los tíos del joven tenían cargos importantes en la corte del rey Luis XV: uno, André, era abogado del Parlamento; otro, Jacques, secretario del conde D’Argenson, ministro de Guerra; y un tercero, Michel, era caballero de la Guardia del Rey.

Por infobae.com





En principio, su educación fue reservada al párroco de la iglesia de Saint Pierre, llamado Marcenay. A los 12 años lo enviaron a París, para estudiar en el prestigioso colegio Mazarin. Fue un alumno brillante: se recibió de doctor en Derecho Civil y Canónico y lo contrataron como secretario del Bertier de Sauvigny, titular de la administración pública de París. En 1947 murieron su padre y su tío André, de quién heredó el cargo de Censor de la Corte.

Pronto se vio que Charles se podía valer por sí mismo. El joven D’Eon tenía una figura delicada, un rostro agraciado y lampiño, y un timbre de voz suave, casi femenino. Además poseía un gran encanto, una conversación interesante, conocimiento sobre música y, al mismo tiempo, una gran destreza en la esgrima. A través de ella se había convertido en un personaje infaltable en las reuniones de la alta sociedad francesa.

Se granjeó, sobre todo, la amistad del príncipe Conti, primo del rey. Éste notó que el Chevalier D’Eon poseía una facilidad natural para la intriga y un espíritu de aventura que deseaba concretar. Y lo acercó al rey para proponerlo como parte de una delicada misión a Rusia junto al propio Conti y el conde Broglie.

En principio, el plan secreto era asegurar que Conti fuera coronado en Polonia, algo que los nobles polacos habían solicitado al propio monarca francés. Para ello era indispensable el apoyo de Rusia, gobernada en esa época por la Zarina Isabel. Sin embargo, había un escollo: desde hacía 14 años, las relaciones entre Francia y Rusia estaban rotas. La zarina tenía, en cambio, una alianza con Inglaterra, enemiga del régimen de París. Y aquí entró a tallar D’Eon.

Para acceder a la zarina, el rey dispuso que al operativo se sumara un noble escocés, Mackenzie Douglas. Y que D’Eon actuara como su secretario. Algunas fuentes -más literarias que documentales- señalan que para poder ingresar, Charles, vestido con ropa de mujer, se presentó en la corte de San Petersburgo como la sobrina de Douglas, Lia de Beaumont. Nadie sospechó. Enseguida hizo buenas migas con el vicecanciller del imperio ruso, el conde Woronzow, enfrentado con su superior. Hábil para las intrigas, D’Eon consiguió los favores de la zarina, que incluyó a Lia entre sus damas de compañía. De esa manera, logró tal confianza con Isabel que pudo entregarle las cartas secretas del rey Luis XV, bloqueadas por la cancillería y revelar su identidad masculina. Según el relato romántico de algunos autores, lejos de ofenderse, a la zarina le encantó su audacia y aceptó, luego de recibir a Douglas como el enviado oficial del rey, reanudar las relaciones diplomáticas.

Después de cinco años, D’Eon regresó a Francia. Su buena relación con la zarina se vio recompensada: le regaló, como despedida, un cofre con costosas joyas. Se había hastiado de Rusia y su clima riguroso. Además, su afición por la esgrima y la aventura estaban intactas, y decidió buscar un lugar en el ejército francés.

A su arribo a Versalles fue bien recibido por el Rey y se le otorgó una pensión de 2.000 francos y el título de Chevalier. Pero además de riquezas y una buena reputación, una enfermedad puso en pausa sus planes. Tenía viruela.

Cuando se recuperó, en 1761, fue aceptado en el regimiento de Dragones como ayudante de campo en la Guerra de los Siete años que enfrentó -entre otros- a la alianza entre Inglaterra y Prusia contra Francia, Rusia y Austria. El chevalier D’Eon tuvo una destacada participación. En Hoexter logró salvar la pólvora y posesiones material del Rey, llevándoles a través de barcos por el río Weser. En Ultrop fue herido en la cara y el muslo. El 7 de noviembre de 1761 fue puesto al frente de las tropas de Champagne y desalojó a un regimiento escocés. En Osterwick, al mando de cien dragones, atacó a un batallón prusiano, lo derrotó y se hizo de 800 prisioneros.

Pese a que estaba a gusto en el ejército, el rey creyó que sería más útil en su rol de diplomático. Pensó en reponerlo en la corte de la zarina Isabel, pero esta vez con un ascenso: directamente recibiría el cargo de embajador. Estaba en camino a la capital francesa cuando Isabel murió. Su presencia en Rusia ya no era necesaria.

No obstante, Luis XV le encargó otra misión. Luego de la Guerra de los Siete Años, desfavorable para Francia en el plano militar, era menester firmar la mejor paz posible con Inglaterra, y lo designó como segundo del duque de Nivernais, el responsable de las negociaciones. El 14 de septiembre de 1762 arribaron a Londres. El Chevalier D’Eon no lo sabía, pero esa ciudad sería definitiva para él.

Cinco años después, el acuerdo entre ambas naciones se firmó. D’Eon tuvo una activa participación. Entre otras anécdotas, se cuenta que emborrachó al secretario de Estado británico, Wood, y le birló una importante documentación que Francia usó a su favor. Fue el propio D’Eon quien llevó a París los papeles del tratado de paz, y recibió en Versailles la Cruz de San Luis y un especial agradecimiento del rey.

Luego de esas gestiones, el duque de Nivernais enfermó y se retiró a Paris. En su lugar, la corte escogió al conde de Guerchy, un viejo rival del Chevalier en el ejército, que degradó a D’Eon a secretario. Esa sociedad marchaba rumbo al desastre. Pero, para el rey, D’Eon tenía una misión más importante aún que la del propio embajador. Era un espía que sólo debía reportar a él en absoluto secreto. Ni siquiera Guerchy debía conocer sus movimientos en Inglaterra, donde debía estudiar las debilidades militares de ese país. A tal fin, el Chevalier D’Eon fue nombrado ministro plenipotenciario y virtual embajador hasta que el conde asumiera la embajada.

En ese período, D’Eon se movió a sus anchas en Londres. Tanto, que comenzó a organizar banquetes y fiestas en forma desenfrenada. Tenía a cargo un escudero, cinco oficiales, cuatro lacayos, dos cocheros y otros empleados. Además, siempre estaba con ropa impecable. El despilfarro hizo que para cubrir sus gastos tomara dinero a cuenta del que le correspondería al conde de Guerchy. Esto desató un escándalo en Versalles, sobre todo luego de un reclamo de D’Eon al secretario de Asuntos Exteriores de Francia, Étienne François de Choiseul, que le negó cualquier suma adicional con una severa carta: “No le oculto que me ha parecido muy mal que haya gastado tanto a expensas de alguien por quien tengo tanto interés y que le ha dado su confianza bajo mi palabra. Espero que en el futuro sea usted más circunspecto en sus peticiones y más cuidadoso a la hora de ahorrar el dinero de otras personas”.

Cuando el conde de Guerchy arribó a Londres para tomar su lugar, llevaba una carta del duque de Praslin -reemplazante de Choiseul- para D’Eon. Además de requerir su pronto regreso a París, se le prohibía el acceso a la Corte. Por todos los medios intentó dilatar su regreso. Entonces le envió una carta al rey donde narraba un sinnúmero de situaciones insólitas, como un intento de envenenamiento hacia él. El resultado fue opuesto: Luis XV creyó ver en el Chevalier D’Eon a un hombre despechado y capaz de revelar sus planes secretos. Sin embargo, no actuó tan directamente como Guerchy hubiera deseado. D’Eon mantenía en su poder la documentación clasificada, sobre todo la referida a los planes del rey para invadir Gran Bretaña. Y Francia no deseaba dañar una paz a duras penas alcanzada

No obstante, lo que parecía el fin de una promisoria carrera se convirtió en el inicio de una nueva vida para el Chevalier.

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