Con la llegada de un barco de guerra británico a las costas de Guyana, tras previa declaración belicista del gobierno venezolano, se plantea un escenario de guerra con un país vecino, que no es el primero, y tiene su antecedente a principios del siglo XX con la invasión de Venezuela a Colombia, específicamente a La Guajira, durante el gobierno del General Cipriano Castro.
Nicolás Maduro, utilizando la tradicional estrategia de crear un enemigo externo para desviar la atención de la grave crisis política, económica y humanitaria que confronta el país, a la mejor usanza del gobierno argentino con las Malvinas, provoca un problema en el Esequibo.
Pensamos que la inesperada y abrumadora victoria de María Corina Machado en las elecciones primarias del 22 de octubre, fue el detonante de esta reacción del gobierno.
Al día siguiente, 23 de octubre, el Consejo Supremo Electoral, anunció la realización de un referéndum consultivo, no vinculante, sobre la soberanía de Venezuela en el territorio Esequibo. El mismo tuvo lugar el pasado tres de diciembre, cuyos resultados, de acuerdo con el gobierno, le fueron favorables.
Transcurrido ese evento, el presidente Maduro mostró un nuevo mapa de Venezuela donde se incluía la zona en reclamación, y, seguidamente, nombró como autoridad única provisional de este territorio a un militar, además de ofrecer documentos de identidad venezolana a la poca gente que vive en esa región.
Ante el despliegue del buque de la armada británica HMS Trent al Esequibo, Venezuela ha movilizado 5.622 combatientes, 26 aeronaves y 16 embarcaciones a la frontera.
Mientras que, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), donde la disputa territorial está radicada, no ha emitido juicio. Paradójicamente, Venezuela asiste a la reunión convocada por este organismo, pero no reconoce a la CIJ. El Tribunal ordenó a Venezuela, después de sus últimas declaraciones, “no tomar ninguna medida que modifique la situación que actualmente prevalece” en el territorio en disputa del Esequibo, en tanto no tome una decisión definitiva.
Como dijimos, esta aventura bélica nos remite a otra, se trata de la desafortunada invasión de Venezuela a Colombia en 1901, ocurrida bajo el gobierno de Cipriano Castro, la misma, surge como respuesta a la incursión del general Carlos Rangel Garbiras a Venezuela, apoyada por las tropas del gobierno conservador colombiano.
De acuerdo con lo planeado, en esta invasión los venezolanos debían penetrar por la Guajira y el Cajón del Arauca con un contingente de 10.000 hombres (un contingente similar a aquel con el que Maduro amenaza a Guyana), sin embargo, esto no fue posible. La expedición marítima, que fue la que se concretó, con 1.500 hombres salió de La Guaira, en septiembre de 1901 al mando del general José Antonio Dávila. Contaban con los navíos, el vapor Zumbador; el General Crespo (162 toneladas) y Zamora (350 toneladas) el Mariscal de Ayacucho; El Totumo (guardacostas) y La Goleta Carabobo. Luego de un enfrentamiento con la flota colombiana, la flota nacional inicia el repliegue, ya que no disponía de los recursos necesarios para emprender la invasión a Rio Hacha. Por su parte, el ejército en tierra pierde la batalla de Carazúa, en la Guajira, frente a un contingente colombiano que los supera en número, y se bate en retirada. De 1.400 hombres que salieron solo 500 regresaron. La ominosa derrota, fue silenciada, como es de esperarse en una dictadura.
Si el gobierno venezolano, con unas fuerzas armadas venidas a menos, y con los serios problemas logísticos que presenta, no medita sobre los antecedentes históricos de 1901, corre el riesgo de repetir los mismos resultados que obtuvo en su oportunidad Cipriano Castro, El Cabito, en francés, le petit caporal.
Economista/Historiador. https://gerardolucas.wordpress.com/