Un testarazo de Antonio Rüdiger al único rival al que había marcado en LaLiga salvó al Real Madrid de su ya clásico tropiezo de enero ante un Mallorca frenado por la madera en dos ocasiones, que desfiguró al líder con su defensa de cinco y le hizo sudar su campeonato de invierno.
Avisado el Real Madrid y Ancelotti de los peligrosos arranques de año, de la dificultad de reengancharse con ritmo a la competición tras las vacaciones, la consecución del campeonato de invierno liguero demandó un esfuerzo extra en la segunda parte. Atascado ante el planteamiento que plantó Javier Aguirre en el Santiago Bernabéu. Un plan defensivo como protección que quitó el brillo a las estrellas que tenía enfrente. El travesaño y un poste le alejó del éxito antes de que el partido se le hiciera largo.
No esperó Ancelotti para poner a jugar a Vinícius. Recién recuperado, 47 días después de su segunda lesión muscular del curso. Con tantas ganas de recuperar el tiempo perdido que se aceleró por momentos. Debatiéndose entre la protesta o el fútbol. Las discusiones con árbitro y rivales, o la magia cuando se centra en el juego. Desacertado en sus dos primeras ocasiones de acabar jugada. Brillante con túnel y disparo a la escuadra en la tercera. Sólo el vuelo de Rajkovic evitó el regreso con gol.
Sin excesiva insistencia madridista. No encontró la forma correcta de desarbolar la poblada defensa mallorquinista. La falta de espacios alimentó la impotencia. Le faltó ritmo en la posesión y colmillo en la finalización. Apenas un testarazo de un Bellingham apagado que no complicó a Rajkovic, más un disparo escorado de Fede Valverde con más intención que acierto.
El plan del Mallorca lo reforzaban los minutos y la ausencia de sufrimiento. Supo correr cuando pudo, probar la fiabilidad de Tchoauméni como central de emergencia y examinar a Lunin. Porque es en lo que se ha convertido la portería madridista con el cambio de rumbo de Ancelotti. En un examen continuo al rendimiento del portero.
El año lo comenzó Lunin por una gripe que mermó a Kepa. Firme por bajo en la primera llegada mallorquinista con el zurdazo raso de Antonio Sánchez, salvado por el travesaño a tres del descanso con el testarazo del mismo protagonista que botó sobre la línea y amonestado tras no imponerse dentro del área chica, molestado por Samu Costa que dejó el balón muerto para que Larin perdonase en el añadido.
Una hora duró en el césped Vinícius, en un cambio pactado con Ancelotti que recurrió a Brahim cuando las sensaciones de su equipo no cambiaban. Sin transiciones ni opción de correr. Dependiente de un arranque de calidad individual. Impreciso hasta el siempre fiable en el pase Kroos, que buscó la escuadra en una falta que fue el único acercamiento hasta que al rival le fallaron las fuerzas.
La fortaleza del Mallorca la alimentaba con recursos futbolísticos. Más cerca incluso del triunfo si la madera no hubiese repelido por segunda ocasión su intento. En esta ocasión con un disparo lejano de Samu Costa que aumentaba la preocupación en el coliseo madridista.
Tardó Ancelotti en ver que el partido le demandaba la figura de un 9. La entrada de Joselu y el desborde de Brahim, que encaró cada vez que recibió el balón, fue el cambio de rumbo buscado por el Real Madrid. Sin necesidad de acercarse a una versión potente para ganar.
Una descarga de Joselu, de delantero centro puro jugando de espaldas a la portería, provocó la ocasión más peligrosa del partido. Le dejaba todo a Fede Valverde que optaba por abrir a Rodrygo, cuyo disparo lo sacaba Rajkovic antes de pedir a la madera favores pendientes. Brahim, en plancha, con todo para marcar, remataba al poste.
Fue el aviso que antecedió el tanto que dio el triunfo. A balón parado, con un saque de esquina de Modric con rosca a la potencia y la fe de Rüdiger. Ante el rival ante el que se estrenó como goleador y único equipo al que había marcado en España. Testarazo a la escuadra salvador en una mala tarde del líder que le proclamó al Real Madrid campeón de invierno. 16 de los 20 últimos acabaron siendo campeones del título. EFE