La doble cara de la “dulce” madre que convenció a sus hijos para que mataran a su padre millonario mientras dormía la siesta

La doble cara de la “dulce” madre que convenció a sus hijos para que mataran a su padre millonario mientras dormía la siesta

Una postal del 1° de enero de 1986: Neus Soldevila junto a a su abogado Emilio Rodríguez Menéndez en Barcelona salen del juzgado. La mujer estaba acusada de asesinar a su esposo Joan Carbonell

 

Joan Vila Carbonell (47) acaba de almorzar dos platos de comida, postre y café. Con la bebida ha ingerido además, sin saberlo, un Valium. Le dice a su mujer que suban a dormir la siesta. También quiere tener sexo con ella. Van a la suite del primer piso y dejan a cinco de sus seis hijos (María de las Nieves, la mayor, ya tiene 18 años, no está en casa en este momento) en la sala de estar con la empleada, viendo a la bucólica familia Ingalls en La Casa de la Pradera.

Por infobae.com





La hora de la siesta, suelen decir en los pueblos, es la hora dónde suceden “cosas”. Sí, cosas non sanctas. Y esta historia no será la excepción a ninguna regla popular.

Al rato, mamá baja la escalera, su marido ya quedó satisfecho y profundamente dormido. Entra a la sala y le hace una seña con la cabeza a su empleada doméstica, Inés Carazo. Le indica que se vaya a pasear con sus hijas menores María Dolores (11) y Ana María (9). Inés no pregunta pero intuye, por lo que viene escuchando desde hace tiempo, lo que se viene. Es la hora señalada.

Mamá le dice por lo bajo a sus otros tres hijos presentes, los gemelos Juan y Luis (16) y Marisol (14): “Ahora que papá está dormido, es el momento”.

Mamá habla suave, jamás grita, es pura dulzura. Mamá tiene todo preparado y ya ha buscado el arma de su marido, una Star 9 mm, y se la entrega a Juan mientras lo mira fijamente a los ojos. Pero el adolescente vacila. Luis, el otro gemelo, tampoco se decide a ayudar. Es Marisol, quien ya ha practicado disparando contra unos fardos de paja, la que dice: “Si no os atrevéis vosotros, ¡lo haré yo!”.

Marisol toma la pistola de manos de su hermano y sube resuelta, intentando no hacer ruido, a la habitación de sus padres. Joan está en posición fetal y respira pesadamente. Está en cueros, tiene puesto solamente un calzoncillo. Marisol arrodilla sus catorce años y sostiene el arma con las dos manos. Apunta con el caño buscando su nuca, sabe que es precisamente ahí donde debe entrar la bala para no fallar. No es un fardo de paja, es el manojo de carne y huesos que le ha dado la vida. Pero ella quiere dar en el blanco y que esa mole que inhala y exhala, deje de existir.

Sin titubear le descerraja un tiro.

Los demás testigos familiares respiran aliviados. Listo. Ya está. Son libres de Joan.

Mamá sonríe. Mamá se llama Nieves “Neus” Soldevila Bartrina y tiene 37 años.

La víctima no muere enseguida, su agonía durará unas cuantas horas. Pero su familia no piensa en él. Está ocupada en otros menesteres. Neus hace subir a sus hijos al auto y parten con rumbo a su domicilio habitual en Montmeló. Mientras van por la autopista, a la altura del kilómetro 184 de la autopista que va de Zaragoza a Barcelona, hacen una parada rápida para enterrar la pistola Star y unos casquillos de bala. Pero luego cambian de idea y deciden volver para informar a las autoridades su versión sobre lo sucedido.

El dinero no compra cariño

Ese cálido mediodía del 28 de junio de 1981 terminó con un tiro dramático y alteró para siempre la postal familiar. Pero la tragedia regenteada por la aparentemente dócil esposa del patriarca venía gestándose desde hacía mucho tiempo.

La familia Vila Soldevila vivía en Montmeló, una ciudad industrial de la provincia de Barcelona, pero pasaba habitualmente sus vacaciones en otra propiedad, de 110 hectáreas, que se habían comprado en Esplús, en la provincia española de Huesca.

Joan Vila era un tipo rústico, que venía de la nada misma. Había logrado sin ningún estudio (no había siquiera terminado el secundario) convertirse en un próspero empresario de la construcción y amasar una fortuna que hoy equivaldría a más de dos millones de euros. De pésimo carácter Joan ejercía la tiranía como modo de existencia sobre sobre su mujer y sus seis hijos. Debían bañarse con agua fría para templar su carácter y trabajar duramente más que estudiar. Tal como lo había hecho él.

Flaco y nervioso Joan hizo que sus hijos varones trabajaran, como peones de albañil, desde los 8 años en la empresa. Alguna vez cumpliendo jornadas de hasta catorce horas. A Neus la tenía controlada con el dinero: solo le daba lo mínimo y necesario.

Mamá Neus encontró, con el paso del tiempo, que alinear a su prole contra él podría ser productivo. Sumisa, de modales amables, Neus también, como veremos luego, escondía oscuridades.

Lo cierto es que cualquier contratiempo podía desatar la furia de Joan y llevarlo a maldecir o gritar improperios. Sus vecinos lo veían como un sujeto grosero e imprevisible. También era conocido por sus simpatías políticas ultraderechistas, por su pasión por la caza y por su afición a las armas. En su finca, de hecho, tenía varias. Entre ellas, la que usaría para volarle la cabeza su propia hija.

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