Un caso de homicidio en el noroccidente de Bogotá estaba resuelto. Por lo menos, así lo creyeron las víctimas, la Policía y la Fiscalía, pues el responsable fue capturado en flagrancia, después de disparar. Pero otro fue el mundo para un juez de la URI de Engativá, que lo dejó en libertad porque los policías que lo detuvieron se demoraron 24 minutos en leer los derechos del capturado.
Por Semana
El presunto asesino quedó en libertad porque la juez de la URI concluyó que tras no leer, de manera inmediata, los derechos del capturado, se convierte en una detención ilegal, así el presunto responsable haya sido capturado junto a la víctima y en sus manos el arma homicida. Nada fue suficiente, la juez entendió al pie de la letra la norma, pero no la forma.
Hasta el homicida, que estaba por aceptar cargos, quedó sorprendido con la decisión de la juez. Simplemente, salió y regresó a la calle, a caminar por los mismos espacios que horas antes habían sido la escena del crimen. La Fiscalía, perpleja, apeló la decisión y otro juez entendió la absurda conclusión de su colega en primera instancia y revocó, con varias reflexiones, la decisión que convirtió un caso resuelto en una hecho de impunidad.
Por insólito que parezca el asesino logró escapar de la justicia por ese “error” de la Policía de tardar 24 minutos en leer los derechos del capturado. Sin embargo, el juez de segunda instancia explicó en detalle cómo la decisión resultó una mera especulación de algo que nunca ocurrió.
Resulta que luego de que el hombre capturado disparara contra un vecino, otras personas intentaron lincharlo. Hasta ese momento, la víctima de los disparos tenía signos vitales: estaba aún con vida. Los policías que conocieron el caso tenían dos opciones: proteger al asesino de ser linchado o llevar a la víctima a un hospital. Hicieron las dos cosas. Justamente, fue esta la razón de demorarse 24 minutos en leer los derechos del capturado.
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