Los amantes de las ucronías pueden preguntarse cómo habría terminado la Segunda Guerra si durante la madrugada del 10 de julio de 1943, hace exactamente 80 años, no se hubiera lanzado la Operación Husky, masiva invasión anfibia de los Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá a una Sicilia defendida por italianos y alemanes. Un golpe feroz en el flojo vientre (la metáfora anatómica es de Winston Churchill), de un Eje que hasta entonces parecía sólido. El desembarco de 160.000 hombres por mar, aire y tierra que terminó en victoria aliada tras 38 días de cruentas batallas: comienzo del fin del Duce Benito Mussolini, del control alemán en el frente occidental europeo y, finalmente, inicio de la derrota definitiva de Adolf Hitler.
Por infobae.com
Los combates se libraron en terrenos escarpados, bajo temperaturas infernales (de hasta 46 grados) y la invasión aérea suplementaria de mosquitos transmisores de pestes. La Operación Husky terminó el 17 de agosto. Los atacantes, comandados por estrellas castrenses como el británico Bernard Montgomery y el estadounidense George Patton, tomaron Sicilia y liberaron el Mediterráneo para la marina mercante y de guerra aliadas: 4.678 alemanes murieron en el campo de batalla y 4.583 desaparecieron; 4.325 italianos cayeron en combate y 40.655 se mantuvieron desaparecidos; los británicos y canadienses caídos sumaron 2.721; los estadounidenses, 2.811; y más de 20000 soldados aliados contrajeron malaria.
Mafiosos y una futura estrella
La gran Historia de la Operación Husky se nutrió de historias más pequeñas aunque llamativas. Como la alianza de la mafia siciliana con la cúpula militar norteamericana. O la mitológica valentía de Audie Murphy, feroz soldado estadounidense de 18 años recién cumplidos que se convertiría en el más condecorado del ejército de los Estados Unidos y actor famoso de Hollywood. El historiador británico James Holland, autor del libro “Sicilia 1943?, sostuvo por ejemplo que Lucky Luciano y otros capos mafiosos tenían un pacto -sellado a ambos lados del Atlántico- para enfrentar al fascismo, y resaltó que en el desembarco se lució una futura estrella de westerns, el joven Murphy. Sin embargo, para Holland (y para todos), la Operación Husky tuvo menos prensa que el desembarco en Normandía, ocurrido un año después, el 6 de junio de 1944: el Día D.
“No hubo películas sobre la invasión a Sicilia, Audie Murphy o algo por el estilo. El desembarco en Normandía está en un plano superior en la percepción pública -declaró el historiador-. A la larga, es más importante desde un punto de vista estratégico porque está más cerca de la derrota de la Alemenia nazi. Pero la Operación Husky fue el evento número uno de la guerra en el frente occidental”. En aquel entonces, 1943, Murphy ya había estado en las tropas del norte de África -en el 15° Regimiento de la Tercera División de Infantería, apostado en el Casablanca- y, por cansancio, había convencido a sus superiores que lo dejaran entrar en combate en Sicilia.
Sus 27 meses de combate durante la Segunda Guerra, su participación en más de 300 misiones, algunas de ellas comandadas por él, su temeridad y su tenacidad literalmente a prueba de balas -fue herido tres veces, pero siempre quiso regresar al campo de batalla- le llenaron el pecho de oropeles. Recibió, muy joven, la Medalla de Honor al valor, máximo galardón militar de los Estados Unidos, además de otras 32 medallas de su país, cinco de Francia y una de Bélgica.
Infancia rabiosa
Audie Leon Murphy nació el 22 de junio de 1925 en Kingston, pequeña comunidad rural en el noreste de Texas. Fue el séptimo de doce hijos de un matrimonio de aparceros -Emmett Berry Murphy y Josie Bell- de ascendencia irlandesa. En un entorno pobre y desdichado, mostró, desde chico, tendencia solitaria, montañas rusas anímicas y arrebatos agresivos. Su padre abandonó a la familia y él, que estaba en quinto grado, debió dejar la escuela para recoger algodón por un dólar diario. En 1941, nuevo mazazo: su madre murió de neumonía y tuvo que hacerse cargo de sus hermanos menores. A los 16, se volvió hábil con un rifle: cazaba animales para la supervivencia. Luego trabajó en un taller de reparación de radios y en una estación de servicio.
La idea de convertirse en soldado nació por rabia, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941. Murphy quiso alistarse en la infantería de marina y, después, en la escuela de paracaidistas. Sufrió un doble rechazo por su físico: medía un metro sesenta y cinco y pesaba 55 kilos. Tampoco podía entrar en el Ejército por ser menor de edad. Con su hermana mayor, Corinne, urdió un plan para sortear la ley y lo logró. Presentó una declaración jurada con fecha de nacimiento falsa y el 30 de junio de 1942 fue aceptado en el ejército de los Estados Unidos. Su deseo era combatir al otro lado del Atlántico; iba lograrlo pronto.
Acción Kamikaze
Desde su primer destino en Campo Wolters, Texas, saltó el siguiente, el Fuerte George G. Meade, donde le ofrecieron un puesto fijo. Pero su insistencia para entrar en acción lo llevó al norte de África y a la Operación Husky. ¿Demasiado riesgo para su edad? Puede ser, pero no para su coraje -su locura- en acciones suicidas. El 26 de enero de 1945, durante la batalla de Holtzwihr, Francia, se enfrentó solo a un cuerpo de infantería alemana que había diezmado a su compañía (de 128 hombres, quedaban 19 en combate). Murphy les ordenó a los sobrevivientes que se replegaran hasta un bosque y se trepó a un tanque en llamas, cargado con combustible y municiones, aferró la ametralladora 12,7 milímetros de la tanqueta, y barrió a varias decenas de enemigos que le disparaban desde tres puntos. Herido, en serio peligro de volar con el tanque, mantuvo la posición hasta que los alemanes se replegaron.
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