El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, considera que la “rivalidad sistémica” entre la Unión Europea y China -que aspira a convertirse en líder mundial en 2049- puede afectar a “casi todos” los ámbitos de la relación, por lo que la UE debe reducir su alta “dependencia” de Pekín.
Así se desprende del documento -al que tuvo acceso EFE- que el alto representante de la UE presentó este viernes a los ministros de Exteriores europeos para guiar el debate sobre la reorientación de la relación con China que mantendrán hoy en su encuentro informal en Estocolmo.
“Claramente, la ambición de China es construir un nuevo orden internacional con China en el centro. Y no esconde su aspiración de lograr convertirse en el líder mundial, a la par con Estados Unidos, a mitad del siglo XXI, simbólicamente en 2049, el centenario de la creación de la República Popular China”, dice Borrell en el texto.
Los líderes del Partido Comunista Chino “promueven explícitamente una competencia sistémica global” en la que el presidente Xi Jinping “ha declarado que la contienda estratégica entre China y Estados Unidos durará un largo periodo de tiempo”, mantiene Borrell.
En este sentido, el alto representante menciona el aumento de la tensión en el estrecho de Taiwán, con los últimos ejercicios militares chinos, marcada por “la ausencia de la comunicación a nivel político” entre Pekín y Washington desde el incidente de los globos que sobrevolaron Estados Unidos.
China, además, está “modernizando sus capacidades militares, incluido el arsenal nuclear y espacial”, afirma el jefe de la diplomacia europea.
En este contexto, “está claro que la UE se ha vuelto muy dependiente de China en productos clave” y además, el “el comercio de la UE con China está profundamente desequilibrado y corre el riesgo de llegar a serlo aún más”, en un momento en el que Pekín “ha seguido obstaculizando el acceso de las empresas europeas” a su mercado.
Según la cifras que ofreció Borrell, el déficit comercial de la UE frente a China ha aumentado un 58 % en el último año, desde los 250.000 millones hasta los 396.000 millones, lo que equivale al 2,3 % de PIB de la UE.
“La UE tiene una ventana de oportunidad para reducir los riesgos y las dependencias excesivas en nuestras relaciones” con China, considera Borrell, que aboga por emplear los instrumentos comerciales de los que se ha dotado la UE en los últimos años para evitar distorsiones en el mercado único.
Entre ellos, la normativa para dificultar que empresas extranjeras que reciben subsidios puedan comprar compañías europeas o la posibilidad de la que se han dotado los Veintisiete para defenderse de la coerción económica de terceros países.
“La rivalidad sistémica puede aparecer en casi todas las áreas de compromiso. Pero esto no debe disuadir a la UE de mantener canales de comunicación abiertos y buscar una cooperación constructiva con China”, expone Borrell.
Una relación que debe ser “realista, pragmática y sostenida”, también en Política Exterior.
Por ello, “involucrar a China en la Política Exterior y de Seguridad debe ser proporcional a la demostración significativa del interés de China por la paz y la estabilidad”.
Para Borrell, la UE debe tener en cuenta que “la derrota de Rusia en Ucrania no hará descarrilar la trayectoria de China” y que los esfuerzos europeos que para Pekín se involucre en el fin de la guerra deben basarse en el “rechazo” al “enfoque selectivo con principios clave del orden global” que el gigante asiático puede tener.
En esta nueva visión de la relación entre la UE y China, el alto representante defiende también la necesidad de que la UE diversifique las relaciones con otros países, no solo con EE. UU, con quien la relación es “esencial”, sino con socios en el Indo-Pacífico.
EFE