Verónica Moya (49) habla desde el piso doce de su departamento en Columbus Circle, con una vista de ensueño al Central Park y dice que no lo puede creer cómo su vida hizo un click. “Pensá que yo fui una tirada siempre, alquilé toda mi vida y mi primera casa propia es ésta, que compré en 2021, en Manhattan”, dice.
Por Clarín
“Es increíble, pero posible”, le cuenta a Clarín esta marplatense, que se crió en Caballito, que llegó en el año 2000 a Nueva York y trabajó de todo: hizo limpieza, fue niñera, camarera y recepcionista en un gimnasio, mientras estudiaba actuación en Broadway. “Soñaba con trabajar en un musical, pero me conformé con ser modelo”, acota entre risas.
Nada de eso ocurrió, ni actriz ni modelo, pero la vida sorprendió a Verónica en el primero de sus dos casamientos, en 2006, con un norteamericano. “Descubrí el mundo del wedding official, me interioricé, vi que se podían hacer cursos para casar a gente y convertirse en jueza de paz o, como se llama aquí, oficiante de bodas”.
Empezó a averiguar sobre el posible metier y se encontró con “un universo poco explorado sobre todo para los latinos, que son millones en Estados Unidos, y que eligen que sus bodas sean en español”. Y se animó a incursionar en el mundo de las microbodas, pero ya con su matrícula provista por la ciudad de Nueva York, sin dejar -por las dudas- sus múltiples trabajos.
¿Qué son las microbodas? “Casamientos legales en los que no se necesita ir a un registro civil, que no hace falta tener la visa al día ni ser residente (pueden ser turistas), que se realizan donde desde la pareja… en su casa, en mi casa, en Times Square, en Wall Street, el Rockefeller Center o como sucede la mayoría de las veces, en el Central Park… y en una hora está todo resuelto. Yo me encargo de la organización”, describe la argentina, que ejerce desde 2008.
Una argentina “busca”
Entre tantas actividades que le permitían pagar la habitación que alquilaba en Brooklyn y sobrevivir en la Gran Manzana, Verónica, una mujer alta y llamativa, fue contratada, en 2001, por una agencia de modelaje. “Fue clave ese trabajo, no por el laburo en sí, sino porque como estaba esponsoreada pude sacar una visa de trabajo que me dio una amplia libertad. Seguí modelando, haciendo publicidad y desfiles, y con el tiempo fui dejando algunos trabajos que me quitaban mucho tiempo”.
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