En el aeropuerto de Miami, en Estados Unidos, acababa de aterrizar un vuelo de conexión a Chicago proveniente de Latinoamérica. Sandra esperaba para bajar del avión, sin saber que su vida cambiaría al descubrir que le habían robado su identidad. Ya no podría ir a su destino y tal vez la deportarían a Venezuela, su país de origen.
Por La Nación
“Los oficiales me preguntaban mucho por la gente de China, que a quién conocía en China, que quiénes eran mis contactos. Pero yo nunca había estado en China”, recuerda.
Hoy en día, después de más de 20 años en la industria tech y a raíz de lo que le pasó, es experta en ciberseguridad. De hecho, tiene una charla TEDx, ha escrito varios libros y se dedica a dar conferencias o a abordar el tema en su pódcast. Si le hubieran preguntado de niña qué quería ser de grande, habría dicho jugadora de voleibol. Y lo logró, aunque la vida daría tantas vueltas que hoy los días de deportista no son más que un recuerdo.
Vestida de azul y verde, como es costumbre, se conectó a una entrevista en la que no solo reveló los detalles de la que fue su mayor dificultad, sino que abrió su corazón para contar su historia de vida: “Al final no se trata de mi historia, sino del mensaje y de que realmente el poder de superación no tiene barreras, no tiene lenguaje”.
Decisiones que forjaron su destino
La mujer se crio entre Colombia y Venezuela, como suele ocurrir con muchas personas de estas naciones hermanas. Creció bajo el seno de una familia tan humilde y numerosa que cuando pudo mudarse junto a su madre, sintió ilusión. De pasar del hogar de sus abuelos, irían a una zona exclusiva. No obstante, al llegar se llevó la sorpresa de que no viviría en una de esas casas grandes y de acabados prolijos, sino en una construcción de cuatro paredes de barro en la que no había ni baño. Serían las encargadas de cuidar la propiedad.
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