El hombre que emboscó y mató de un tiro al violador de su hijo de 11 años frente a una cámara de TV

El hombre que emboscó y mató de un tiro al violador de su hijo de 11 años frente a una cámara de TV

(Facebook)

 

Se paró entre las cabinas telefónicas muy comunes en los aeropuertos de la década del 80 en todo el mundo. Llevaba una barba espesa, anteojos de sol y un gorro con visera. Entonces pasó su objetivo y sin mediar palabra disparó. La policía se sorprendió y no pudo detenerlo. Acababa de matar al hombre que había secuestrado y violado a su hijo durante 10 días. El profesor de karate que había engañado al chico para llevarlo a Los Angeles secuestrado.

Por infobae.com

Jody Plauché era un chico de 11 años que se había subido al furor del karate en la década del 80 en Estados Unidos. El chico iba al dojo de Luisiana e intentaba aprender todo de su profesor Jeff Doucet. Su papá lo dejaba en la puerta en su camioneta antes de seguir a su trabajo del pequeño pueblo del medio oeste.

En ese sentido, la aparición de la academia de artes marciales fue uno de los acontecimientos del pueblo ese año, 1984. Todos hablaban de los torneos que se venían y cómo los chicos eran instruidos en un deporte que los ayudaba para la vida. Nadie se imaginaba el terror que se ocultaba detrás de las colchonetas y las letras orientales que adornaban las paredes del lugar.

Apenas unos meses de arrancado sus estudios de karate, Jody fue secuestrado y abusado por su instructor de artes marciales.

Cuando era un niño en la clase de karate de Doucet, Jody vio a su profesor de veinteañero como un “mejor amigo”. Se había obnubilado con la chance de convertirse en un campeón. Entonces, empezaron los abusos del instructor sobre el nene, que se quedó callado para evitar molestar a sus padres o meter a Doucet en problemas. “Esto tiene que ser un secreto entre nosotros. Si le contás a alguien voy a sufrir yo y vos también”, le decía el adulto mientras lo tomaba fuerte del brazo para que entendiera lo que le estaba diciendo. Una cruel amenaza de alguien que era visto como un ideal a seguir para el menor que amaba el karate.

Desde ese momento, el chico intentó procesar lo sucedido. El engaño y el abuso de su profesor de karate, al que veía como un ídolo. A eso se sumó el impacto de ver a su papá disparar sobre el instructor de artes marciales. Hubo gritos y corridas. Solo recuerda la cara de su papá enrojecida, el policía que lo tumba. Las imágenes de ese video que se había hecho viral antes de la existencia de las redes sociales se repetían en su cabeza como un loop eterno.

Tanto fue así que ya de adulto escribió un libro para tratar de desentrañar todo lo sucedido esa tarde de la década del 80. “¿Por qué, Gary, por qué?: La historia de Jody Plauché”. Allí habla como las familias pueden detectar a los potenciales abusadores de sus hijos. Algo que no pudo hacer su papá con Doucet. Esta es su historia.

La vida de Jody

Nacido el 27 de abril de 1972, Jody Plauché creció en Baton Rouge, Luisiana, con sus padres, Gary y June, y tres hermanos. En 1983, cuando Jody tenía alrededor de 10 años, sus padres lo inscribieron a él y a sus hermanos en una clase de karate que estaba a cargo del ex marine llamado Jeff Doucet.

Al principio, Doucet parecía ser una bendición para la familia. Había puesto en buena forma al chico Plauché. Bajo su tutela, Jody incluso ganó un trofeo en el Fort Worth Pro-Am. “Él es nuestro mejor amigo”, dijo Plauché a un periódico local en ese momento con el trofeo en sus manos. Estaba tocando el cielo con las manos. Solo soñaba con llegar a ser cinturón negro como su profesor.

Pero Doucet había comenzado a prestar una cantidad desmesurada de atención en Jody Plauché. Ya de adulto, la víctima contó que el profesor un día se ofreció a enseñarle a manejar su auto. Y una vez que Plauché se sentó sobre las rodillas de Doucet, el entonces niño de 11 años sintió las manos de su maestro de karate entre sus piernas.

“Estoy pensando, ‘¿Qué está pasando aquí? ¿Tal vez es un accidente?’”, dijo Plauché mucho tiempo después sobre el incidente en el auto. “En ese momento no dije nada. Pero ahora sé que Doucet estaba poniendo a prueba los límites. Un pedófilo de manual. Todos ponen a prueba los límites”, recordaría ya adulto Jody.

En poco tiempo, la prueba de límites de Doucet se convirtió en un abuso sexual absoluto. Pero Plauché se quedó callado. “Creo que una de las cosas que la gente realmente no entiende es por qué no lo dije”, admite el ahora joven en su libro.

Y Jody se responde a si mismo, tal vez como una manera de llevar calma a su alma atormentada. “Uno, tenía 11 años. Dos, lo que estaba pasando sabía que molestaría a mis padres. Tres, en ese momento, no quería que se metiera en problemas. Era más fácil para mí callarme que molestar a todos”.

Secuestro y violaciones

Luego, en febrero de 1984, Jeff Doucet llevó su abuso de Jody a otro nivel. Según el Washington Post , le preguntó al niño de 11 años si quería ir a California. Plauché dijo que sí, y Doucet puso en marcha su plan para secuestrar a su alumno de karate.

Doucet llevó a Jody en un micro con destino a Los Ángeles. Antes, se afeitó la barba y tiñó de negro el pelo rubio de Plauché. El plan ya estaba en marcha. El profesor se registró junto al chico en un hotel de ruta californiano. Allí, en esa pieza con apenas una cama y una TV colgada de la pared, violó al nene en reiteradas ocasiones.

“Mi madre estaba como, ‘¿Por qué no pones más detalles ahí?’” -recuerda el joven víctima de abuso- Tengo que bailar en una línea muy fina entre provocar a una víctima que podría estar leyendo el libro y tener que dejar el libro, y un pedófilo leyendo el libro como un objeto para su excitación. No necesitaba entrar en detalles explícitos o las cosas más asquerosas y desagradables. Es suficiente que todos entiendan el punto”.

El chico estuvo secuestrado por 10 días. En esos momentos los padres de Jody Plauché lo buscaron en forma desesperada. Pero cuando Doucet permitió que Plauché los llamara desde Anaheim, California, la policía pudo rastrear la llamada y llevar a Jody a casa.

Apenas notó su ausencia, Gary Plauché empezó a rastrear a su hijo por cielo y tierra. Primero pensó que era apenas una travesura. Que de la clase de karate se había ido a comprar una malteada en el merendero de la ruta donde paraban los camiones. Se asustó por eso. Los camioneros siempre le habían parecido peligrosos. Hombres solos que están tanto tiempo en las rutas.

Cada nueva hipótesis le disparaba la cabeza a mil de donde podría estar su hijo. Nunca dudó del profesor de artes marciales en esa primera instancia. También pensaba que Jody se había ido a ver a los skaters que practicaban debajo del puente abandonado de Louisiana. Allí también había borrachos y adictos tirados a los costados de las rampas. Cada minuto que pasaba lo hacía pensar una nueva hipótesis. Su hijo siempre estaba en peligro.

Al mismo tiempo que Gary lo buscaba por el pueblo y pensaba las hipótesis más horrorosas para su pequeño hijo, la policía se enfocaron en el profesor de karate. En esa cercanía que convenció a Jody para dejar su ciudad natal sin avisarle a su familia. Como otro secreto que tendría con su instructor de artes marciales.

“No sabíamos qué hacer”, dijo Gary, el papá de de Jody, a las noticias locales tras el regreso de su hijo. “Simplemente te sientes impotente”. Sin embargo, el hombre sí sabía que hacer. A medida que escuchaba más y más informes de que Doucet había abusado sexualmente de su hijo, un hecho confirmado por una prueba de violación, se decidió por la venganza.

El plan de la venganza

Según la crónica del momento del Washington Post , Gary estaba tomando una copa en un bar llamado The Cotton Club el 16 de marzo de 1984, cuando escuchó en un canal de noticias local informar que Jeff Doucet llegaría a Baton Rouge, Luisiana, esa mismanoche. Cuando el ejecutivo mencionó la hora exacta (9:08 pm), Gary se dirigió directamente al aeropuerto.

“Mi papá fue al aeropuerto pensando que iba a morir”, dijo años más tarde Jody Plauché a ESPN. “Dijo que Jeff o él iban a morir esa noche”.

Gary Plauché esperaba junto a una hilera de teléfonos públicos con una 38 metida en su bolso. Cuando aterrizó el avión de Jeff Doucet, llamó a un amigo y le dijo lo que estaba a punto de hacer. “Aquí viene”, dijo Gary. Estás a punto de escuchar un disparo”.

El amigo no solo escuchó el disparo, sino que muchas personas en Baton Rouge lo vieron. Mientras las cámaras filmaban la llegada de Doucet, el padre de Jody saltó de su posición junto a las cabinas telefónicas y le disparó al violador de su hijo en la cabeza. Mike Barnett, el ayudante del alguacil, saltó sobre Gary y lo inmovilizó contra la pared.

“¿Por qué, Gary, por qué lo hiciste?” Barnett gritó mientras Doucet yacía sangrando sobre las alfombras del aeropuerto. “¡Si alguien se lo hizo a tu hijo, tú también lo harías!” Plauche lloraba.

“No lo quería muerto”, le dijo Jody Plauché a ESPN, tres décadas después. “Solo quería que se pudra en la cárcel”.

“Después de que ocurriera el tiroteo, estaba muy molesto con lo que hizo mi padre – dijo en la misma entrevista de ESPN-. No quería que mataran a Jeff. Sentí que iba a ir a la cárcel, y eso era suficiente para mí”.

Tras el crimen, ,la opinión pública de Estados Unidos se puso a favor de la venganza del padre contra el abusador de su hijo. Tanto fue la presión mediática que un juez determinó que Gary Plauché no representaba una amenaza para la comunidad y lo condenó a siete años de sentencia suspendida, cinco años de libertad condicional y 300 horas de servicio comunitario.

Jody también llegó a perdonar a su padre, quien murió en 2014. “Pude superarlo y finalmente acepté a mi padre de nuevo en mi vida, y volvimos a la normalidad”, explicó el joven.

Jody Plauché asistió a la Universidad Estatal de Luisiana, donde, según su sitio web , comenzó una búsqueda de activismo de por vida. Mientras estudiaba, sirvió en la junta ejecutiva de Hombres contra la Violencia; después de graduarse, trabajó en el Centro de Servicios para Víctimas del Condado de Montgomery como consejero de agresión sexual. Y como adulto, Plauché también intenta comunicar la forma en que los padres pueden proteger a sus hijos de abusadores como Jeff Doucet.

Así, Jody sigue intentando borrar de su cabeza el video de su papá asesinando a su abusador. Ese loop constante de unos 21 segundos que fueron parte del infierno de su infancia.

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