Durante los primeros dos años de la administración del presidente Joe Biden que se cumplen este viernes, la Casa Blanca ha dejado en el retrovisor una política de máxima presión sobre el chavismo en Venezuela para dar paso a una estrategia de negociaciones cuyos resultados palpables apenas asoman sus frutos, según expertos consultados.
Por Carolina Alcalde / Adriana Núñez Rabascall / Gustavo Ocando Alex / vozdeamerica.com
La mayoría de los eventos que involucraron el año pasado a Venezuela y Estados Unidos hubieran sido inimaginables durante el anterior gobierno del expresidente Donald Trump, quien desconoció a Nicolás Maduro como presidente y solía declarar que “todas las opciones” para desalojarlo del poder estaban sobre su mesa de toma de decisiones.
En varias ocasiones, delegaciones de alto nivel de la Casa Blanca visitaron Caracas para mantener encuentros con el presidente Nicolás Maduro, quien, tras años de confrontación, llegó a calificar una de las reuniones como “respetuosa, cordial y muy diplomática”.
En el marco de la invasión armada de Rusia a Ucrania, el gobierno estadounidense confirmó entonces que se abordaron temas de “seguridad energética” y, meses después, el Departamento del Tesoro autorizó a la petrolera estadounidense Chevron a reanudar operaciones como parte de los esfuerzos para alentar el diálogo con la oposición.
Otro de los episodios que marcaron la dinámica entre Biden y Maduro fueron el levantamiento de sanciones a Carlos Malpica Flores, ex vicepresidente de finanzas de la petrolera estatal PDVSA y sobrino de Cilia Flores, esposa del presidente venezolano.
Así, los últimos dos años han significado “un cambio completo de paradigma” ante Caracas por parte del gobierno estadounidense, según Geoff Ramsey, investigador y director para Venezuela del centro de pensamiento Washington Office on Latin America (WOLA).
A diferencia de su predecesor, el presidente Biden ve las sanciones económicas “como una herramienta y no como un objetivo en sí mismo”, subraya el investigador estadounidense.
“Biden está mucho más interesado en utilizar los incentivos que las sanciones han generado dentro del régimen de Maduro para abrir la posibilidad de un cambio democrático”, dice.
Ramsey observa ahora a la Casa Blanca con una mayor “flexibilidad” que en la era Trump, si bien en ambas administraciones hubo conversaciones directas “de bajo perfil” con los máximos representantes del chavismo en Venezuela, advierte.
Otra discrepancia con Trump es que la administración Biden ha reflejado que esos diálogos directos con Caracas no solo involucran su anhelo por la redemocratización venezolana, sino además su interés en la liberación de presos estadounidenses en esa nación, apunta.
Recientemente, ocurrieron las liberaciones de 7 estadounidenses, entre ellos 5 exejecutivos de Citgo, detenidos en Venezuela desde 2017, a cambio de la liberación de 2 sobrinos de la pareja presidencial venezolana, en custodia en Estados Unidos por delitos de narcotráfico.
Atentos a Ucrania
En la actual coyuntura geopolítica de Estados Unidos y Venezuela, ¿es previsible este año un mayor alivio de sanciones? Para Esther Mobilia, profesora de historia internacional de la Universidad Monteavila, todo dependerá de la “voluntad” para sentarse a negociar.
También influirá “el clima que exista en el momento determinado” y de cómo se vaya desarrollando la guerra en Ucrania, remarca. “De una u otra forma, ha sido un factor importante en la reconfiguración de las relaciones” entre ambas naciones, expone.
La política exterior de la administración Biden ha implicado un “cambio cualitativo importante” sobre Venezuela en comparación con el gobierno de Trump, afirma el experto en relaciones internacionales, Félix Gerardo Arellano.
Respecto a Venezuela afirma que, al principio, hubo un “giro importante de mayor prudencia” para superar la estrategia “agresiva y de máxima presión” del presidente Trump que, a su juicio, consolidó al bloque en el poder en el país suramericano.
“Pero al transcurrir el tiempo, encontramos que, en términos generales, ha faltado creatividad, efectividad”, comenta consultado por la VOA.
Más creatividad
Arellano, también profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV), observa que no hay “dinamismo” en las relaciones Washington-Caracas y, a ello, suma la “debilidad” de la oposición venezolana que, dice, debería ser la promotora de una “estrategia” de coordinación más efectiva entre los aliados de la democracia, entre ellos Washington.
“Hay que desarrollar una estrategia más creativa, creo que ahí hay una gran debilidad por el vacío que está dejando la oposición democrática”, opina, antes de advertir que Biden enfrenta una agenda “compleja”, con problemas internos que, estima, se podrían exacerbar con la postura más “obstruccionista” de los republicanos en la Cámara de Representantes.
Considera, además, que ha faltado “narrativa, comunicación y propuestas”, frente a América Latina y, más específicamente, en la crisis venezolana.
Mobilia, por su lado, sostiene que existe una aproximación más “pragmática” de la dinámica latinoamericana que, estima, ha permitido “ganar tiempo”.
“Una manera de aproximarse al país a partir de la propia dinámica interna que los venezolanos estamos viviendo”, manifiesta, recordando que, tradicionalmente, todas las negociaciones están marcadas por avances y retrocesos.
Para la politóloga María Verónica Torres, las relaciones entre Washington y Caracas no han supuesto un avance significativo, sino lo contrario. Valora que la política internacional de Joe Biden hacia Venezuela ha sido “espontánea, torpe e irresponsable”.
“Han cambiado la cabeza de las negociaciones en varias oportunidades. Estamos viendo que el acercamiento es directamente con Maduro y no a través de un grupo de contacto mixto, y es entendible, porque la oposición fue negligente en la administración de fondos de la ayuda humanitaria y en el acompañamiento político de esta situación”, explica a la VOA.
Migración en retroceso
La migración es otro asunto que demuestra debilidades en la estrategia de la Casa Blanca hacia Venezuela, según Ramsey, analista de WOLA para esa nación latinoamericana.
Biden extendió por 18 meses el estatus de protección temporal (TPS) para los venezolanos que se encontraran en Estados Unidos y también promovió un permiso humanitario para 25.000 ciudadanos del país suramericano con base en patrocinantes, pero que coincidió con políticas restrictivas para inmigrantes ilegales que desearan pedir asilo en la frontera sur.
“Ahí, lamentablemente veo más similitudes que diferencias entre Trump y Biden”, acota Ramsey. “Hemos visto en ambas administraciones un interés en restringir el acceso a migrantes y refugiados venezolanos a un estado regular cuando vienen a Estados Unidos. Cada vez hay más y más énfasis en restringir el paso fronterizo de los migrantes”, asegura.
Esas políticas migratorias en Estados Unidos han sido consideradas una “vulneración” a los derechos del “grueso” de los venezolanos que intentan llegar a Norteamérica, reclaman defensores de derechos fundamentales, entre ellos Carlos Rodríguez, investigador del Centro de DDHH de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Alexander Campos, miembro del Centro de Investigadores Populares, lo evalúa como “un retroceso” que deja a una población movilizada “a la deriva” y las convierte en inminentes víctimas de organizaciones criminales en los países por donde se desplazan.
“La Administración Biden había prometido que, no solamente anularía el Título 42 (una medida de la era Trump que permite la rápida deportación), sino que daría mejores condiciones y eso no está sucediendo”, recuerda.
Otros liderazgos
Hace dos semanas, tres de los cuatro partidos con más diputados electos en 2015 aprobaron la desaparición del llamado gobierno interino encabezado por Juan Guaidó, expresidente del Parlamento y a quien Washington reconocía como el legítimo mandatario encargado de Venezuela desde enero de 2019, en los tiempos de Trump.
La Casa Blanca dijo respetar la decisión de la oposición de sustituir el interinato por una comisión parlamentaria e, incluso, una delegación opositora se reunió a comienzos de año, en Washington, con el subsecretario para asuntos del hemisferio occidental, Brian Nichols.
Nichols les ratificó su apoyo a la lucha por elecciones libres para 2024, una meta que tanto el antichavismo como la Casa Blanca esperan alcanzar en las negociaciones de México.
En noviembre pasado, el oficialismo y sus detractores volvieron al diálogo de Ciudad de México tras 13 meses de congelamiento de ese proceso, facilitado por Noruega. Se alcanzó un acuerdo de corte humanitario, con la promesa de tratar a futuro asuntos políticos.
Maduro, mientras, ha criticado el enésimo espaldarazo de Estados Unidos a sus opositores, ha insistido en exigir el levantamiento de sanciones y ha reiterado que el único poder legislativo en el país es el de mayoría oficialista electo en 2020.
Su delegado jefe en Ciudad de México y líder de ese Parlamento, Jorge Rodríguez, amenazó este lunes con la posibilidad de que el chavismo se “radicalice” si Washington no modifica del todo su política de sanciones económicas de los últimos seis años.
“Si ellos quieren, nosotros queremos. Si ellos se radicalizan, pues de eso sabemos nosotros”, resaltó la mano derecha de Maduro entre vítores de diputados de su partido.
Ramsey, de WOLA, espera, por su parte, que Estados Unidos mantenga su apoyo a la Asamblea Nacional electa en 2015, ya no con una embajada del interinato en Washington, sino con un vínculo directo con el equipo negociador de la Plataforma Unitaria, una misión que encabeza el abogado constitucionalista, exalcalde y exdiputado Gerardo Blyde.
Anticipa el pronto retorno del madurismo y la oposición a las negociaciones en México, con Estados Unidos sumamente atento a los “nuevos temas” que abran camino hacia la resolución de la crisis política y la urgencia de organizar elecciones transparentes.