Mirándola, uno no habría pensado. Sin pelo, sin dientes y con las garras cercenadas, parecía un ser de otro planeta. Aún así, Cholita era una osa. Un impresionante ejemplo de un oso de Paddington peruano (también llamado oso de anteojos), para ser exactos.
Por Remo Sabatini / Il Messaggero
Traducción libre del italiano al español por lapatilla.1eye.us
Cholita ya no está. Irónicamente, ella murió después de encontrar su libertad de nuevo. Con el corazón roto, la noticia la dio Animal Defenders International (ADI), la organización internacional con sede en Inglaterra y Estados Unidos que hizo públicas las imágenes del animal y que había conseguido salvarla de un cautiverio de décadas.
We also want to thank the veterinary team who worked day and night for Cholita. In the picture, the face of Fernando (left), Taricaya owner, captures the deep love for Cholita. We are so grateful that, with ADI, Fernando built this paradise for Cholita and the other bears. pic.twitter.com/QkOtNxmWZd
— ADI (@AnimalDefenders) January 14, 2023
Cholita, en realidad, había sido secuestrada cuando era poco más que una cachorra de la selva peruana de los Andes. A partir de ahí, el comienzo de su peregrinaje que, a su pesar, la había llevado de un circo a otro hasta un pequeño zoológico de provincia donde, advertida por activistas por los derechos de los animales, finalmente había sido rescatada.
En el medio, una vida de sufrimiento indescriptible. Sus torturadores y algunos artistas del circo, para dejarla inofensiva, de hecho le cortaron los dientes y las garras. Pero no termina ahí porque el estrés y el miedo de años de encarcelamiento habían hecho que incluso perdiera su pelaje.
Cholita Bear Fund will: Fund the care of rescued bears at Taricaya; maintain the bear habitats; support the rescue of #bears; help the fight against illegal #wildlifetrafficking in Peru
If you would like to contribute to her name, please do so herehttps://t.co/lvE1hpZQFR pic.twitter.com/QSgSoI4WRQ— ADI (@AnimalDefenders) January 14, 2023
Una tristeza inimaginable que se hubiera convertido en alegría infinita cuando, una vez liberada y cuidada por la organización, se recuperó y fue liberada en un santuario creado especialmente para ella en medio de la selva peruana donde luego murió.
“Cuando dejó de comer, explicó un portavoz de ADI, todos temimos que hubiera decidido que era hora de decir adiós”.
Cholita padecía insuficiencia renal aguda y lamentablemente todos los tratamientos administrados no habían dado ningún resultado. Así que preparados para lo peor, los voluntarios del santuario solo tuvieron que esperar. Hasta que la “reina del bosque”, como había sido renombrada mientras tanto, se durmió para siempre. Cholita tenía 33 años.