Ha fallecido el Papa Emérito, Benedicto XVI, el sucesor del hoy Santo, Juan Pablo II, y antecesor del Papa actual, Francisco.
Por larazon.es
Cuando fue elegido por el cónclave de 2005, a pocos días de la muerte de Karol Józef Wojty?a, uno de los mayores iconos del siglo 20, dijo que Dios no lo escuchó cuando le pidió que no lo convirtiera en Papa. Obedeció esa voluntad divina durante ocho años y luego hizo algo cuyos precedentes solo se consiguen en la Edad Media, renunció.
La renuncia de un Papa, en este caso absolutamente voluntaria, da para interesantes debates canónicos, sin embargo su simbología va mucho más allá, al menos en el contexto moderno. Renunció a un cargo vitalicio, y además lo hizo ante Dios, que era, a todo efecto, su único jefe.
En general, no querer el poder y luego cederlo voluntariamente, es algo que merece mucho más reconocimiento, y que debe revestirse de dignidad, nobleza y hasta valor. Por eso decidí despedirlo llamándolo así, el Papa de la Santa Renuncia, esperando que su ejemplo sirva en otras esferas como la política, hoy tan cínica y mediocre donde sea.
Y en lo que respecta a su caso concreto, a las circunstancias de su renuncia, también vale la pena resaltar el mérito. Fue el primer Papa, y quizás uno de los pocos altos jerarcas hasta ahora, que ha pedido perdón con sentida vergüenza por los casos de abusos sexuales que involucra a tantos sacerdotes católicos. También hizo lo propio en relación a los escándalos de corrupción financiera en el Vaticano. Esa vergüenza, tan difícil de ver en cualquier líder o dirigente, le impidió tener los niveles de tolerancia que terminan convirtiendo en cómplice a los responsables y máximas autoridades de las instituciones.
En lo que respecta a temas de fondo y doctrinarios, luchó contra el relativismo moderno, lo que le ganó el calificativo de conservador, quedando abierto e inconcluso ese debate, no solo en la Iglesia, sino también en la sociedad. Igualmente denunció la Teología de la Liberación como lo que es, un populismo político inspirado en el marxismo, que se basa en una interpretación libre y distinta del cristianismo.
Aunque su renuncia puede interpretarse como una derrota frente a estos temas, o como impotencia incluso, yo prefiero verlo como una muestra inequívoca y casi única de responsabilidad, coherencia y, sobretodo, de inteligencia; esa que parece estar extinguiéndose junto a la verdad. Su muerte, que hoy nos recuerda que había un Papa retirado, quizás nos inspire para seguir luchando contra la posverdad canceladora de nuestra propia razón e identidad.