Una ciudad sin dinero, sin gobierno, sin religión, que acoge a todas las nacionalidades: Auroville fue fundada en febrero de 1968 en el sur de la India por Mirra Alfassa, una francesa de Pondicherry, apodada “la Madre”. Tras su muerte en 1973, la ciudad se desarrolló, en medio del desierto, gracias al trabajo de sus habitantes. Juntos, sueñan con construir una nueva humanidad, en paz y armonía.
Por France24
‘La Madre’ nombró a la ciudad de Auroville en honor a su compañero espiritual, el filósofo indio Sri Aurobindo, fundador de un movimiento que busca la armonía en todos los aspectos de la vida. Actualmente viven allí unas 3.300 personas de 52 países diferentes. La mitad de la población es india y una quinta parte es francesa.
Un desierto convertido en bosque
Durante el último medio siglo, esta comunidad experimental se ha desarrollado con el apoyo de la Unesco y es reconocida por el gobierno de la India como “una ciudad cultural internacional”. La ciudad se organiza en una espiral que envuelve el centro, donde se encuentra el Matrimandir, o “templo de la madre”. Es una bola dorada tan alta como un edificio de nueve pisos, y un lugar de meditación.
Los residentes han logrado transformar este desierto en un bosque: se han plantado más de 3 millones de árboles. Hoy, Auroville cubre 2.000 hectáreas. La ciudad se ha convertido en un auténtico laboratorio viviente, pionera en el urbanismo ecológico. Cuando se instalan allí, los aurovillanos ceden su propiedad a la comunidad y renuncian a la propiedad privada. A pesar de ser repetidamente amenazado y considerado sectario por algunos, el experimento continúa.
El objetivo es albergar a 50.000 habitantes. Para hacer esto realidad, los vecinos de Auroville han pedido al Gobierno indio 120 millones de euros en un intento por rejuvenecer esta utopía dormida. Solo alrededor de 100 personas se instalan en Auroville cada año, en busca de espiritualidad y valores ecológicos.