La primera ministra Liz Truss cerró el miércoles el tumultuoso congreso anual del Partido Conservador británico con una defensa a ultranza de su polémico plan económico, en un intento de afianzar entre sus filas una autoridad cada vez más en entredicho.
“En estos tiempos difíciles, debemos actuar. Estoy decidida a hacer avanzar al Reino Unido para superar la tormenta”, afirmó durante un discurso de más de 30 minutos, brevemente interrumpido por dos activistas de la oenegé Greenpeace con una pancarta que decía “¿Quién ha votado por esto?”.
Un mes después de suceder a Boris Johnson, Truss se puso en contra a los mercados financieros, los votantes y destacadas personalidades en su propio partido con un programa de importantes recortes fiscales que incrementará la ya muy abultada deuda pública británica.
Pero en la clausura del congreso de Birmingham volvió a defender su plan de choque ultraliberal para reactivar una economía británica amenazada de recesión y sumida en una inflación galopante que pone a muchas familias en dificultades.
“La escala del desafío es inmensa”, afirmó. “Por eso, en el Reino Unido tenemos que hacer las cosas de forma diferente”, insistió.
“Siempre que hay un cambio, hay un trastorno. No todo el mundo estará a favor”, reconoció. “Pero todo el mundo se beneficiará del resultado: una economía en crecimiento y un futuro mejor”, aseguró.
Ilustrando la rápida pérdida de credibilidad de Truss, el exministro Grant Shapps afirmó que esta podía enfrentarse a un voto de censura de sus propios diputados si su discurso no empieza a mejorar su pésima posición en las encuestas.
Alabado como un campeón electoral tras lograr en 2019 la más amplia mayoría conservadora en 40 años, Johnson fue empujado a la dimisión en julio cuando la acumulación de escándalos evidenció que ya no podía liderar con éxito a su partido a las próximas legislativas, previstas en enero de 2025 a más tardar.
Sin embargo, un sondeo de YouGov publicado el miércoles antes del discurso de Truss mostró que esta, llegada al cargo el 6 de septiembre, es ya más impopular que Johnson en su peor momento.
“No creo que los diputados conservadores, si ven que las encuestas siguen así, se vayan a quedar de brazos cruzados”, declaró Shapps a Times Radio.
– “Ningún mandato” –
Sin el carisma ni la capacidad de oratoria de Johnson, Truss se centró en los últimos días, en un sinfín de entrevistas concedidas a medios grandes y pequeños, en defender el dramático giro que se vio obligada a dar en su plan económico.
Su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, anunció el lunes que abandonaba la muy polémica abolición del tramo máximo impositivo, del 45%, para la rentas superiores a 150.000 libras (170.000 dólares) anuales.
Incluida en un paquete fiscal más amplio, esta medida provocó duras acusaciones de favorecer a los más ricos cuando muchos británicos se hunden en la pobreza por el coste de la vida.
Incluso un miembro de su gobierno, la secretaria de Estado de Relaciones Parlamentarias, Penny Mordaunt, se salió del guión y apoyó públicamente la necesidad de actualizar las ayudas sociales al mismo ritmo que la inflación, lo que Truss y Kwarteng se resisten de momento a hacer.
Truss negó haber perdido el control del ejecutivo y del partido.
Pero su muy conservadora ministra del Interior, Suella Braverman, acusó a sus detractores dentro de la formación de querer dar un “golpe de Estado” contra la primera ministra.
Otro exministro, Michael Gove, peso pesado de la formación, mantuvo sin embargo las críticas, subrayando que la aplastante mayoría parlamentaria conservadora se debe al programa electoral de Johnson que Truss empieza a desmontar.
“No tenemos ningún mandato de la gente para hacer esto”, tuiteó la también exministra Nadine Dorries, subrayando que “el gobierno conservador fue elegido en base a un programa, así es como funciona la democracia”.
“La gente votó en 2019 por las promesas políticas que hicimos (y por Boris). Si no queremos cumplir el acuerdo, las promesas, necesitamos un nuevo mandato”, agregó.
Sin embargo, empujar a la convocatoria ahora de unas legislativas anticipadas sería un suicidio político para los conservadores.
Los sondeos muestran que la principal fuerza de oposición, el Partido Laborista, tiene hasta 33 puntos de ventaja frente a una derecha que lleva 12 años en el poder.
AFP