La historia es conocida: un policía llamado Alex Murphy (Peter Weller) es brutalmente asesinado, pero una empresa llamada OCP, que controla a la policía de Detroit, logra revivirlo mediante una tecnología que une sus restos con partes robóticas, aunque en el proceso le borra todos sus recuerdos.
Por La Nacion
Con un guion que no inspiraba demasiada seguridad sobre su destino, el realizador Paul Verhoeven tomó el proyecto Robocop y logró un film contundente, que dejó su huella en pantalla. Pero su estilo confrontativo y las numerosas fricciones que mantuvo con su elenco, hicieron de este rodaje un pequeño campo de batalla.
Con la ayuda de Terminator
La saga de Robocop empieza con un joven aspirante a guionista llamado Edward Neumeier. Su trabajo en Universal lo aburría tremendamente y, como forma de escape, solía fantasear con escribir alguna historia de ciencia ficción que bebiera de los cómics que tanto habían formado su paladar. Iron Man y Rom, ambos títulos de Marvel centrados en hombres enfundados en poderosos trajes, fueron sus influencias más inmediatas para crear una trama sobre un policía robotizado (ambos cómics, dicho sea de paso, son disimuladamente vistos en el film).
Por esa época, Neumeier conoció a un estudiante de cine llamado Michael Miner, que estaba garabateando un concepto similar titulado SuperCop, y entre ambos le dieron forma a un guion llamado Robocop: The Future of the Law. Con la sátira como tono rector, la dupla comenzó a pulir su propuesta mientras recorrían estudios y oficinas de productores con la intención de venderles el libreto. Pero nadie se interesaba por la idea, a los ejecutivos les parecía un concepto demasiado costoso para un producto que tenía destino de clase B. Hasta que todo cambió.
Estrenada en 1984, Terminator de James Cameron se convirtió en un gran éxito que motorizó el interés del público por los robots. Y en las oficinas de Orion Pictures (justamente los responsables de Terminator), reconsideraron entonces el guion de Robocop, y le dieron luz verde. Con un presupuesto moderado destinado al largometraje, el estudio elaboró una lista de potenciales directores; uno de ellos fue Kenneth Johnson, quien rechazó la propuesta por considerarla demasiado “desagradable y ultra violenta”. Alex Cox también fue tentado, pero prefirió apostar por su proyecto, Straight to Hell. David Cronenberg, un nombre en gran ascenso a mediados de los ochenta, también recibió el guion, pero terminó por declinar la oferta. Y así llegó a escena un casi desconocido Paul Verhoeven.
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