Previo a la invasión rusa, Anton Zaika, apenas habría podido reconocer una pistola Beretta de una Bazuka, es un herrero ucraniano que encontró una forma de contribuir al esfuerzo de guerra fabricando barreras antitanques a fin de proteger a los batallones de voluntarios locales en Sumy, una ciudad ubicada en el noreste de Ucrania. Zaika, herrero de 32 años, es propietario de un pequeño pero exitoso negocio de venta de muebles de metal a clientes europeos adineradoos, ahora fabrica estos elementos protectores y los entrega sin costo a la unidad de Defensa Territorial que lucha contra la invasión rusa. Incluso ha comenzado a comprar y convertir autos viejos y destartalados en improvisados vehículos blindados.
“Al comienzo de la invasión, ya no había policía en la ciudad ni demasiados militares”, relata a la AFP Anton Zaika. “Así que principalmente teníamos defensa territorial. Fueron nuestros ciudadanos quienes tomaron las armas e impidieron que el enemigo entrara en la ciudad. No soy bueno con las armas, así que hice lo que sé bien para ayudarlos”, dice este padre de un niño de seis años y una niña de cuatro meses.
Guerra urbana
Zaika vive y tiene su taller en Sumy, ciudad de 260.000 habitantes a solo unos 25 kilómetros de la frontera con Rusia. Fue fundada por los cosacos a mediados del siglo XVII y han tenido que luchar por su supervivencia desde el inicio de la agresión de Moscú contra Ucrania en febrero de este año. La ciudad, que casi fue tomada por los rusos, pero respondió rápidamente, viéndose envuelta durante seis semanas en intensos combates callejeros.
Se encontraban diariamente rodeados y bombardeados por la artillería, y sus trenes y autobuses se encontraban suspendidos como también sus carreteras y sus puentes fueron pulverizados, por lo que sus 260.000 habitantes se quedaron atrapados en una ciudad que se encontraba bajo ataque y sus suministros de agua y alimentos escaseaban peligrosamente.
Anton Zaika, que aprendió el oficio de su padre, dirige la empresa desde hace siete años, y esperaba abrir un nuevo taller antes de la guerra. Para ello, compró materiales por valor de 25.000 euros. Todo este stock se agotó durante el primer mes de invasión, desde que empezó a recibir peticiones de ayuda de las Unidades de Defensa Territorial. Desde entonces, ha fabricado más de 500 estufas para los combatientes, pero también para hacer la vida más agradable en los refugios antiaéreos y en las ciudades y pueblos cercanos donde los bombardeos cortaron el suministro de gas.
“El invierno llegará pronto”
Los ciudadanos intentan contribuir como pueden y le alcanzan a Zaika todos los materiales que encuentran que podrían llegar a ser utilizados en las trincheras o en los refugios. El herrero recuerda claramente a un “donante patriótico” que caminó seis kilómetros en la nieve con una pila de electrodos que pesaba unos 20 kilos. Otros han abierto una página de recaudación de fondos en Instagram, lo que permitió a Anton pagar un Suzuki XL 7 que convirtió en un vehículo militar y entregó a las fuerzas voluntarias.
”Añadimos una protección de chasis y protección de motor, reforzamos el parachoques delantero, el radiador y el baúl y colocamos rejillas metálicas en las ventanas” explica. ”Para los 4×4, también tenemos un marco de metal al que se le puede acoplar un soporte para una ametralladora”.
Hasta al día de hoy, Anton Zaika, ha convertido 10 vehículos Ford, Dodge, Mitsubishi y Suzuki que ahora están en primera línea. “No tengo intención de parar. El invierno llegará pronto, así que estoy seguro de que tendremos que hacer más estufas”, dice. “En cuanto a los autos, si los chicos vuelven pidiendo ayuda, aquí estamos para ayudarlos”.