No estamos solos. Pese a que no podemos verlos y son solo detectables bajo el microscopio, los ácaros conviven con los humanos desde hace miles de años. Ya sea en el pelo, en los poros o sobre la piel, estos pequeños eligieron al humano como su hogar. Sin embargo, un reciente estudio realizado por la Universidad de Reading sobre los Demodex folliculorum (Acari) advirtió que, por su evolución, dejarían de ser parásitos para convertirse en simbiontes. Es decir, se convertirían en “uno” con los humanos.
Por Infobae
Según explicaron los científicos, de los cuales Alejandra Perotti y Henk Braig son argentinos, “la mayoría de los humanos portan ácaros en los folículos pilosos de la piel durante toda su vida. Los ácaros foliculares son los únicos metazoos que viven continuamente en los humanos”. Con nuestro rostro como hogar, estos pequeños se aparean en las noches, en nuestras caras.
“Los ácaros se transmiten durante el nacimiento y son transportados por casi todos los humanos, con un número máximo en adultos a medida que los poros se agrandan. Miden alrededor de 0,3 mm de largo, se encuentran en los folículos pilosos de la cara y los pezones, además de las pestañas”, señalaron desde la casa de altos estudios en un comunicado. En ese sentido, explicaron se alimentan del sebo (grasa) que el organismo libera naturalmente por los poros. “Se activan por la noche y se mueven entre los folículos buscando aparearse”, aseguraron.
Alejandra Perotti es argentina, desde hace unos 20 años trabaja en el Reino Unido y se desempeña como profesora asociada de biología de invertebrados en la Universidad de Reading. Según explicó: “Descubrimos que estos ácaros tienen una disposición diferente de los genes de las partes del cuerpo a otras especies similares debido a que se adaptan a una vida protegida dentro de los poros”. En ese sentido, la además cotitular de la investigación agregó: “Estos cambios en su ADN han resultado en algunas características y comportamientos corporales inusuales”.
En el estudio, publicado en la revista Molecular Biology and Evolution, los expertos señalaron que el ácaro denominado Demodex folliculorum (Acari) se encuentra en una etapa de transición, en el genoma y la fisiología, de parásito que daña al huésped, a un simbionte. “Este es el primer paso evolutivo en una especie de artrópodo que adopta un estilo de vida reductor, parasitario o endosimbiótico”, afirmó el documento y agregó: “La pérdida de los genes de reparación del ADN junto con la endogamia extrema podría haber puesto a esta especie de ácaro en una trayectoria evolutiva sin salida”.
“Debido a su existencia aislada, sin exposición a amenazas externas, sin competencia para infestar anfitriones y sin encuentros con otros ácaros con genes diferentes, la reducción genética los ha convertido en organismos extremadamente simples con patas diminutas impulsadas por solo 3 músculos unicelulares. Sobreviven con el repertorio mínimo de proteínas, el número más bajo jamás visto en esta especie y otras relacionadas”, indicaron los expertos en un comunicado.
En ese sentido, aseguraron que esta reducción de genes estaría relacionada con su comportamiento nocturno, ya que no cuentan con protección UV y melatonina. De todos modos, la ausencia de este último compuesto no les genera un problema para su actividad reproductiva, ya que se alimentan de la melatonina que secretan los humanos cuando baja el Sol.
“Su arreglo genético único también da como resultado hábitos de apareamiento inusuales de los ácaros. Sus órganos reproductivos se han movido anteriormente, y los machos tienen un pene que sobresale hacia arriba desde la parte frontal de su cuerpo, lo que significa que tienen que colocarse debajo de la hembra cuando se aparean y copular mientras ambos se aferran al cabello humano”, detallaron. Al tiempo que advirtieron que, gracias a una serie de modificaciones, “este es el primer paso para que los ácaros se conviertan en simbiontes”.
Asimismo, los expertos destacaron que “la falta de exposición a parejas potenciales que podrían agregar nuevos genes a su descendencia puede haber puesto a los ácaros en el camino hacia un callejón evolutivo sin salida y una posible extinción. Esto se ha observado antes en bacterias que viven dentro de las células, pero nunca en un animal”.
“Se ha culpado a los ácaros por muchas cosas. La larga asociación con los humanos podría sugerir que también podrían tener funciones beneficiosas simples pero importantes , por ejemplo, en mantener los poros de nuestra cara destapados”, explicó el argentino Henk Braig, coautor principal de la Universidad de Bangor y la Universidad Nacional de San Juan. Vale aclarar que, además de las mencionadas casas de altos estudios, también colaboró la Universidad de Valencia (España).