“Mamá, me siento mal”, le dijo Florencia a su madre, Carolina, tambaleándose por la tos y los problemas para respirar en un nuevo episodio de contaminación en Quintero y Puchuncaví, dos localidades llamadas el ‘Chernóbil chileno’.
Ubicadas sobre la costa central, ambas son consideradas “zonas de sacrificio ambiental” desde que en 1958 el gobierno chileno decidió relegar la pesca artesanal y la agricultura para convertir la zona en un polo industrial que hoy alberga cuatro termoeléctricas a carbón y refinerías de crudo y cobre.
Carolina Astudillo recuerda con tristeza cuando la llamaron desde el colegio donde estudia su hija para comunicarle que se sentía mal.
Florencia “tuvo que llegar (a casa) por sus propios medios, porque el colegio es acá a la vuelta. Me di cuenta de que tenía dormidos sus pies, tos, le picaba la garganta; no podía respirar”, relata a la AFP la angustiada madre.
Desesperada, tomó a su hija y salió a la calle para llevarla de emergencia al hospital de Quintero. En este lugar “no sabían qué pasaba; llegaban y llegaban niños pero no tenían los insumos para atender una emergencia así”.
“Tuve a mi hija con suero y su diagnóstico fue intoxicación por gases desconocidos”, explicó Astudillo.
El lunes pasado, en las localidades de Quintero y Puchuncaví, ubicadas en lo que alguna fue una turística bahía, más de 75 personas, entre ellos 50 niños, resultaron intoxicadas por la contaminación que emanó del enorme parque industrial que alberga.
Cruzando una carretera y a pocos kilómetros, sus cerca de 50.000 habitantes respiran a diario gases que emiten unas 15 fuentes contaminantes instaladas ahí hace cinco décadas.
La contaminación no ha parado y las autoridades indican que los afectados superan el centenar. Las clases fueron suspendidas por cinco días y la zona está bajo emergencia ambiental.
La Superintendencia de Medio Ambiente ordenó a ocho compañías del parque industrial medidas para reducir la contaminación que superó cinco veces la norma. Codelco, la poderosa cuprífera estatal chilena, responsable del 8% de la oferta mundial de cobre, es señalada como una de las principales responsables.
– El Chernóbil chileno –
Pero este no es el primer episodio de contaminación que sufre esta imponente bahía sobre el océano Pacífico.
La organización ambientalista Greenpeace calificó la zona como “el Chernóbil chileno” luego que en 2018 unas 600 personas acudieron a centros médicos con un cuadro clínico atípico de vómitos de sangre, dolores de cabeza, mareos, parálisis de las extremidades, además de extrañas ronchas en la piel que aparecieron particularmente en niños.
“En el 2018 cayó (intoxicada) mi hija mayor que en ese tiempo tenía 15 años. Si tú empiezas a reunir todos los partes médicos de todos los niños es el mismo diagnóstico y los mismos síntomas”, sostiene Astudillo.
Mientras esta madre habla con la AFP, sus cuatro hijos juegan en el patio de su casa con una pelota al son de los ladridos de un enorme perro negro. Pero, Florencia sufre un repentino ataque de tos y entra rápidamente a casa con los ojos hinchados.
“Esa es mi hija ¿la escuchas cómo tose? ¡quedó así!”, se queja.
– “Buscamos el equilibrio” –
“Nos están matando en silencio que es lo terrible”, dice, por su parte, María Araya, presidenta del Consejo Consultivo del Usuario del Hospital Adriana Causiño de Quintero.
En 2019, el entonces gobierno del derechista Sebastián Piñera ideó un plan de descontaminación para congelar todas las emisiones de la zona, establecer una reducción de material particulado, dióxido de azufre y óxido de nitrógeno, y un programa de medición de contaminantes.
Pero para la población no ha sido suficiente.
Araya, cuya hija mayor también fue afectada en la contaminación del 2018, explica que “las emisiones parten entre las 10:00 de la noche hasta las 04:00 de la mañana”, que las mediciones de contaminantes “no han sido eficientes”, y que el hospital de Quintero “no tiene las capacidades para atender este tipo de emergencias (intoxicaciones)”.
La mayoría de la población trabaja en las industrias contaminantes. Muchos han salido a protestar, pero no demandan la salida de todas las empresas sino que exigen al Estado chileno un mejor hospital, detener nuevos proyectos de industrias, trasladar la fundición de cobre de Codelco y cerrar las termoeléctricas de carbón.
“Todos podemos vivir en un ambiente limpio con energías renovables donde nosotros, los ciudadanos, y las industrias puedan trabajar, producir y todos vivir en paz. Eso es lo que nosotros queremos, buscamos el equilibrio”, dice, en tanto, Carolina Astudillo.
AFP