Un sector de la oposición venezolana percibe que lo que se espera que ocurra no sucede porque
no se está haciendo mucho, por no decir nada para cambiar la realidad que mantiene a Maduro en
el poder, en realidad no es del todo cierto que no se trabaja con ahínco adentro y fuera de
Venezuela, pero sin el nivel de coordinación que se necesita. Dos de los obstáculos que nos
mantienen entre la decepción y la desesperanza, es que no hemos superado los mantras de
Guaidó del 2018 y el “todas las opciones están sobre la mesa” de la administración Trump. Hemos
visto desfilar distintos intentos de unidad opositora sin el éxito de 2015 y como reclamo en el caso
de Guaidó y decepción con los Estados Unidos, los mantras y todas las opciones, aparecen como
fantasmas para colocar la percepción del presente en el punto en que las diferencias y los cobros
de factura enlodan el único camino que lleva a un destino cierto de cambio, por vía electoral o
por la aparición sobrevenida de un cisne negro.
La exclusión de Maduro y Guaidó de la Cumbre de las Américas no es un triunfo para ninguno de
los dos, si bien los Estados Unidos continúan reconociendo a Guaidó, la situación geopolítica en el
mundo apunta a una administración Biden centrada en temas más calientes como la invasión rusa
a Ucrania, las declaraciones amenazantes chinas sobre Taiwán y el suministro de energía a Europa
que afecta la economía mundial.
Con esos escenarios y con el peligro de perder su capacidad de influencia mundial en el siglo XXI,
la Cumbre es el menor de los problemas para Biden que tiene unas elecciones de medio termino
que afrontar con una baja sensible de popularidad.
Los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, si no fuera por Rusia que sin tener como,
alardea que los utilizará como bases militares para amenazar la seguridad de los Estados Unidos,
estuvieran vendiendo entradas para visitar el parque temático del horror en que el socialismo
autoritario no democrático ha convertido a estas naciones.
Para no quedar como un leproso, Maduro emprende una gira a los pocos países que puede visitar
sin arriesgar su libertad, Díaz Canel y Ortega se quedan viendo por televisión la caravana de
migrantes en México auspiciada por López Obrador y la intervención del Presidente Fernández de
Argentina en Los Ángeles, mientras Guaidó recibe una llamada de consolación de Biden desde el
avión presidencial que no aclara nada.
Por lo pronto la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia asoma un resultado
reñido, de infarto como se suele decir, creo que a pesar de la remontada de Rodolfo Hernández y
el enorme esfuerzo por impedirle a Petro su residencia por 4 años en la casa de Nariño, este
resultará vencedor para preocupación de todos los que vemos en el ex alcalde de Bogotá, un
hombre comprometido con el resentimiento de la agenda comunista del foro de Sao Paulo y un
aliado de Maduro para desgracia de los demócratas del continente.
Por eso insisto, si están ocurriendo acontecimientos y la percepción de parálisis que tenemos de la
situación venezolana, si bien es responsabilidad de como se han hecho las cosas y del régimen que
también juega, es parte de los movimientos que se están dando en distintos tableros de la
geopolítica internacional. Deponer los egos de un liderazgo decaído y botar la llave para la unión
de los demócratas, es una tarea urgente para cualquier escenario que se pueda presentar con
negociaciones o sin ellas.