Es admirable el coraje de esos muchachos que desafían a esa feroz tiranía, sabiendo que no vacila a la hora de apresar, torturar y asesinar a quienes se dispongan a decirles todas esas verdades que resultan imposible esconder, por más burbujas que fabriquen, para pretender simular que “la cosa en Venezuela se está arreglando”. Y es justo destacar que esos jóvenes han dado ese paso conscientes de todo a lo que se exponían, porque estaban al tanto de que están tras las rejas decenas de ciudadanos como Rafael Tarazona, simplemente por asumir una posición crítica y comunicarle sus informes al país, de todo cuando se ha averiguado y confirmado sobre la instalación de campamentos del ELN en territorio venezolano.
Las dictaduras, estén donde estén, bien sea en Cuba, en Nicaragua o en Venezuela, no permiten que se celebren elecciones libres, porque sencillamente sus tiranos se sienten todopoderosos y se autoproclaman poseedores del derecho a pensar por los demás.
Las dictaduras no admiten que haya libertad plena de expresión, por eso transforman el derecho de opinar en un delito que se castiga con cárcel. Por eso persiguen a los periodistas, a los fotógrafos y camarógrafos, muchas veces apaleados en plena calle mientras trataban de cumplir con sus tareas, si no, pregúntenle lo que le hicieron a la periodista María Angélica González. Por eso arrebatan las licencias a televisoras y radios, mientras van asfixiando a los periódicos y saboteando el funcionamiento de los portales de noticias.
Las dictaduras son las que van colocando por el mundo a millones de desterrados, seres humanos que se ven forzados a emigrar para evitar las catástrofes que producen en sus países esos regímenes oprobiosos.
Por eso a las dictaduras hay que enfrentarlas sin miramientos, desenmascarando a sus emisarios que cuentan con poderosos sistemas de comunicaciones expertos en difundir sus malhabladas narrativas.