Susan Boyle hoy: gana millones que no gasta, vive en la modesta casa donde nació y espera el film sobre su vida

Susan Boyle hoy: gana millones que no gasta, vive en la modesta casa donde nació y espera el film sobre su vida

Hoy Susan es dueña de cuatro compañías que, solo en el año 2019, le dejaron tres millones de dólares de ganancias netas (Lisa Maree Williams/Getty Images)

 

Según el medio británico Daily StarSusan Boyle tiene una fortuna que supera los 32 millones de dólares, pero de acuerdo a People with moneysus ganancias totales rondan los 46 millones. En todo caso, es mucho dinero para alguien que hasta los 47 años fue una desempleada que hacía trabajos voluntarios.

Por infobae.com

Hoy Susan es dueña de cuatro compañías que, solo en el año 2019, le dejaron tres millones de dólares de ganancias netas: Duil Limited, Speur Business, Speur Ltd y Speur Films -esta última se armó para manejar los fondos de un filme de Hollywood sobre su vida-. Hay una película que ya estaría en marcha sobre su ascenso en el planeta de la fama. Además, una cadena de televisión compró, a fines de 2020, los derechos para su biografía.

Video

Solo han pasado 14 años desde aquel día que cantó en el certamen Britain’s Got Talent y su estrella personal hizo la vertical y apuntó hacia el éxito. Ella sorprendió a todos porque no resultó ser de esas celebrities que se abanican nerviosamente con largas y falsas pestañas ante los flashes, subidas a tacos de vértigo y que gastan fortunas para mostrar cuán lejos han llegado.

Nada de eso. Susan ha demostrado ser todo lo contrario: una señora austera que acaba de cumplir 61 años y a la que el exceso de exposición no le sienta bien. Gasta por semana unos módicos 400 dólares, ayuda a sus hermanos y vive en el mismo chalet adosado donde transcurrió su niñez en Blackburn, West Lothian, en el Reino Unido.

De dónde vengo y quién soy

Susan Magdalane Boyle nació el 1 de abril de 1961 y llegó al mundo en silencio. No berreó y en el parte de su nacimiento se dejó asentado que sufrió “falta de oxígeno”. Su madre, Bridget, tenía ya 47 años y presión alta. Por eso los médicos le habían aconsejado un aborto terapéutico: ambas vidas estaban en riesgo. Bridget se negó y fue a cesárea.

Todos temieron que Susan hubiera sufrido daño cerebral por aquella falta de aire. Por eso, cada paso que la pequeña daba era observado con lupa.

Durante años Susan llevó consigo ese fantasma.

Sus comportamientos solían ser inmediatamente etiquetados y atribuidos a aquel daño al nacer.

Sus padres eran escoceses de ascendencia irlandesa. Patrick era minero y Bridget mecanógrafa. Pero en su casa, la que compartía con sus ocho hermanos, se respiraba música. Bridget tocaba muy bien el piano y Patrick tenía una voz maravillosa y le divertía imitar a Elvis Presley. A los 5 años Susan vivía cantando y a los 12 integraba el coro del colegio y participaba en conciertos de la parroquia a la que asistían.

Era la vida con sus pares lo que le resultaba un real incordio. Se burlaban de ella de manera cotidiana al punto que la bautizaron “Susan la simple”. Eso y decirle que no descollaría en nada y que sería una inútil por siempre, era más o menos lo mismo.

Susan, que en realidad tenía un alto coeficiente intelectual, creía lo que los demás pensaban de ella. Desfiló por concursos de canto y audiciones sin ningún logro.

En 1997 murió Patrick, a los 83 años. En 2007, murió Bridget. Susan se quedó sola en su casa. Era voluntaria en una iglesia, estaba desempleada y compartía su vida con su gato Pebbles. Cantaba en la soledad de su casa y bajo la ducha. Su futuro parecía pintado de gris. ¿Qué podía cambiar en su vida? Nada. Ya quedaba poco lugar para las ilusiones. Estaba llegando a los 50 años. No podía seguir soñando imposibles…

El vuelco de las lágrimas

Pero lo probable no siempre es lo que ocurre.

Susan se volvió famosa de un día para otro en abril de 2009. Su participación en el show Britain‘s Got Talent donde entonó la canción Yo soñé un sueño, del musical Los Miserables fue la bisagra de oro que le abrió la puerta al nuevo mundo. El del éxito. Las miradas del planeta aterrizaron sobre su figura sin estridencias, casi pueblerina.

Y las redes, claro, tuvieron mucho que ver.

En solo diez días su video subido a YouTube alcanzó 100 millones de reproducciones. Ese mismo año su primer álbum vendió 10 millones de copias.

Susan ya no era la señora gris que cantaba bajo la ducha y cuidaba a su gato. O sí, lo era, pero también era esta estrella en ascenso que enternecía al mundo y que todos morían por escuchar.

Fue en esta etapa de cosecha de aplausos que, por fin, los especialistas médicos le diagnosticaron Síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista que suele afectar las relaciones con los demás y que puede generar mucha ansiedad y depresión. Susan respiró tranquila. Todo ahora tenía una explicación. Se había podido sacar de encima la etiqueta del “daño cerebral”.

Era una lástima que su madre no estuviera para saberlo y que ninguno de sus padres hubiesen sido testigos de sus enormes logros musicales.

En 2015 tuvo otro golpazo afectivo: un cáncer agresivo terminó con la vida de Bridie, su hermana mayor y consejera. De ella dijo: “Era una mujer honesta que me ayudó durante toda mi vida y durante toda mi carrera. No le daba miedo decirme cuando yo intentaba hacer cosas que ella creía eran demasiado grandes para mí”.

El dinero no compra nada

Susan se había quedado sin bastones en su vida. Esos que no se compran. Y los millones que empezaron a ingresar a su cuenta no le garantizaban nada. Ni siquiera, tranquilidad.

Siguiendo malos consejos, desembolsó casi medio millón de dólares para comprar una mansión con cinco dormitorios. No aguantó vivir allí. Extrañaba su casa de la infancia. Terminó cediéndosela a una sobrina y volviendo al antiguo hogar familiar, la modesta casa adosada. Se dio el gusto de comprar la otra casa que estaba adosada por unos 145 mil dólares. Las unió para convertirlas en la única casa de sus sueños. Lo explicó a la perfección: “Es mejor estar donde se tienen las raíces. Te mantiene a tierra y previene que digas cosas que no deberías decir”.

Las peleas familiares también la acorralaron. Su hermano Gerry la amenazó con suicidarse si ella no le daba 65 mil dólares. Ella ya le había dado más de medio millón. El chantaje de su propio hermano le dolió demasiado. Estuvieron más de dos años y medio sin hablarse. Eso fue hasta que Gerry la ayudó cuando en el aeropuerto de Heathrow ella tuvo un episodio angustiante debido a su trastorno. Su comportamiento errático la llevó a discutir con un miembro del staff de British Airways. Susan estaba confundida y gritaba que no había hecho nada malo. Gerry se encargó de buscarla y de internarla unos días en un psiquiátrico. Cuando mejoró, los hermanos quedaron amigos nuevamente.

Lo cierto es que Susan, para este entonces, ya había aprendido que muchos acercamientos suelen ser por interés. Aun así perdonó a Gerry.

A lo largo de los últimos años de su vida Susan experimentó varios episodios más del estilo. Otra vez, mientras esperaba un vuelo, tomó una mopa y empezó a cantar y a bailar para la gente. Incluso quiso lustrar los zapatos de los pasajeros con la misma mopa.

Su trastorno cada tanto emerge y la desenfoca. Lo mismo pasó cuando se perdió el pequeño gato que había llegado para reemplazar la muerte de Pebbles. Sus vecinos la encontraron de madrugada en la vereda, gritando en la oscuridad.

Amores que no fueron

Si bien Susan nunca se casó, en todos estos años hubo alguna que otra cita con un hombre.

Una vez, en 2014, desapareció por varias horas y su equipo de trabajo pensó que había sido secuestrada. Todo terminó en una anécdota hilarante.

Otra vez, relató ella, tuvo una “relación romántica” con un doctor norteamericano al que conoció en un hotel durante una gira. Salieron un par de veces a almorzar. Susan no se lo contó a nadie. No pasó nada más que eso.

“He estado sola demasiado tiempo como para pensar en casarme”, reflexionó. A la revista Lady Magazine le dijo con humor con respecto al matrimonio: “Es de buenas maneras esperar que te lo pidan, así que sigo esperando (…) Recibo cartas de admiradores y me resulta agradable gustarles”.

En otra entrevista, Susan con su clásico buen humor e ingenuidad reveló que era virgen y que nunca la habían besado.

Fue por el año 2014 que un día se presentó para preguntar por un puesto de cajera en una casa de lotería. Les dijo que quería ver la posibilidad de trabajar para estar en contacto con la comunidad. Así es ella.

En 2016 contó que le habían diagnosticado diabetes tipo 2. Eso la llevó a perder peso y a recuperar agilidad: “Tenía que dejar de comer dulces y pasteles que es lo que más me gusta”, se conformó.

En 2019 volvió a la televisión con un programa especial America’s Got Talent: The Champions. Tampoco ganó esta vez y fue eliminada en la final.

Los rumores sostienen que este 2022 seguirá acumulando dinero que no gasta… Hay en ciernes una película sobre su rápido ascenso a la fama. Se dice que Meryl Streep sería una de las candidatas para ponerse en su piel. El filme estaría basado en su autobiografía del año 2010 llamada The Woman I Was Born To Be (La mujer que nací para ser).

Susan (que hoy tiene un millón y medio de seguidores en Facebook, unos 70 mil en Instagram y su interpretación debut en el show televisivo sobrepasó la escalofriante cifra de 680 millones de vistas) rara vez aparece en público. Una de sus últimas apariciones fue en octubre del 2021 para la FM del Glasgow radio studio con su vieja conocida del jurado de aquel certamen clave, Amanda Holden. En ese programa recordó que no suele gastar dinero. Suele decir que ahorra para “los días grises de lluvia”.

Las cosas más caras que ha adquirido en su vida, además de la casa, fueron: un tapado de piel, un piano, un perfume Chanel, una bicicleta que ya no usa y las lecciones de manejo en las que invirtió dinero, pero cuyo test todavía no aprobó.

Susan es la misma mujer sencilla, o casi, que llegó con 47 años al concurso Britain’s Got Talent y logró con su maravillosa voz que el jurado la aplaudiera de pie emocionado hasta las lágrimas. Es la misma de tacones bajos y sonrisa tímida que cantaba con pasión mientras el agua de la ducha le golpeteaba en la cabeza.

Solo han cambiado, desde entonces, sus características cejas. Ya no son espesas ni enmarañadas, se las ve más disciplinadas y escasas. Quizá eso se deba a algún retoque por coquetería.

Aquel mote de la infancia que tanto le dolió, “Susan la simple”, refleja en realidad su mejor virtud.

Exit mobile version