“No nos rendiremos”, el relato de una habitante de Sumy tras bombardeos rusos

“No nos rendiremos”, el relato de una habitante de Sumy tras bombardeos rusos

Vehículos militares rusos incinerados en Borodyanka (REUTERS)

 

Julia Lapina, de 33 años, empleada en una empresa de tecnología en Sumy (Ucrania), dijo a EFE con ironía amarga que había recibido “un regalo del ejército ruso” con motivo del Día Internacional de la Mujer.

“Un regaló que hubiera rechazado con mucho gusto”, agrega por teléfono.





“Estaba en la cocina, haciendo café, cuando se oyó un estruendo terrible sobre nuestra casa. Algo había explotado a unos cientos de metros de distancia”, explicó.

La explosión, según Lapina, dejó muertes y destrucción y es seguro que no será “el último regalo de los rusos”.

“Sin embargo no nos rendiremos. Yo estoy lista para inscribirme en una unidad de defensa territorial y así piensan todos en Sumy. O casi todos”, explica.

Julia ha vivido casi toda su vida en Sumy pero ahora apenas reconoce los alrededores de su casa, en la calle Romenskaya, que fue blanco de un bombardeo ruso.

El gobernador de la región, Dmitro Zhyvytskyy, habló de los bombardeos en su cuenta de Facebook contra zonas residenciales en Sumy y Akhtyrka y que destruyó también casas en el pueblo de Bitisa.

“Hay muertos, desafortunadamente. Hay niños muertos”, dijo Zhivitsky.

“También hubo bajas entre nuestros teroboronistas (combatientes de destacamentos de defensa territorial). Nuestros muchachos se enfrentaron a toda una columna de equipo enemigo, su automóvil fue tiroteado, hay heridos y lamentablemente cuatro jóvenes murieron en un combate desigual con los rusos. Nunca perdonaremos esto”, agregó.

Según la agencia de noticias ucraniana “Ukrinform” en Sumy murieron un total de 9 personas y entre ellas 2 niños como consecuencia de los ataques aéreos a los edificios residenciales en las calles Romenskaya y Spartak.

Julia dice que habló por teléfono con una colega de Akhtyrka, a unos 80 kilómetros de Sumy, y que está lloró al contar que el centro de su ciudad había sido arrasado por completo.

El alcalde de Akhtyrka, Pavel Kuzmenko, escribió en su Facebook, que hubo dos ataques a la ciudad en el curso de la noche y que estos afectaron infraestructuras importantes como el alcantarillado, el suministro de agua potable y la red eléctrica.

Según la vice primera ministra, Irina Vereshuk, a lo largo del día se deberá abrir un corredor humanitario para la evacuación de personas de la región a lo largo de la ruta Sumy-Golubovka.

Pese a ello, Julia Lapina no piensa irse de Sumy y pide aviones para hacer disputarle a los rusos el dominio del espacio aéreo.

“Ucrania necesita aviones, de lo contrario está pesadilla continuará”, dijo.

Ella envió a sus padres al oeste de Ucrania pero ella ha decidido quedarse.

“No me iré a ningún lado, estoy lista para resistir”, dijo.

Con Julia viven cuatro adultos y dos niños. Uno de los adultos es Nikolai, de 51 años, comerciante y dueño de varias tiendas en la ciudad.

“Al principio mi odio contra los rusos era ardiente pero ahora es frío. Mi corazón está congelado en relación con los rusos. Ya sean militares o civiles, soy frío con ellos”, explicó.

Nikolai asegura haber intentado inútilmente establecer comunicación con los rusos e incluso con familiares suyos que han vivido y trabajado en el norte de Rusia durante mucho tiempo.

“No he podido explicarles lo que está pasando aquí. Para ellos, esta es una operación militar contra los nazis ucranianos. Para nosotros es una guerra patriótica por la libertad”, segura.

“Los rusos están zombificados por sus medios. Y además tienen mucho miedo no solo de hablar, sino también de escuchar la verdad, incluso de nosotros, sus familiares”, dijo Nikolai por teléfono a EFE.

Nikolai tiene prisa por abrir sus tiendas y comercializar los productos restantes. Es extremadamente difícil importar nuevos debido a la guerra.

“La luz y el agua sigue ahí. Los productos también, pero no sé cuánto durarán. La casa tiene un sótano. esperamos que el nos ayudará a sobrevivir”, dice este residente de la ciudad de Sumy y se pone a trabajar.

EFE