De la tierra de colibríes, llegó la muerte, por @ArmandoMartini

De la tierra de colibríes, llegó la muerte, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Trinidad y Tobago debieron ser venezolanas, pero antes de la independencia cuando Bolívar era Bolívar, no la distorsión chavista, los ingleses se las arrebataron a los españoles.

Venezuela se llenó de trinitenses -sin problemas raciales, distinto es un afro descendiente, otra un trinitario malagradecido-. Escaparon en busca de oportunidad, respeto y trabajo; nuestro país los recibió con amabilidad, socorrió y dio trato considerado. Lo que no tenían bajo disciplina inglesa. Como es costumbre del gentilicio venezolano, se les albergó con afecto y sin restricciones, muchos se convirtieron en vendedores de helados que recorrían calles con carritos de Cruz Blanca, Efe y Club, sus características campanitas, vasito, tinita y paleta, así se llamaban.

Se regaron por el país y encontraron la dignidad que anhelaban, incluso progresaron. El tiempo pasó, se desnudaron y saludaron sus complejos en el espejo; se  pusieron flux y corbata, se integraron al “Caribe de habla inglesa” y prosperaron. Sin embargo, no correspondieron como amigos de la Venezuela que a tántos había protegido, demostraron detestar a quien antes le abrió los brazos.





Que apoyen a Guyana en su impase territorial con Venezuela, podría comprenderse, pero, es que odian al venezolano. Acomodados a la inglesa y circulando por la izquierda, no admite que, si no por agradecimiento, por decencia sean educados. La preocupación por la llegada de migrantes, es normal, pero si se atreven a montarse en un bote, jugándose la vida cruzando un mar peligroso, agitado por la fuerza del Orinoco, no es por gusto, sino buscando lo mismo que miles encontraron años antes en esta tierra de gracia.

Pero los reciben con violencia, a coñazos, patadas, tratan que se hundan, no lleguen y a los que tienen suerte, los encarcelan, tratan con repulsión, desprecio y brutalidad, violando sus Derechos Humanos. O simple, los matan a tiros. Una cosa es proteger fronteras marítimas, otra que un buque guardacostas alegando defensa, dispare con arma diseñada a invasores, contrabandistas y narcotraficantes contra un bote, un peñero cargado de humildes migrantes; no de bandidos piratas ni asaltantes conquistadores.

Las justificaciones de que desobedeció la voz de alto e intentó embestir la patrullera. Es patética y embustera. Dispararon en varias ocasiones contra la inofensiva barca cargada de desplazados. A simple vista se observa la desigualdad. Y, con cinismo sin igual, impudicia, descaro e insolencia dan el pésame y advierten -los sinvergüenzas-, que volverán a hacerlo. 

Embistieron como hienas que atacan a un animal herido, enfermo, a mansalva, no dispararon para alertar, presionaron el gatillo para matar sin exclusión, como el bebé que murió en brazos de su madre también herida. Cometieron una canallada cobarde, bajeza indigna que coleriza y enfurece, porque no fue en defensa de la soberanía, sino acción de asesinos para quienes matar es divertido, sentirse importante. Y que el perverso, desgraciado primer ministro, calificó satisfecho de “legal y apropiada” La ignominia que gobierna la tierra de colibríes, con expresión pétrea, descarada, conciencia oscura y saturada de excremento, sin ética ni principios, defiende -laurea- la actuación criminal de quienes dispararon contra una inocua falúa que, además, trataba de dar vuelta para regresar a su Venezuela de origen.

El dolor recuerda que estamos vivos, aunque no sea un consuelo. Imposible esperar diligencias de organismos internacionales, convertidos en inservibles. Si en Venezuela criticamos al régimen por abusos, muertos, arbitrariedades, presos, torturados, con más razón y fuerza debemos hacerlo contra los asesinos desagradecidos. Rabia que nunca debemos olvidar.

Furia, por el silencio diplomático oficialista que ha llevado a Venezuela a las bolsas de basura, y la conciencia de no echar este crimen humillante en el saco del olvido. El fallecimiento del bebé, las heridas de su madre y angustia de sus compañeros de infortunio, son indignaciones para ser insistidas ante el mundo; la justicia internacional, organismos multilaterales y la Reina que preside la comunidad inglesa de naciones.

No es cuestión de represalia para los verdugos, es misión de justicia, enfrentar leyes y respetar el Derecho Humano, es hacer lo que el régimen, por amenazar lo hace con sus propios a quienes no perdona lo que sí tolera a los narco guerrilleros e invasores autorizados, abrazando con ternura a sus cómplices en el asalto a la patria incluyendo frivolidades.

La connivencia de ambos regímenes es manifiesta, pública y notoria. La muerte del pequeñuelo, demuestra que la acción jamás pudo ser legal ni apropiada. Por el contrario, es vil asesinato y una miserable declaración. Esta piltrafa de primate afroamericano, no necesita quemarse en el infierno, su aspecto de hollín y gruñidos nauseabundos, demuestran que su alma vive en la espesa niebla y profundidad oscura del averno.

El escándalo se difundió por el mundo, no va a pasar inadvertido y cualquier acuerdo para encubrir será infructuoso. Impotencia, arrechera y disgusto, cuando no tienes, ni siquiera lágrimas; para restregar en caras trinitenses la reprobable ruindad y sangre derramada de un bebé asesinado por sus propios marinos. El deber ser, más que un desagravio, es la actitud digna, de honor y justicia.

La vida es inviolable. La esperanza lo último que se pierde, incluso cuando no tienes que perder.

@ArmandoMartini