La dolarización es el modelo que adoptó Ecuador en el año 2000, tras la peor crisis financiera de su historia y que, pese a su aporte a la estabilidad macroeconómica, no termina de dar respuestas definitivas a los problemas estructurales de un país que depende de la llegada incesante de dólares.
Tras una hiperinflación del 91 % en 1999 y una alta volatilidad en el mercado cambiario, la dolarización fue presentada en ese tiempo como la panacea a los problemas del país, que soportaba además una crisis política y una alta conflictividad social.
El expresidente Jamil Mahuad, democristiano y neoliberal, que había asumido el poder en agosto de 1998, se refugió en ella como bombona de aire para su Administración, que sufría de una aguda impopularidad y estaba amenazada con la quiebra de bancos a los que socorrió sin atenuantes.
El 9 de enero de 2000 declaró la vigencia del dólar y confirmó la defunción del sucre, la centenaria moneda nacional que había sido arrastrada a una desvalorización sin precedentes.
El tipo de cambio se fijó a 25.000 sucres y se prometió que en poco tiempo la galopante crisis abandonaría el país. La estrategia, sin embargo, desembocó en uno de los mayores éxodos, con la salida de cerca de 3 millones de ecuatorianos en busca de mejores días en Estados Unidos, España e Italia, principalmente.
CONTINUA EL DEBATE
Tras cumplir 22 años, la dolarización ecuatoriana aún marca el debate político y económico en el país, con bandos que se decantan por mantener el modelo a rajatabla y otros que plantean alternativas a los problemas que afronta el mismo instrumento.
Para la Asociación de Bancos privados de Ecuador (Asobanca), la dolarización fue sometida a prueba en 2020, con la pandemia de la covid-19 que generó una desaceleración económica.
La obligación de una férrea disciplina fiscal, la imposibilidad de devaluaciones y la prohibición para la impresión de moneda, han terminado por robustecer la confianza del público en el modelo, según esa asociación.
“Trajo al país estabilidad económica y preservó el poder adquisitivo. Hoy por hoy, no solo se sostiene de un sistema financiero sólido, remesas, exportaciones, petróleo y ‘commodities’, sino que, al igual que la banca privada, su gran pilar es la confianza”, señala el estudio.
Sin embargo, para el analista económico John Cajas, profesor de Economía Política de la Universidad Central (estatal) de Ecuador, el país sigue siendo proclive a choques externos, incluso por el mismo hecho de tener su economía completamente dolarizada.
Por ejemplo, dijo a Efe, las frecuentes caídas de los precios del petróleo, de cuya venta depende gran parte de las finanzas públicas, no sólo ha causado una reducción de los ingresos del Estado, sino también fuertes “efectos sobre la liquidez de la economía” nacional, altamente informal y con una baja bancarización de su población.
Y es que, según Cajas, en Ecuador “ni siquiera ha habido un estudio serio” sobre este tipo de efectos en el modelo monetario que, según él, está amenazado por la enorme dependencia que la dolarización puede adquirir del endeudamiento externo.
Este fenómeno “se vio claramente en 2020, con la pandemia, cuando no llegaron los recursos de deuda como se tenía previsto, y mucho del movimiento económico del Estado se detuvo”, opinó el catedrático.
ARMONIZAR POLÍTICAS MONETARIAS
Para Cajas, la dolarización surgió en Ecuador sin una discusión profunda y “se hizo pasar” como una solución de técnica económica, que hasta ahora perdura, pues hay un debate incluso sobre cuál debió haber sido el monto del tipo de cambio al momento del canje de los antiguos sucres por el dólar estadounidense.
“Hasta ahora hay un debate si debió ser 25.000 por dólar o 14.000 u otras cifras”, añadió y recordó que con la dolarización también permitió que se licuaran una serie de recursos, especialmente los salarios, que se pulverizaron.
El hecho de que el modelo dependa del dinero físico también ha llevado a discusiones sobre alternativas de política monetaria como el uso del dinero electrónico.
Asimismo, el economista ecuatoriano dijo que es “muy arriesgado restringir el debate a la dolarización en la región”, sin mirar los ejemplos y otras alternativas que pueden dar respuestas a las inquietudes en Latinoamérica.
Armonizar políticas monetarias entre países vecinos, el mismo dinero electrónico o estudiar casos de estabilidad monetaria en la propia región, como el de Bolivia, son temas que deberían integrar un debate serio en el continente, apuntó.
EFE