Fue asesinada en su residencia universitaria de Harvard y el crimen se resolvió casi 50 años después

Fue asesinada en su residencia universitaria de Harvard y el crimen se resolvió casi 50 años después

asesinato
Jane Britton fue asesinada por un violador serial llamado Michael Sumpter.

 

El 7 de enero de 1969 Jane Britton salió a cenar con compañeros de la facultad. Inmediatamente volvió a su casa para cambiarse e ir a una pista de patinaje sobre hielo con su novio, James Humphries.

El Clarín

Luego la pareja fue a un pub frente a la residencia universitaria. Cerca de las 22.30 él la acompañó a su vivienda, se quedó un rato y se retiró. Ella pasó a visitar a unos vecinos y cerca de la medianoche también fue a descansar.

Jane tenía 23 años, era una alumna muy destacada de Harvard y estaba en el tramo final de la carrera de antropología.

Al día siguiente de esta secuencia, tenía una exposición sobre su tesis, lo cual era una de las instancias anteriores a la entrega final.

Por los comentarios sobre su rendimiento y sobre su compromiso con el estudio, no es descabellado inferir que había preparado con mucha responsabilidad ese momento.

Pero Jane, a la mañana siguiente, no apareció en el aula. Las alarmas se encendieron enseguida. Además, había acordado con James encontrarse ahí.

Los profesores la esperaron largo rato y James llamó insistentemente desde un teléfono de la universidad a su vivienda. Sin embargo, Jane no se presentó ni contestó. Algo extraño pasaba.

Así fue como James decidió dirigirse a su residencia. Ya allí, el primer indicio no fue bueno. La puerta estaba sin llave. Ni bien ingresó a la habitación, encontró la escena más terrible: Jane estaba muerta, tendida boca abajo en su cama.

Las primeras investigaciones

La autopsia fue contundente. Determinó que la joven había sido abusada sexualmente y luego golpeada varias veces con un objeto contundente que no se pudo precisar con exactitud. Luego se supo que había desaparecido una piedra filosa que estaba en un estante.

También se determinó que la hora de muerte fue cerca de la una de la mañana, un rato después de haber sido vista por última vez por sus vecinos.

El motivo del crimen era inexplicable. El robo quedó descartado, ya que no se registró la falta de dinero u otros objetos de valor.

Entonces, comenzaron a circular las teorías más diversas. Una de esas versiones auguraba que la muerte estaba relacionada con los estudios antropológicos que seguía Jane.

De acuerdo a un informe de la policía, en la habitación, alrededor de su cama, había un polvo de color marrón rojizo, que solía utilizarse en los rituales de entierro persa.

También hubo quienes vaticinaron que el hecho podría estar relacionado con una investigación de campo que Jane había hecho en Irán sobre unas ruinas de una ciudad fundada varios siglos antes de Cristo. Incluso, ella había estado ahí unos meses antes de su muerte. Pero tampoco se encontró una conexión fuerte.

Siguieron otras líneas. Como la relación con un grupo de amigos que adherían al hippismo. Quedó también descartada esa hipótesis.

Además, como los padres de Jane eran intelectuales muy reconocidos, el acontecimiento tomó relevancia y la investigación quede a cargo de un sector relevante de la policía.

El caso espejo

Exactamente un mes después una noticia similar volvió a conmover a la opinión pública. Una mujer de 50 años, Ada Bean, apareció muerta en su cama, en una situación muy parecida a la de Jane.

Ada había estudiado en Harvard y también había sido asesinada con un golpe.

De todas maneras, la relación entre ambos casos quedó inconclusa y el interés por las dos situaciones se fue diluyendo.

El valor del ADN

Los años pasaron y el crimen seguía como “cold case” o caso frío -así se conocen los incidentes sin resolución y que quedan en el olvido.

Hasta que a fines de 2018, los periodistas Michael Widmer, Becky Cooper y Reddi Alyssa Berterro decidieron retomarlo con la intención de escribir un libro.

Con mucha insistencia, lograron la autorización de un pedido del análisis de ADN forense, una técnica que recién comenzó a aplicarse en 1980 y que en este milenio avanzó a pasos agigantados.

La iniciativa dio sus frutos. A los pocos días, Marian Ryan, la fiscal de distrito del condado de Middlessex, expresó en una conferencia de prensa: “Como resultado de su perseverancia y la utilización de los últimos avances en tecnología forense por parte del Laboratorio Criminalístico de la Policía del Estado de Massachusetts, hoy estoy segura de que podemos decir que el misterio de quién mató a Jane Britton finalmente se ha resuelto”.

¿El veredicto? Se determinó que el asesino de Jane había sido Michael Sumpter, condenado a veinte años de cárcel y muerto en 2001, cuando estaba en libertad condicional para recibir “cuidados paliativos” debido a un cuadro oncológico que estaba atravesando.

A partir de este hallazgo, también se resolvió la muerte de otras dos jóvenes: Mary McClain y Ellen Rutchick, asesinadas en similares circunstancias a las de Jane. Con lo cual, quedó claro el valor de las pruebas de ADN en la búsqueda de la verdad en los casos más difíciles.

 

 

 

 

 

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