El presidente de la Federación de Trabajadores de Nueva Esparta (Fetraesparta), Luis Castro, manifestó preocupación por el crecimiento de las estadísticas que dan cuenta de una estampida de empleados públicos hacia la economía informal, principalmente por los bajos salarios que perciben.
Por Dexcy Guédez La Patilla
Recordó que el año pasado cerró con un 67% de desempleo en la isla de Margarita, cifra que se mantuvo hasta los momentos, toda vez que en la temporada decembrina no percibieron recuperación alguna en relación con los empleos temporales.
“Los pocos empresarios activos meten a sus familiares a atender los negocios para ahorrarse gastos de nóminas”, indicó el líder sindical.
Aun cuando no disponen de estadísticas precisas, Castro estimó que un 70% de los empleados públicos que laboran en la gobernación y alcaldías, optaron por migrar hacia la economía informal, bien desde la calle o en sus casas a través de las llamadas “ventas de garaje”, buscando garantizar medianamente la alimentación personal y familiar.
Insistió en que el salario de alrededor de un dólar y medio en la administración pública, es lo que más desanima a los trabajadores, ya que eso no les alcanza ni para comer un día. “Es una tragedia lo que estamos viviendo en Margarita y Coche, ya que los alimentos que ingresan deben pagar flete y eso sale del bolsillo de los trabajadores, lo que reduce aún más su poder adquisitivo”, enfatizó Castro.
Refirió que debido al fenómeno que se viene observando, han reaparecido los vendedores informales en los bulevares, avenidas y calles comerciales de Porlamar. Los comerciantes legalmente establecidos se quejan por la ocupación de sus frentes por esos vendedores, lo que además de representar una competencia desleal, les reduce las ya mermadas ventas.
Yousef Hassam expresó su inconformidad, porque mientras ellos pagan impuestos y servicios, los buhoneros les restan oportunidades de ventas.
Felipe Rodríguez confirmó que trabajaba en una alcaldía y prefirió renunciar desde que empezó la pandemia para instalar un tarantín en uno de los bulevares comerciales de Porlamar para mejorar sus ingresos. “No podía quedarme en la casa esperando morirme de hambre con mi familia”, subrayó.