Pensaba que era imposible caer más bajo en el desprecio a la libertad de las personas. Pero el asunto era incluso peor, porque lo saben: los supuestos progresistas saben que lo suyo es puro cuento, y lo admiten, riéndose en nuestras narices.
Lo comprendí viendo un vídeo de un discurso con dos destacadas figuras de la política argentina: Axel Kiciloff y Alberto Fernández. Merece la pena verlo con atención porque, en un momento dado, tras la habitual demagogia peronista, Kiciloff dice “docentes y docentas”. Y se ríe. Se ríen tanto él como Fernández. Es decir, saben que es un camelo, saben que todo es mentira, que no pretenden predicar la inclusiva bondad en el pueblo, sino ordenarle cómo tiene que hablar. Y es tan descarado el intento que van y se ríen. Saben que es un error, saben que así no habla el pueblo, y por tanto así no lo recogen las academias de la lengua, pero lo hacen igual. Y se ríen.
No están hablando mal porque sean bobos o incultos. No lo son. Mucha gente en la Argentina criticó a Kiciloff como si fuera un analfabeto. No lo es. Como no lo era Bibiana Aído cuando habló de “miembros y miembras”. No exhiben incultura sino la pasión de organizar la sociedad desde arriba. Mírelos, señora, mire cómo se ríen.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 30 de noviembre de 2021.