Preparaba mis clases de acuerdo al programa “Introducción a la política” y no sé porque, en vez de Platón, se me vino a la mente Maquiavelo, cuando repicara mi celular. Era el director del semanario “El alacrán” para pedirme un artículo, a propósito del inicio de la campaña electoral del país, del que no quiero irme vivo porque sería una inconsecuencia no enterrarme en su tierra, a pesar que, los despojos familiares, bisabuelos, abuelos, tíos y hasta de un primo marico, que murió de ciento siete años, habían sido exhumados por un político para regalárselos a los brujos, en cuyos altares los veneraran, entre velones encendidos, humo de tabaco, cocuyes, rones y plegarias a la Reina, el “Negro Felipe” y un busto de Chávez en guayuco, para leerle el futuro, con el remate, de ser interrumpido por un chillido captado por mis sensibles tímpanos, que por lo insistente, visualizaron a un roedor espantado más, por el magnetismo de mis ojos, que al percibirme en el estudio.
Entonces, la idea fue ¿porque no me deshice de él? En verdad no pensé que una alimaña de esa naturaleza escogiera mi cementerio del pensamiento universal: La Santa Biblia, el Corán, Historia de los griegos y romanos, el discurso fúnebre de Pericles a los atenienses, las “Confesiones” de San Agustín, “120 dias de Sodoma” del Marqués de Sade, “Los viajes” de Cristóbal Colon, “El gobierno civil” de John Locke, el “Contrato Social” de Rousseau, “El Espíritu de las Leyes” de Montesquieu, las “Obras Completas de Bolívar”. Mis diccionarios de filosofía, economía, mitología, el jurídico de Cabanellas. ¡Ah! y de celebridades, “Las mil y una Noche”, “El Quijote”, “La Divina Comedia” de Dante, Shakespeare, “El Capital” de Marx, Lenin, de quien un venezolano excepcional como Gonzalo Barios llamara, “revolucionario de diabólica sabiduría”, Agatha Cristhie y las “Putas triste” de García Márquez, son memorias y biografías que han terminado por hacerme un intruso en los quehaceres de sus vidas coartando la mía. Pensé en el instante, al definir la política, cómo y por qué Aristóteles llamó al hombre “Zoom politicón” e inmediatamente, mi mirada se ubicó donde había visto al roedor. Si, allí estaba, con sus dientes frontales, su erizado pelaje para no salpicarse del detritus de los albañales. Y a propósito de nuestros apuntes de política me interrogue de nuevo ¿por qué a ciertos fieles de esas disciplinas, artes o ciencias les llaman Ratas?
Aquí está el “detalle” o circunstancias que dijera Cantinflas o “elemental” según Sir Sherlock Holmes. “El detalle” o circunstancias, torpes o bien administradas. He aquí los rasgos “elementales” de la “rata política” siempre adornada y pasar desapercibida, en el justo momento de la estocada -allá, allá, allá va el ladrón- del canalla que por malagradecido o envidioso de su carisma y aclamaciones, le señala con su dedo a los colaboradores de la causa del peculio o “hermanos del alma” que nos regalan una fortuna o nos visten con “guayaberas blindadas”. La rata política se cae y se levanta sin prejuicios o escrúpulos, porque su ciudadanía es universal, donde sirve tiene inmunidad y plácet diplomático asumiendo roles de “Pollo”, camaleones cantando hasta óperas por aquello que en el reino de los cielos. La rata política me observa desde su escondrijo, con su rictus sardónico.
Viene del “CLAP” con un posgrado en “MONOMERO” que cuidan más que las bases llenas en una Serie Mundial. Antes, había hecho sus pasantías en la MUD y de exilios dorados aprendió a pasar agachado, montando negocios y arañando recursos de ayuda humanitaria en Panamá, transfiriéndolos a cuentas cifradas, hasta lavarse expedientes para indultos, bajo promesa de que en boca cerrada… Haciéndose galas como perfumados rosales y floridos en los jardines de la indignidad y depredación, de cuánto oliera a patrimonio público, sin dejar de mencionar a los Henrys, que no Enrique IV para quien en su tiempo «un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos los domingos», que aquellos le niegan, a los que piden su voto, haciéndose colaboracionista para el lavado, siempre con la divisa, allá, allá, allá va el ladrón, como que si nada, pensando que sí aclamaron a los Monagas y a Guzmán adoraron ¿porque al chavista y a “yo”, no?
Ya, en su delírium tremís la rata diría: pasa nube negra, pasa nube oscura, que en el reino de los cielos primero yo que… y yo más gritaba ¡piérdete, rata inmunda piérdete! y a palos, contra mis libros, más gritaba ¡piérdete rata! mientras los vecinos, pendiente de mi: ira cantaban… -no voten por las ratas, no voten por las ratas- casi amaneciendo me pusieron preso, por incitar al odio y a aquí estoy, no en mi biblioteca sino en una celda, rodeado de ratas.