El 28 de octubre de 1492, Cristóbal Colón llegó a la isla de Cuba. Aunque él pensaba que había encontrado un nuevo camino hacia Las Indias, en realidad, como se supo después, su ruta le había llevado hacia el Nuevo Mundo. Sin embargo, se acumulan las pruebas que señalan que no fue este almirante de origen incierto el primer europeo en pisar aquellas exóticas tierras, sino los vikingos, quienes habrían cruzado el Atlántico alrededor de medio siglo antes. Concretamente en el año 1021 ya estaban aposentados en lo que ahora es Canadá. Así lo atestiguan las muescas que dejaron en algunos árboles del norte del continente y que les sirvieron para construir sus poblados, armas y barcos. Así lo reseñó ABC.
Los vikingos navegaron grandes distancias: al oeste, establecieron asentamientos en Islandia y Groenlandia. Pero, tal y como cuentan en las sagas islandesas (los relatos del pueblo vikingo que pasaron de forma oral de padres a hijos y que mezclaban realidad y ficción), la comitiva capitaneada por Erik ‘el Rojo’ llegó aún más lejos de Groenlandia, hasta el continente americano. Allí, sobre el año 1000, fundaron el pueblo de Leifsbudir, donde vivirían un pequeño pueblo de unas 60 personas durante varios años, hasta que las malas condiciones climatológicas y los enfrentamientos con la población indígena les obligaron a volver a Groenlandia.
La historia quedó enterrada en el mito. Al menos hasta que en 1960, el investigador noruego Helge Ingstad y su esposa, la arqueóloga Anne Stine Ingstad se percataron de unos raros abultamientos en el campo de L’Anse-aux-Méduses (en español ‘la ensenada de las medusas’), en Terranova (Canadá). Debajo de aquel terreno coronado por la hierba se escondía lo que coincidía con las ruinas del viejo Leifsbudir. El vecindario lo componían al menos tres cabañas, una forja, un aserradero para abastecer el astillero y tres almacenes. Aquí se han encontrado también centenares de objetos que coinciden con los de la cultura nórdica, incluidos utensilios de costura, lo que indicaba la presencia de mujeres y un asentamiento estable.
La sorpresa llegó cuando se fecharon aquellas ruinas: las dataciones por carbono indicaban que se habían construido hacia el año 1000, casi 500 años antes de la llegada de Colón, y coincidiendo con las aventuras de Erik ‘El Rojo’. «Sin embargo, este método solo pudo producir resultados con un margen de error de dos siglos, el tiempo que más o menos se extendió el periodo vikingo», explica a ABC Michael Dee, de la Universidad de Groninga (Países Bajos) y director de la investigación. Es por ello que su equipo se propuso encontrar una fecha mucho más concreta. Y la han encontrado: el año 1021, tal y como afirman las sagas vikingas y según demuestran las marcas que dejaron sus hachas en las cortezas de los árboles, los vikingos ya estaban allí. Y no solo eso: también han demostrado que este pueblo fue el primero en cruzar el Atlántico, momento en el cual los caminos migratorios de la humanidad rodearon todo el planeta.
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