Un gran cementerio de Kunduz, en el norte de Afganistán, acogió este sábado los funerales de las víctimas del atentado que el grupo Estado Islámico llevó a cabo la víspera contra una mezquita chiita de esa ciudad y que dejó al menos 60 fallecidos.
Un sepulturero informó a la AFP de que se habían cavado 62 tumbas tras el atentado, cuyo saldo final podría rozar el centenar de muertos.
Un terrorista suicida del grupo Estado Islámico (EI) detonó su chaleco explosivo en la mezquita Sayed Abad, atestada por la gran oración del viernes.
Según el grupo yihadista, el atacante suicida era conocido como “Mohamed el uigur”, dando a entender que formaba parte de la minoría musulmana china, algunos de cuyos miembros se unieron al EI.
Se trata del ataque más mortífero desde que los últimos soldados estadounidenses y extranjeros abandonaron Afganistán, el 30 de agosto.
Los talibanes, que gobiernan en todo el país, se comprometieron a proteger a todas las comunidades, pero los chiitas de Kunduz han quedado traumatizados por el atentado.
Los padres de un joven de 17 años, Milad Husain, asistieron al entierro de su ataúd, sin poder contener las lágrimas. Su tío, Zemarai Mubarak Zada, aseguró que su sobrino quería ser médico, como él.
“Era un joven tranquilo, hablaba poco”, confió su tío a la AFP. “Quería ir a la universidad, casarse. Estamos destrozados”.
Después de una oración, los sepultureros enterraron el féretro, ante la mirada atenta de sus familiares, afligidos.
Una escena que se repitió decenas de veces el sábado en este cementerio con vistas a Kunduz. AFP