Catorce mujeres que cuestionaron los límites de las izquierdas: Una antología para pensar los desafíos del feminismo

Catorce mujeres que cuestionaron los límites de las izquierdas: Una antología para pensar los desafíos del feminismo

Rosa Luxemburgo (Universal History Archive/Shutterstock)

 

Son varios los factores que ayudaron a Laura Fernández Cordero a definir la antología que la invitó a hacer Horacio Tarcus, director de la Biblioteca del Pensamiento Socialista, y que acaba de ser publicada como Feminismos para la Revolución. Antología de 14 mujeres que desafiaron los límites de las izquierdas (Siglo Veintiuno Editores, 2021).

Por infobae.com

Además del corte temporal, marcado por la Revolución Francesa y la Segunda Guerra Mundial (justo antes de la aparición de El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir), el elemento fundamental es el que surge del cruce entre esas dos grandes variables: “feminismos” y “revolución”; dos conceptos, según la autora, bastante autodivisibles. “La invitación era a dar cuenta de los cruces entre ambos. Es decir, dar cuenta de aquellos feminismos que tenían en su ideario el objetivo de cambiar el mundo, hacer una transformación radical, superar el capitalismo; y no tanto de los otros feminismos, que buscaban, por el contrario, incluirse en el mundo”, contó Fernández Cordero —socióloga, Doctora en Ciencias Sociales e investigadora del CONICET— en una entrevista con Infobae Cultura.

Explicó, además, que el terreno del libro es una zona de los feminismos en la que, desde la Revolución Francesa en adelante, se sostuvo que el sistema era injusto, que había que cambiarlo y que la incorporación de la mujer -“el bello sexo”, como le decían entonces- no hacía más que embellecerlo cuando en realidad de lo que se trataba era de atravesarlo, hacerlo poroso, o destruirlo, directamente. Naturalmente, con distintas estrategias: “Mientras que, por ejemplo, las socialistas consideraban que había que apoyar el sufragio femenino como una manera de concientizar a las obreras, las anarquistas decía que no, que de ninguna manera apoyarían a un movimiento de sufragistas burguesas”.

“Feminismos para la revolución. Antología de 14 mujeres que desafiaron los límites de las izquierdas” (Siglo XXI Editores), de Laura Fernández Cordero

 

El resultado, que podía ser adivinable, sorprende sin embargo cuando los nombres no se agotan en las clásicas Rosa Luxemburgo, Aleksandra Kollontay y Clara Zetkin. Por supuesto, los pesos pesados de los grandes partidos comunistas de fines de Siglo XIX y principios del Siglo XX tienen un lugar importante en la colección de Fernández Cordero pero, nuevamente, la selección que se hizo de sus textos podría sorprender a un lector desprevenido: una entrevista de Zetkin a Lenin, en la que se mezcla la admiración y el respeto con cierto tono socarrón a la hora de transcribir las indicaciones del joven líder ruso; una carta de Luxemburgo a su amigo Leo Jogiches en la que critica su paternalismo y la posición de educador permanente que tiene para con ella —”van más allá de los consejos y acotaciones de un buen amigo, para convertirse en una sistemática prédica”—; y las memorias de Kollontay, en las que se cruzan permanentemente las inquietudes de una intelectual y dirigente política con la maternidad —”Mi pequeño hijo duerme dulcemente. Beso su frentecita mojada de sudor. Lo arropo bien con la manta y paso a la habitación contigua para continuar leyendo el libro de Lenin”—. “Presté mucha atención a la hora de elegir textos que produjeran sorpresa o algún efecto de pensamiento”, aclaró la autora.

Pero la antología, cuyos 14 nombres podrían resultar para algunos caprichosos, juega incluso con la idea de mujer que evoca en el título, la estira y la asimila desde distintas perspectivas —todas, menos una esencialista—. “Lo más interesante es cómo los feminismos discuten los modos en los que cada momento histórico construye algo que llama mujer. Si no, pareciera que una mujer medieval es igual que una mujer contemporánea. Y la verdad es que lo que interesa son los mecanismos de poder en la construcción de esa identidad”, dijo Fernández Cordero, también autora de Amor y anarquismo. Experiencias pioneras que pensaron y ejercieron la libertad sexual.

Laura Fernández Cordero

 

Así, entre las catorce también encontramos a dos hombres y a una persona que hoy identificaríamos como una identidad transLa Bella Otero, y que se describe así misma, entre otras cosas, como mujer y madre. Ella, que se expresa en un contexto de cautiverio mientras sufre las consecuencias de la patologización, lo hace a través de una breve autobiografía en la que logra, con extrema perspicacia, dinamitar todas las convicciones del encargado del Servicio de Observación de Alienados de la Policía Federal Argentina, quien cataloga a La Bella con una “Inversión sexual adquirida -tipo profesional”. Pero ella no se deja amordazar y en su breve texto, se libera. “En la misma línea es devota de la extática Santa Teresa y del placer mundano, y enseguida poeta trabajadora del vicio y del erotismo en los bordes de la sociedad burguesa”, la introduce Fernández Cordero al público.

El pornócrata Charles Fourier —como lo llamó Pierre-Joseph Proudhon— es uno de los varones que componen la antología por la incorporación que él hace del Placer a las ideas y las discusiones de la Francia postrevolucionaria. Hablaba de la construcción de un nuevo orden basado en el goce de la comida y del amor, y en el que los lazos sociales eran pasionales y sexuales y, por tanto, una cuestión de Estado. El autor de El nuevo mundo amoroso, precursor además de las ideas poliamorosas, fue citado y recuperado por grandes figuras de la izquierda, desde Carlos Marx hasta León Trotsky, pasando por Luxemburgo, por la frase que él convirtió en axioma: “El progreso de una sociedad se mide por el grado de emancipación de las mujeres”.

Charles Fourier

 

Explica la autora que personajes como él demuestran que la subjetividad, el deseo y el cuerpo fueron conceptos que, aunque olvidados por izquierdas posteriores, siempre estuvieron. Y con una dura crítica, también ejecuta una operación de rescate: “Esas ideas no son una novedad del Siglo XXI. Y quizás eso salva a las izquierdas, porque podemos decir que así como hay sectores profundamente misóginos o, en general, odiadores de todo lo que no exprese el mandato heterosexual y la identidad binaria, siempre hubo otros que sí dieron cuenta de distintas formas de revolucionar los cuerpos y el deseo”.

El otro varón, el escritor Joseph Déjaque, autor de la utopía anarquista publicada en 1957 bajo el nombre de El humanisferio, aborda desde el lenguaje una de las cuestiones que para Laura Fernández Cordero fueron centrales a la hora de pensar la antología: la construcción del universal humano. Consiente de que, en última instancia, se trataba de la idea de igualdad, en sus textos Déjaque se apuraba a aclarar que cuando decía Hombre se refería a Humanidad. Dice la autora en su introducción que acciones como esa, en la que se desafía la homogeneidad de la Humanidad —deseable a la hora de pensar un sujeto como la clase social, por ejemplo— generaba el desvelo de las izquierdas: “La repetida enunciación en primera persona y en femenino, así como las invocaciones a ‘obreros‘ y ‘obreras‘, sin más, resquebrajaban la idea de un conjunto universal, homogéneo y definitivo”.

Clara Zetkin en un acto en Berlin, Alemania

 

Pero en las voces masculinas no se agota la sorpresa. La primera mujer de la selección, Marie Démar, es una figura intrigante que sin embargo había permanecido bastante desconocida en el mundo hispanohablante, por lo que Fernández Corderó y la editorial decidieron que traducirla del francés al español sería un aporte. Su pluma y su biografía lo justificaban: aunque se suicidó con apenas treinta años, fue una crítica radical del retroceso político y cultural que vivió Francia tras la revolución y hasta podría leerse como precursora de las ideas de la interseccionalidad. “La descubrí leyendo un texto de Ernesto Quesada, un sociólogo y profesor de fin de siglo XIX, en el que le explica a unas mujeres en una reunión en Buenos Aires qué es el feminismo, y para hacerlo se refiere a las ‘feministas razonables’, y las opone a ‘ese espíritu exaltado de Claire Démar’. Enseguida pensé: ¿Quién es ese espíritu exaltado?.

Para la autora, su discurso es contemporáneo: “No por borrar las diferencias historiográficas entre su 1830 y nuestra actualidad, pero es impresionante ver cómo ella cruza la cuestión de clase con la cuestión de género -sin ese vocabulario- y con el deseo –deseo carnal diría ella-. Efectivamente ella clama por una prueba del sexo antes del matrimonio, por repensar la maternidad como algo obligatorio, y por repensar incluso la paternidad. En ese sentido, el efecto que causa es el de la contemporaneidad”.

Flora Tristán

 

Es cierto que la antología le habla a nuestro presente; los catorce nombres vienen a recordarnos que los debates actuales pueden ser bastante parecidos a los que se tenían hace doscientos años, en un contexto en el que socialismo y anarquismo, libertarios y feministas eran todos términos en construcción, lejos de ser conceptos seguros (por eso, quizás, la mayoría de las protagonistas del libro nunca concibió ser nombrada como feminista).

Fernández Cordero explicó que le interesaba que el libro pudiera hacer un aporte a la hora de dar densidad historiográfica a ciertos debates actuales. “A veces escucho que hablan del surgimiento de un feminismo liberal o neoliberal, como si fuera una novedad. Siempre estuvo. En los orígenes del feminismo, había mujeres que sólo buscaban los derechos prometidos por la Revolución Francesa y por el capitalismo, que eran los derechos políticos, civiles, económicos. Muchos de los cuales nos han traído a donde estamos hoy, tampoco hay que negarlo. Pero sí advertir que esa tensión entre feminismos liberales y feminismos de la revolución estuvo desde el origen, y aprender de ella”.

Una manifestación de mujeres en Buenos Aires, por el aborto (Amnistía internacional)

 

Otra de las certezas que emergen de la lectura es que la relación de las izquierdas con el Estado ha sido a lo largo de dos siglos igual de conflictiva como lo es ahora y por eso, Fernández Cordero hace una advertencia en forma de metáfora: “mantengamos siempre un ojo puesto en la puerta de salida”. “Celebro la institucionalización de los feminismos pensando en que el Estado puede ser un lugar para diseñar políticas, conquistar derechos, e incluso generar una cultura. Pero, al mismo tiempo, el Estado es represivo, tiene límites, los gobiernos que lo habitan cambian el signo político…. Entonces mantengamos esa veta de sospecha o desconfianza, ubiquémonos en esa doble situación”, recomienda.

Las catorce mujeres de la Antología:

-Claire Démar. Futura. Mi ley para el futuro.

-Charles Fourier. Pornócrata. El nuevo mundo amoroso.

-Flora Tristán. Migrante. Unión Obrera. Paseos por Londres. Carta a Olympe Chodzko.

-Jenny D’Héricourt. Contestadora. La mujer liberada.

-Joseph Déjacque. Universal. Del ser humano masculino y femenino.

-La Voz de la Mujer. Feroz. Firmes en la brecha (a nuestros enemigos).

-La Bella Otero. Madre. Autobiografía.

-Clara Zetkin. Callada. Separación tajante. Recuerdos de Lenin.

-María Abella Ramírez. Anticlerical. La “moral”…católica.

-Rosa Luxemburgo. Multiplicada. Carta a Leo Jogiches. Reforma o Revolución.

-Aleksandra Kollontay. Amante. Memorias. La Oposición Obrera.

-Emma Goldman. Poliamorosa. Viviendo mi vida. La infancia y sus enemigos.

-Ana Piacenza. Crítica. Los que deshonran al anarquismo.

-María Lacerda de Moura. Librepensadora. Espiral.

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