Cuando suenan las campanas de la Corte Internacional Penal, los usurpadores entran en angustia. Por muy amigo que sea de Nicolás, Tarek Wlliam Saab sabe que puede quedar ensartado mientras que el otro negocia su propio pellejo. Y se faja a soplar, con cuidado, para que el otro no se dé cuenta. Reconoce lo de Albán y de otras víctimas, entre nosotros, con los medios del patio, pero a la hora de formalizar las cosas con las instancias internacionales correspondientes, se hace el gafo, porque al fin y al cabo lo pueden fregar los suyos, antes que los extraños. El rabo de paja de la gobernación de Anzoátegui está ahí, es una espada de Damocles, pero aceptó el cargo de Fiscal, en lugar de irse a disfrutar los reales fuera del país, porque se ilusionó brevemente en ser el sucesor de Maduro mismo.
Tarek, el Fiscal usurpador, mintió a la Oficina de la Alta Comisionada de DD. H., porque no hay ningún acusado por la muerte de Juan Pablo Pernalete. Y, simplemente, puya o adultera las cifras que le aporta a la alta funcionaria. Vaya angustia la del funcionario de Nicolás, indiferente ante lo que padecen las consecuencias inmediatas, como los padres del joven deportista. Quedar bien con unos y con otros, es imposible y, adiós a sus sueños de sucesión, al soplón por debajo de cuerda, ya no tiene maneras de salvar el pellejo ante esas campanadas cada vez más estridentes. Es un prisionero del régimen que lo sabe corresponsable de sus crímenes y no puede dar un mal paso, porque lo están cazando: le queda lejos la avioneta que lo lleve a la sede de la DEA. Así que ¡a seguir mintiendo y levantando pesas!