Yackelin González es docente integral, pero nunca ejerció.
Cuando intento hacerlo, no encontró ningún colegio ni liceo donde fuese aceptada. Han pasado varios años desde entonces y lo que hace ahora para “medio comer”, es completamente diferente a enseñar a un grupo de niños o adolescentes desde un aula de clases.
Por: Radio Fe y Alegría Noticias
Ella, junto a su esposo y apoyado por dos de sus seis hijos menores de edad, se dedican a la compra de chatarra casa por casa en la zona donde viven en Paraguaipoa. Luego, cuando acumulan entre 300 y 400 kilos, la venden en Colombia, país ubicado a unos 30 kilómetros, de su humilde rancho cubierto con palmas.
En esas largas travesías que deben emprender hasta suelo colombiano, viven innumerables dificultades. Yackelin cuenta que sale cerca de las 4:00 de la mañana y que llega a Maicao unas tres horas después, donde vende la chatarra. En el camino deben gastar unos 20 mil pesos colombianos para pagar a los “mecateros”, como se le conoce a los grupos de personas que atraviesan mecates, pipas, cauchos o matas de cují en las trochas, con la finalidad de obligar a los conductores a pagar peaje para poder llegar a sus destinos.
Peaje no es garantía
Además, también deben pagarle dinero a diferentes cuerpos de seguridad del Estado que se ubican a lo largo del camino para que los dejen pasar.
Lamentablemente, ninguno de estos pagos les asegura seguridad, pues hay personas que se dedican a robar a quienes atraviesan estos caminos. De hecho, hace unas semanas, el esposo de González fue “encañonado” por delincuentes que le robaron todo el dinero en efectivo que llevaba.
“Cuando viajamos, siempre nos encomendamos con Dios: esa es una lucha que tenemos que hacer para sostener la familia”, dice Yackelin con resignación.
Desde el 2016, cuando la crisis económica empeoró hasta un nivel insostenible en el municipio Guajira del estado Zulia, decenas de profesionales de la educación se vieron obligados a realizar otros oficios para sobrevivir, como la venta de chatarras, gasolina, chicha y otras víveres.
Hoy en día en las aceras de la Troncal de Caribe se pueden observar mujeres vendiendo gasolina; otras, como Yackelin, recorren largos kilómetros en la compra y venta de chatarras.
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