Que Cuba no obtenga divisas del turismo es comprensible, y desde luego, algo predecible desde el momento en que se desató la crisis de la pandemia a comienzos de 2020. En aquel momento, no lo quisieron ver, pero los hechos tozudos han acabado dando la razón. Para luchar contra la COVID-19 lo primero es la salud, y después la economía.
Las principales potencias turísticas del mundo, España, Italia, Francia, han experimentado una situación similar con la caída de los viajes e ingresos del turismo, pero ninguno reporta una situación tan crítica de divisas como Cuba. ¿Por qué ocurre esto así? ¿Es el turismo la única actividad capaz de suministrar divisas a la economía cubana para afrontar sus necesidades del exterior? Se podría pensar que es así, pero el argumento no tiene toda la razón. Pero en Cuba, además de la estructura económica, el modelo social comunista, la ideología y otros males que la apartan del resto de países del mundo, existe un elemento diferencial que es la gestión del gobierno
Si se presta atención a lo hecho el gobierno en los últimos 18 meses, todo ha sido un despropósito en materia de gestión de la economía, con consecuencias que ahora se están comprobando con la crisis que día si y otro también atribuyen al embargo o bloqueo, pero que ya todo el mundo sabe que tiene un origen muy distinto.
Por ejemplo, habría que preguntar a quién se le ocurrió a finales de 2019, cuando aún no estaba el COVID-19 en el horizonte, dejar de pagar la deuda externa. Aquella decisión, que en todo caso hay que atribuir al gobierno, al régimen, a la cúpula dirigente, fue una grave irresponsabilidad como hemos destacado en anteriores entradas de este blog, porque al no pagar la deuda y sus intereses, el deudor trasmite una pésima imagen de desconfianza a los mercados, su credibilidad cae por los suelos, y en definitiva, cuando necesita volver a pedir financiación, lo que se encuentra es la puerta cerrada.
Alguien en la cúpula del régimen debió pensar que con los acreedores de la deuda podría ocurrir más o menos lo mismo que en tiempos de Fidel Castro, cuando este anunciaba el impago, y algún prestamista asumía la pérdida de la inversión, a cambio de una foto de recuerdo con el viejo líder comunista o alguna anécdota para el recuerdo en La Habana.
Pero eso, que era factible con Fidel Castro, ahora es diferente, porque no se dan las mismas condiciones de imagen y relevancia. No nos engañemos más, una fotografía con Raúl Castro o Díaz Canel no tiene el mismo “precio”. De modo que las deudas ahora se exigen y hasta rusos y angoleños o chinos viajan a La Habana a reclamar la deuda, amén de Club de Paris o de Londres, enfrascados en largos procesos judiciales para cobrar algo.
La decisión de no pagar, una grave irresponsabilidad, ha sido determinante de la ruptura del acceso de Cuba a los mercados financieros internacionales en los últimos 18 meses, y por ello, las divisas son muy escasas. Si se hubiera cumplido de forma responsable con la deuda, es muy probable que se hubieran obtenido préstamos que ayudarían a paliar la actual situación. Otro gobierno responsable habría sacado el dinero de donde fuera, que tampoco era tanto, para pagar la deuda en cantidad y plazo. Existen partidas que se pueden destinar a este objetivo, y asumir, con decisión, la deuda. Otro gallo cantaría.
Cerrado el acceso a la financiación internacional, la economía cubana carece de oferta productiva para obtener ingresos en el exterior. Dicho de otro modo, ¿qué puede vender actualmente Cuba para obtener divisas? Pocas cosas. Entonces, alguien en la cúpula observa que las divisas que entran en la economía se dirigen a los que reciben remesas de las familias en el exilio, y de manera inmediata ponen en marcha un sistema para drenar esas divisas que entran en el país y evitar que contribuyan al crecimiento del trabajo por cuenta propia.
El sistema ideado, de alto riesgo porque crea penosas desigualdades entre los cubanos, se basa en la creación de una red de tiendas que venderán productos necesarios de alimentación y aseo, pero en dólares. No se aceptará el billete verde como medio de pago, ya que no se quiere dolarizar la economía, sino que se debe pagar con tarjetas de debito atadas a cuentas bancarias en MLC previamente abiertas en una serie de bancos estatales. De ese modo, el régimen drena las remesas en cuanto entran al país.
Los cubanos, que rechazan por sistema la operatoria bancaria por la experiencia d expropiaciones y “corralitos” del pasado, se ven obligados a abrir cuentas, solicitar la tarjeta para comprar detergente o pollo en las tiendas en MLC. Más tarde, se extendió este modelo a los insumos de los productores agropecuarios, viajes, estancias en hoteles, etc. Lo peor de todo es que quien tuvo esta idea para drenar las divisas que entran por las remesas familiares, no entendía que estaba creando una creciente demanda de dólares para transacciones que iba a alterar el cambio oficial. Y así ocurrió. Del 1×24 de la Tarea Ordenamiento, actualmente en los mercados informales, donde solo se consiguen dólares, ya se paga a 1×60. Y en el gobierno, a verlas pasar.
En cuanto a las exportaciones, la situación actual es muy complicada. Con la excepción de algunas partidas tradicionales, como el níquel que en la coyuntura actual está subiendo de precio en los mercados mundiales, el resto apenas alcanza para el consumo interno. Y qué decir del azúcar, actualmente en una situación muy favorable a nivel mundial, y en Cuba viéndose obligados a importar “oro blanco” de Francia, después de haber sido durante décadas la primera potencia mundial. Los ingresos por médicos o profesionales no alcanzan para cubrir las necesidades ni respaldar operaciones financieras. El petróleo de Venezuela llega a cuenta gotas, cuando llega, y no se puede confiar en el negocio de la re exportación.
Conclusión. No hay forma de justificar la situación actual ni en términos económicos, sociales o políticos. Se me ha preguntado en algunas ocasiones si estamos ante un “nuevo período especial”, pero la respuesta es no. La economía cubana es distinta a la que existía en 1990, gracias a un sector privado que está ahí y antes no, y el período especial llegó sobrevenido, sin que nadie lo esperase. Y esta crisis de divisas ya se veía venir desde el segundo semestre de 2019 cuando la economía cubana cayó de forma estrepitosa, un -3%.
Las decisiones históricas de los comunistas han acabado destrozando las fuentes de crecimiento económico del país, y lo único que se le ocurre a Malmierca es poner a los emprendedores privados que quieran exportar bajo el control de unas entidades intermedias estatales que vienen a cobrar alrededor de un 40% del valor de los ingresos en cada operación de exportación, por no hacer gran cosa. Hasta en esto muestran lo peor de la ideología y su incapacidad para generar riqueza, empleo y prosperidad. Por desgracia, quienes van a pagar un alto precio por esta sarta de errores del régimen, son los cubanos. A la crisis le queda mucho tiempo por delante.